31 agosto 2005

Los halagos


Carezco de la capacidad de halagar. O, al menos, de hacerlo de manera consciente. Digo lo que pienso sin meditar el impacto de lo que sale por mi boca o por mis dedos, según el caso. En ocasiones me sorprendo de la reacción de los receptores. Me agradecen, acusan, aconsejan, insultan, excusan,...Y yo no entiendo nada.

Cuando uno no sabe hacer las cosas, lo normal es que tampoco sea capaz de valorarlas. Así que cuando recibo un halago formal ni siquiera reparo en ello. De hecho, cuando los analizo y descubro que se trataba en realidad de uno de estos casos, me siento un poco tonto. Porque suelen ser los comentarios que menos captan mi atención. No es que los rechace, pero es que no significan nada. Esas palabras pasan de mi cerebro al olvido sin dejar rastro.

Y todo esto lo explico porque hace un tiempo recibí unas palabras que sí me llegaron como un halago directo (pero que corrosivo eres jomío!!!!!). Me gustó. Me sentí orgulloso. ¡Qué tío más corrosivo soy!

La dispersión del significado semántico siempre me ha embrujado.

De súbito

En esforzado equilibrio,
un pie sobre la nostalgia,
apenas si roza el otro
movedizo en el olvido.

Bamboleo que ondula,
sañuda la persistencia,
las aguas antes serenas
de mi desdeñada calma.

Te espero solo en el momento
de tu inquietante retorno.
¿Por qué te fuiste?
Y... ¿para quién vuelves?

30 agosto 2005

La guerra

Asisto a una cruenta batalla. De un lado las tropas están comandadas por la Paranoia y la Impulsividad. Los oponentes son liderados por el Sentido Común y la Paciencia. Los primeros están ayudados por los hechizos de la Imaginación. Los segundos se defienden con la magia de la Lógica.

Veo un batallón de dudas avanzando implacables entre certezas despavoridas. Allí unos temores huidizos se defienden con bravura del ataque de los temibles hechos. Cientos de debilitadas ilusiones están siendo aplastadas por las gigantescas realidades. Hay un grupo escondido de oscuras vilezas lanzando una nube de saetas sobre un desorientado grupo de fuerzas de voluntad. La ternura se halla perdida en medio de todo ese caos y el odio ni siquiera se ha alineado con alguno de los bandos. Es un despropósito de batalla... ¡si hasta he visto como la envidia cambiaba de bando en un par de ocasiones!

Y el caso es que todo este lío se ha montado por cuatro sencillas letras.

Nadie es favorito para la victoria. Así que estoy aquí sentado bajo un sauce. Comiéndome una manzana mientras observo a ver qué pasa.

Ultimas noticias: La añoranza, que hasta ahora había permanecido neutral, ha tomado parte en la contienda. Pero, sin quererlo, ha arrastrado a la culpa al bando contrario. No sé como terminará todo esto... pero el campo de batalla va a quedar arrasado.

Lecciones de la vida

Lección. Si no dispones del material adecuado en ese momento, espera a realizar la operación para cuando lo tengas.

Caso práctico. Si no localizas un alfiler en tu casa, no utilices un cuchillo afilado para sacar el líquido de una ampolla. Espera a localizar el alfiler.

29 agosto 2005

Cojito Ergosum

Cuando era pequeño solía dormir la siesta con mi abuelo. Tumbados en el sofá. Le pedía que me contase un cuento para ayudarme a conciliar el sueño. Él contaba siempre las mismas historias, con los mismos personajes. Pero nunca repetía una versión.

Mi historia favorita era la del Cojito Ergosum. Se trataba de un señor que cojeaba (arrastraba el pie con un frús-frús escalofriante, según mi abuelo) debido a que se había caido de joven por una escalera de caracol. Vivía en un país en que las cosas tenían nombres extraños y sus paseos por la calle generaban surreales conversaciones con los más variopintos objetos y personajes. El cuento siempre terminaba de la misma manera. El Cojito Ergosum volvía a casa, se sentaba en su sofá y se ponía a soñar todo lo que había conocido.

Yo siempre le decía que se lo había inventado todo. Que no existía nada de lo que me había contado. Él siempre sonreía en silencio, con los ojos ya cerrados.

28 agosto 2005

Ayer me enamoré tres veces

La primera vez fue de unas sandalias. Y además eran rosas, Wanda. Eran unos delicados zapatos de plástico fucsia con el tacón vaciado. Iban acompañados por un vestido-pañuelo azul cielo estampado con flores rosas. No me fijé en nada más. El problema fue que estaban de despedida de soltera y, aunque esta vez no elegí a la novia, no tenían ganas de jugar.

La segunda vez fue de unos ojos. Ovalados y curiosos. En una primera fase me contó que era de Pamplona, así que emprendí la retirada. Después pensé que tampoco importaba que estuviese de paso, al fin y al cabo, yo también lo estoy el fin de semana. Así que decidí pasar a la segunda fase. Entonces me contó una historia encantadora que abarcaba desde su infancia hasta su matrimonio. Y me despidió con un de todas maneras, nunca me habían entrado tan bien que me supo a veneno en copa dorada.

La tercera vez fue de unas palabras. Llegaba a casa de madrugada, con un agrio sabor en el espíritu. Así que decidí leer un poco antes de caer en la inconsciencia. Y caí en la inconsciencia antes de tumbarme en la cama, escribiendo sandeces a lo loco.

Supongo que son los efectos de una borrachera bien trabajada y el merecido castigo por ver Jersey Girl justo antes de salir.

27 agosto 2005

El ibiza y la secreta

Tenía 19 años. Era el rey del mundo. Acababa de sacar unas notas extraordinarias en la Selectividad y me sentía una de las cincuenta personas más inteligentes de Aragón. Además nadaba cada día y tenía un cuerpo estupendo. La vida era fenomenal. Y yo la veía desde la cumbre.

Mi hermana me invitó a conocer a su nuevo chico. Los novios de mi hermana siempre me caían fatal por decreto. No había nadie que me pareciese bien. Que si aquél es muy pijo, que el otro es muy pavo, que éste es muy amigo. En fin, que yo ya iba bien cargado de prejuicios, por si acaso. Acompañó la invitación con las llaves de su coche, para que llegase a tiempo a la fiesta después de entrenar. Así que cogí a un par de amigos y nos subimos en el coche camino al Campus.

Iba tarde. Cosa que no soporto. Esquivaba coches con mi gran experiencia de cuatro meses al volante en un coche que conducía por primera vez. Cuando estábamos a punto de llegar, un vehículo se paró en mitad de la calle. Me estaba retrasando aquel capullo. Volanteé hacia la izquierda para esquivarlo y volver a colarme entre el tráfico. Y conseguí mi objetivo acompañado por un estridente raaaaaas.

Ya llevábamos retraso, no podía parar. Metí segunda y salí de allí cagando leches mientras mis amigos me sermoneaban con cara de histeria. Yo a lo mío. Que no llego, que me dejéis en paz, que no seáis pesados. Que no habrá sido nada.

J. ¿No vas a parar?
P. No.
J. Vale.
P. ¿Qué pasa?
J. No nada.
P. ¡Coño! ¿Qué pasa? ¡No seas capullo!
J. No si no es nada. Sólo que llevamos a un coche con una luz intermitente en el techo siguiéndonos...
P. JODER!

Paré el coche encima de la acera.

J. ¿Qué le vas a decir?
P. Yo qué sé... Que no lo he visto.
J. Ya. Se lo creerá. Con la sirena y eso era difícil oírlo...

Portazo en toda la cornamenta de J.

El de la Sirena (S). ¿Qué pasa? ¿No ibas a parar o qué?
P. ¿Por qué?
S. Me has golpeado allí en el paseo.
P. ¿Ah, sí?
S. Pues sí, ¿no lo has oído?
P. Vaya, pues no. Es que íbamos con la música...
S. Pues mira. Me has destrozado el parachoques y la aleta.
P. ¡Puta mierda!
S. Bueno, pues tendremos que hacer papeles.
P. Ufs! ¿Y no te importa si no los hacemos? Es que el coche es de mi hermana...
S. Oye, chaval, que yo soy policía secreta, a mi no me la juegues.

Carterazo como en las pelis con carnet profesional en mis morros.

P. Que no, que no... Mira, aquí tienes mi carnet, el carnet de conducir, si quieres te saco los papeles del coche. Pero es que prefiero pagarte yo el bollo, que si no mi hermana me va a echar la bronca.
S. Bueno, está bien. Espera aquí que me anoto tus datos y reviso tus antecedentes.

Maravilloso. El primer golpe de mi carrera automovilística se me ocurre dárselo al Harry el Sucio. ¡Hay que joderse!

S. Vale, está todo en orden. Te llamaré para decirte como quedamos.
P. Perfecto. Lleva esto con un poco de discrección si no te importa...
S. Descuida.

Me vuelvo a subir al coche cabreado como un mono. Todos callados después del funeral. Aparco el coche y vamos para la fiesta todavía en silencio. Allí me encuentro a mi hermana con dos tipos de metro noventa, pelo largo, sin afeitar y pendiente en la oreja. A mi, al estudiante ejemplar, al defensor de las morales cristianas, al paladín del buen gusto... Pero, ¿cómo se te ocurre hermana de mis entretelas?

Le escupo que le he dado un golpe a su coche. Que no se lo diga a los papás. Y que me piro. Inspirador primer encuentro con mi cuñado. Siempre me lo recuerda el muy cabrón.

Pasan los días. Yo a lo mío. Con mi brillante carrera académica de ingeniero en ciernes a toda vela. Esto es, pasando más rato en el bar que en clase. Porque yo tenía el control total y no necesitaba esas pueriles lecciones. Claro, coño, es que era una de las cincuenta personas más inteligentes de Aragón. Y tenían que darme clase unos mediocres. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

A comer a casita. Mamá me espera en el pasillo con cara de diarrea crónica.

M. ¿Qué has hecho?
P. ¿El qué?
M. Vamos, confiesa. ¿Has robado? ¿Te has emborrachado por ahí y has pegado a alguien? ¿Has violado a alguna chica?

Después de todo tampoco era tan grave. Tan sólo había golpeado el coche de mi hermana. Eso sí, contra el de un policía secreta, pero tampoco era para tanto.

P. Pero, ¿qué dices?
M. Que me han llamado de la Policía. De la Secreta, nada menos. Que te andan buscando. Y yo encima les he tenido que mentir y decir que no sabía dónde estabas. Venga, cuéntamelo que algo nos inventaremos....

¿Ahora os explicáis por qué tiendo a alejarme de mamá? ¿Qué no es temible?

Nota. Por cierto. Sudé la gota gorda para poder sacar la dichosa carrera. Mis aires de grandeza duraron exactamente seis meses de capulladas en secuencia.

26 agosto 2005

Causas

Me enteré por mi tía, que siempre me lo chiva todo, de que mi madre estaba muy preocupada porque hace mucho tiempo que no me ve con chica alguna. Así que una tarde de domingo de tú fregas yo seco la tanteé. Ocurre que las chicas de hoy en día son muy ligeras de cascos. No quieren más que llevarte a la cama. Sólo les interesa pasárselo bien. Carecen de valores morales. Y no dan importancia a la familia. Sonreí divertido y mamá se enfadó. Claro, que ella siempre se enfada conmigo.

Para mis amigos el problema es de otra índole. Oficialmente me han concedido un ciclo olímpico, hasta Beijing 2008, para que encuentre pareja. Pero piensan que debería apresurarme más. Inventan excusas ridículas para sacarme de marcha los fines de semana, me hablan de las curvas de esa chica, de lo bien que baila aquella otra, me preguntan qué tal fue mi conversación tras dejarme a solas con las tres estudiantes de Química. Ya se han acostumbrado a recibir mis respuestas: no me atraía su cara, llevaba unas sandalias horribles o ni siquiera sabía cuál era el peso atómico del Litio.

Los conocidos se sorprenden de mi facilidad para entablar conversación con desconocidas en los bares. No me conocen. Se imaginan que tengo una extensa y emocionante vida sentimental. Incluso sienten cierta envidia de mi aparente éxito.

No sé cuál es el problema. Lo cierto es que ni siquiera sé si existe tal problema. Disfruto de muchas de las conversaciones nocturnas. Me siento contento cuando adivino sus nombres. Conozco muchas opiniones. Muchas vidas.

A veces pienso que todo esto es como el principio de indeterminación. Dicen que es imposible localizar al electrón en un momento dado. Pero yo sigo observando como se mueve por si algún día decide dejar de ser onda inquieta, convertirse en corpúsculo perezoso y plantarse justo delante de mi.

Paradojas

¿Por qué cuando le pregunto a Unix por el lavabo de hombres (man wc) me responde esto?


Ininteligible lenguaje informático...

25 agosto 2005

El sentido de los cuentos

Roca estaba aburrida. Iba a cambiar de trabajo en una semana y no tenía mucho que hacer. Me pidió que le enviase algún relato para evadirse. Después de leer el cuento de El Taller del Señor Otto mantuvimos esta conversación.

R. ¿De quién era la ilusión que hizo sonar el cajajac? ¿De Anna o de Otto?
P. Da igual, ¿qué has entendido tú?
R. No sé, es que tengo miedo de equivocarme. Aún no lo he asimilado bien.
P. No te puedes equivocar, se trata de un cuento.
R. Es que no lo tengo claro, déjame pensar. Lo volveré a leer y ya te diré.
P. ¡Eso es lo bueno! No hay que pensarlo. No es una adivinanza. No hay que volver sobre él. Lo que te haya sugerido la primera lectura es lo que cuenta.

[...]

R. Vale, ya lo tengo claro. La ilusión era de Anna.
P. Me parece bien.
R. Pero, ¿es la respuesta correcta? ¿Es lo que tú pensaste?
P. No, yo pensé otra cosa, pero eso me parece una buena interpretación.
R. Dime de quién era la ilusión, si no siento que no lo he entendido.
P. Está bien, pero no es el objetivo de ningún cuento dar explicaciones. Cuando lo escribí pensé que tanto Anna como Otto compartían la ilusión, así que el cajajac sólo funcionó cuando ambos se juntaron.
R. Pues yo no creo que esa sea una explicación válida... Me parece mucho más creíble la mía.
P. ¡Exacto! Tú lo has dicho mejor que yo.

Extraños en un tren

Mirad a Meg erguida en su habitual postura desafiante. Parece estar clavada como cualquier otro de los elementos fijos que sobresalen en el árido andén de la estación. Sus ojos descansan en ninguna parte mientras espera la llegada del cotidiano tren dominical. Tiene una mano en el asa de la maleta y la otra se apoya en la curva de su cintura. Su pierna derecha se dobla delante de la izquierda como si un espectador ajeno hubiese pulsado la tecla de pausa en medio de uno de sus pasos.

A cincuenta metros Sam admira esa ilustración de Meg. Sus dos manos están enganchadas a los tirantes de la mochila. Camina en ambos sentidos de una imaginaria recta de apenas cinco metros. En cada una de las vueltas dirige una velada mirada a Meg. Se diría que está atrapado en un juego de las siete diferencias circular.

A Sam siempre le ha gustado inventar realidades posibles. Jugar con su mente hasta construir una imagen creíble. Imagina que la mirada de Meg es huidiza por timidez, no vislumbra desprecio. Sospecha que la simplicidad de su vestuario implica una férrea despreocupación por la opinión de los demás. Se figura que las grandes maletas esconden una colada que no efectúa entre semana. Deduce que la pertinaz inmovilidad que la ata al asiento del tren es producida por largas y agotadoras noches de sábado. Se convence de que la brusca cortesía con que lo despacha en cada uno de sus casuales encuentros por los pasillos es sólo una muralla defensiva de inseguridad. Cree que el obstinado silencio que guarda en todo momento es señal de su sabiduría, ser consciente de que no se tiene nada interesante que decir. Atisba que la urgencia con la que abandona el tren nace de un sentimiento de prisa eterna sólo adquirido por los habitantes de las grandes ciudades.

La llegada del tren rompe la cadena. Sam abandona la fantasía. Meg, la parálisis.

24 agosto 2005

Universidad alternativa (y III)

MENSAJES de CLASE
* Tú serás pasto de los gusanos. Él come carne de vacuno. Yo pasté la hierba verde. Si yo pasto lo que él come, y él come de lo que yo pasto y por ti fue germinado... ¿Qué coño hacemos en clase?
* Los que saben no hablan; los que hablan no saben: por eso los sabios guardan silencio. Para Stephen.
* En esta clase follar no es un pecado: es un milagro. Hans, eres el mejor!
* Lo importante no es escribir más, sino escribir mejor. Para Pow.
* Los esquiroles: como la escarola, es el vegetal más feo, pero el que más cruje.
* La realidad es una ilusión producida por la falta de alcohol.
* No cabe duda de que el whisky mejora con la edad: cuanto más viejo soy más me gusta.
* La inteligencia es inversamente proporcional a la capacidad de soportar el ruido.

AUTOLESION
* Ahora sólo eres ruinas de lo que solías ser.
* El ovillo de la vida rápidamente desenrollo. No quiero fama ni gloria sólo alcanzar el carrete.
* Aquello que una vez deseamos se nos da siempre hoy... justo cuando lo aborrecemos.
* Sabedlo bien, un corazón solitario no es corazón. Para Pow.
* Pídeme un lugar donde se pueda ser uno mismo, libre, entero... y te daré un cementerio.

Indeseables

Un día te das cuenta de que hay una rémora adherida a tu lomo. Chupándote energías. Miras a tu alrededor. Estás nadando tranquilo entre tus amigos del banco de tiburones y te fijas que nadie tiene su rémora. ¿Por qué yo sí tengo una rémora? ¿Quiero tenerla? El dolor es soportable, pero me está lastrando...

¿Y cuál es la mejor manera de eliminarla? ¿Frotarte violentamente contra una roca? ¿Ayunando para que deje de encontrarte apetecible? ¿Dialogando con ella? ¿Las rémoras son capaces de conversar?

En ocasiones la rémora elimina algún crustáceo superficial que se ha instalado en mi rugosa piel. Pero es que esta rémora me ha salida perezosa. Ni siquiera para eso sirve. Aunque cuesta desprenderse de ella, porque es una rémora solitaria y obstinada. Necesita mi energía. Si la abandono es seguro que muere de inanición.

¡Qué complejo entramado de voluntades!
¡Cómo cuesta deshacerse de una rémora!

23 agosto 2005

Universidad alternativa (II)

MUJERES
* La mujer es al hombre lo que el cáncer a la nicotina: condenación eterna por placer perecedero.
* Jamás sentimiento tan fuerte zahirió mi orgulloso pecho. Nunca soñé alberga dentro un cariño tan sincero. ¡En la vida venderé a mi perro!
* El hombre por naturaleza es romántico... claro que también es estúpido, confiado y ambicioso. Nada de esto es una virtud y de todo nos enorgullecemos.
* Dicen que el hombre no es hombre, mientras que no oye decir su nombre de labios de una mujer. Puede ser. Esto es falso
* Ya sé que tus padres murieron, Dios en el Cielo los tenga, para que no vengan acá y a engendrar más hijos vuelvan. A los intentos de persona que por desgracia abundan en este mundo.
* Las mujeres, como el alcohol, son tanto más peligrosas cuanto más se les hace caso. En pocas cantidades son beneficiosas: achispan la cabeza, elevan el ánimo y parecen indispensables. Pero un exceso da dolor de cabeza, fuerte resaca posterior y aborrecimiento temporal.
* Muchas zorras quieren ser mujeres, para así compensar la gran cantidad de mujeres que son unas zorras.
* Si el alma fuese agua y consiguieses juntar lluvia y mar, jamás alcanzarías a llenar el eterno vacío que tu amor dejó en mi pecho.
* Cuando el sol huya del cielo y la luna luzca brillante, entraré a hurtadillas en tu jardín secreto. Robaré ávido la fruta de tus selectos árboles y, saciado ya de manjares, cuando el sol vuelva a salir, huiré presto con la luna llevándome parte de ti.
* No eres tú, sino la sensación que me produce amarte.
* Las mujeres de este mundo habían ya muerto... fue tu recuerdo quien las mató.

Carencia

El Doctor tenía su consulta en un céntrico piso de la ciudad. Cada día las personas acudían a la consulta sin citarse. Iban pasando por orden de llegada, aunque rara vez coincidían dos personas en la salita de espera. Los espacios entre cada visita eran aprovechados por el Doctor para revisar antiguos escritos de filosofía, sentado en su desgastado sillón de cuero, chupando despacio su pipa, dejando que el tiempo se deslizara apacible.

En aquella ocasión un hombre estaba explicando al Doctor su desesperanza. El mundo le parecía hostil, los problemas saturaban su mente, quería tirar la toalla. Necesitaba descansar de todo. El Doctor desarmó su inquietud con cuatro fáciles preguntas y la frente del paciente experimentó un súbito relax.

-Doctor, usted parece no tener problemas... ¿Cuál es el secreto? -preguntó el paciente.
-Basta con carecer también de deseos -contestó el Doctor.

22 agosto 2005

Separaciones

Era una mañana de domingo perezosa. Estábamos tumbados cada uno en un sofá, mirando la pantalla de la televisión. Ella, sin mirarme, me dijo: ¿Tú me quieres? Yo le contesté sin pensar: No.

Estuvimos hablando un par de horas. Delimitamos la naturaleza de nuestra relación. Analizamos el sentido de lo que nos separaba y de lo que nos unía. Lloramos recluídos cada uno en un cuarto distinto. Nos separamos.

Mantuvimos durante un tiempo la esperanza de revivir un amor que nunca existió. Continuamos con nuestras charlas. Paseamos por el puerto, cenamos a la luz de las velas, hicimos un par de escapadas de fin de semana. Al final tuvimos que admitirlo.

Cogimos fiesta un viernes para poder bajar a Andalucía. Allí un par de familiares especialistas en separaciones nos esperaban nerviosos. Hablamos los cuatro todo el fin de semana, sin interrupciones. Incluso durante las comidas seguíamos dándole vueltas al tema. Cuanto más avanzaba la conversación, más convencidos estábamos ambos de la ruptura. Mi tío se lo explicó a mi madre de una manera muy clara: Me han traído un jarrón que ya estaba roto, no era posible repararlo.

Así que nos volvimos a Barcelona y organizamos la separación. En un par de días repartimos las cosas. A la semana teníamos el convenio firmado. En poco más de un mes ella estaba viviendo en su piso y yo en el mío. Firmamos la separación en dos meses.

En todo el proceso hubo momentos de tensión, pero nunca perdimos la calma. Nuestra ruptura fue como nuestra relación, desapasionada. Aún sigue llamándome de vez en cuando. Aunque no seamos amigos.

Cuando observo las separaciones que me rodean, con abogados, demandas por malos tratos, ensañamiento pasional, avaricia, celos,... Me siento afortunado. Me siento bien.

En lo único que me equivoqué con Ex fue en que no la quería.

21 agosto 2005

Solo eso


Es sólo un cuadro torcido, lo admito. Hace años que el ojo está descentrado. Muestra dos barcazas oxidadas llenando de humo el cielo de un lugar que me evoca el puerto de Venecia. Para Ex ni siquiera evocaba Venecia, tan sólo era un cuadro torcido.

A mi me recuerda la cabeza de mono que pintó mi abuelo para mi clase de dibujo, aquel retrato del profesor desproporcionado que arregló difuminando con el dedo los bordes, la cuadrícula con la que intentaba hacerme comprender las proporciones del ciervo de madera... Muchos momentos compartidos alrededor de aquella mesa del salón de su casa, mientras él respiraba con fuerza y yo lo miraba fascinado, sentado bien cerquita.

Está en la entrada de mi casa. Y nadie lo descolgará de ese lugar.

Futuro presente

Un año de vida. Saberlo le hacía sentirse ya muerto. Impotente ante los azares del destino, olvidado ya del mundo.
Se levantó de la cama poniendo cuidado en apoyar primero el pie derecho en el suelo. Era una superstición adquirida de la que no podía liberarse. Sentado en la cama, con las gafas aún reposando en la mesilla, pensó que no tenía sentido invocar a la buena suerte en adelante. Su ruta había quedado establecida.

Caminó hasta el baño con los ojos medio cerrados, manoteando de tanto en tanto la pared para no tropezar. Vomitó de rodillas con el cuello apoyado sobre la taza, expulsando sangre y vida en monótona rutina. El golpeo del agua de la ducha lo fue despertando despacio. Las expectativas, las ilusiones y los planes se perdían con el agua y las lágrimas por el desagüe.

En la cocina, todavía con el húmedo albornoz envolviéndole, se preparó un café. Mientras la presión de la cafetera alcanzaba su punto de servicio, fumó con la mirada ausente. Quemaba sus esperanzas, revoloteaban con el humo hacia el techo. Volutas que desaparecían en un instante. El seco sonido de la cafetera lo devolvió a la conciencia. Bebió el café de pie, apoyado contra la barra de conglomerado. El negro líquido expandía las tinieblas a través de su cuerpo en descomposición.

Colgó el albornoz en el baño y retomó el camino hasta la habitación. La vulnerabilidad de su cuerpo desnudo lo estremecía. Sacó la ropa del armario y se sentó en la cama. Un violento ataque de tos lo retuvo doblado unos minutos sobre sí mismo. La salud lo abandonaba en cada expectoración. Recuperó la compostura sin abrir los ojos, explorando el interior de su cuerpo en busca de síntomas de tregua. Se vistió despacio, cubriendo con suavidad las grietas de su espíritu quebrado.

Un tercer paseo por el pasillo lo llevó hasta la puerta de la calle. Aún no había abierto la boca. Ensayó un fingido saludo, para ver cómo sonaba. Las palabras recitadas con cuidado sabían enmascarar su ánimo. Aspiró hondo con un dolor esperado. Reunió sus dispersas fuerzas. Cogió las llaves de la cómoda. Las miró con atención, tratando de reconocerlas. Un manojo insignificante de recuerdos huidizos.

Cuando cerró la puerta ya se había transmutado salvajemente en el hijo, hermano y tío al que esperaban otras personas.

20 agosto 2005

Coñete


Hace unos cuantos años tenía la extravagante costumbre de actuar en lugares públicos. Mi actuación consistía en encaramarme a un lugar elevado, bajar mis pantalones y calzoncillos hasta los tobillos, recoger el pene entre las piernas y adoptar la postura de la estatua de Rolls Royce. Llamaron a aquella performance 'el coñete de Pow'.
Cuando Ex se enteró del asunto me prohibió realizar más espectáculos de ese calibre. Lo cierto es que me prohibió muchas cosas en todos esos años. En todo caso, dado que creía estar enamorado de ella, le prometí que lo dejaría el día de mi despedida de soltero.
Esa noche los asistentes no dejaban de solicitar un último pase de la función. Me sabéis pecador, así que les regalé tres últimas actuaciones. La primera la realicé en el restaurante donde cenamos, subido a mi propia silla. Después, en un bar de copas, me aupé a una barra desatendida e hice la pose de nuevo. Ante la estupefacta mirada de las decenas de personas que no asistían a mi despedida. Aunque la más recordada fue la última.
La bailarina había dado por terminado su número. Me había bajado los calzoncillos y me había dado un beso de despedida. Cuando el de seguridad me abrió las esposas, avancé como un pingüino hasta el borde del escenario y actué por última vez. Supongo que corté el rollo a los cientos de clientes que se apiñaban alrededor de la barra en busca de otro género de carne. El de seguridad me sacó a empujones del escenario y la bailarina, avergonzada, ni siquiera se atrevió a dirigirme la mirada.
Fue memorable. Y fue el último.

Nota. Me resistía a compartir esta historia... Pero esto también forma parte de lo que soy.

Perdido

Deambulaba por mi ciudad buscando una floristería. He encontrado un cartel de cerrado, otro de traslado y un tercero de vacaciones. Me he sentido extraño.
Si hubiese querido encontrar una floristería en esa ciudad que me acoje desde hace unos años no hubiera fallado tres veces.
Va siendo hora de volver a casa.

19 agosto 2005

Sentipensantes

Juntamos las palabras para revelar imágenes. Las formamos mirando al exterior desde dentro de la ventana o mirando al interior desde fuera de la ventana. En ocasiones mezclamos ambas miradas en un solo lienzo. Los genios consiguen que en los cuadros no se distinga la intensidad de los trazos. Nos permiten captar la imagen sin percibir el medio. Algunos genios pasan desapercibidos.

"Escribimos para cohesionar nuestros pedazos"
Eduardo Galeano

Una historia real, o eso me dijeron

La terraza estaba casi vacía. Yo ocupaba una de las mesas. A muchos metros un par de chicas compartían una ración de papas bravas. Encargué lo mismo. Las devoré en un santiamén y apuré mi cerveza. Me deprimía pasar las vacaciones en la ciudad y lo primero que se resentía eran mis ganas de cocinar.
Me acosté pronto. Estaba cansado. En mitad de la noche creí entrever un resplandor en el pasillo. Me levanté descalzo, con el ceño fruncido. Avanzaba por el pasillo enfocando el origen de aquel destello. Una pequeña estatuilla se acercaba flotando hacia mí. Era una mujer vestida de blanco y azul. Parecía una proyección en tres dimensiones de R2D2. Acerqué un dedo con cautela y conseguí atravesar aquel haz de luz sin daño. Estuve varios minutos observando la muda figura. Dando vueltas alrededor de ella. Tratando de descubrir el truco.
Me levanté a la mañana siguiente y encendí el móvil. De camino a la ducha oí un primer mensaje. Cuando mi pie pisó el suelo de la bañera oí otro. Tenía la boca pastosa y un lacerante dolor de cabeza. Me sentó bien perderme en el agua tibia. Me notaba atontado.
Salí de la ducha con la toalla anudada y consulté el teléfono. ¡Dieciocho mensajes! Alguien me había echado mucho de menos ayer. Repasé la lista de llamadas con extrañeza. No acababa de entender lo que veía. Eran llamadas de dos días atrás...
Un complejo entramado de conversaciones enlazadas me hizo descubrir que había estado dos días seguidos durmiendo. También me enteré de que había visto en sueños a la Virgen de Lourdes. Por último, descubrí en el diario que la salmonelosis había acabado con la vida de una chica y que su compañera estaba ingresada en estado de coma. Ambas habían cenado papas bravas en la terraza de aquel bar.
¿Por qué se me apareció la Virgen? ¿Y por qué a mí?

Otra clase de milagro

Tres días poniendo patas arriba el cuarto de baño. He utilizado lejía, limpiabaños, limpiacristales, salfumán, limpiacañerías, limpiaduchas,... No hay manera. Ese asqueroso olor a podrido no desaparece. Desde que Gork vomitó por todo mi baño el pasado fin de semana no he conseguido descubrir el origen de la peste que lo impregna.

Esta mañana he encontrado la solución: un destornillador. ¿Cómo se puede llegar introducir vómito detrás de un armario atornillado a la pared? ¿Qué grado de torsión de cuello es necesario para obrar tal proeza? ¿Cuántos exorcismos requirió Gork después de aquella noche? ¿Quién dijo que la viscosidad de los líquidos fuera uniforme?

Vamos, que casi he caído de rodillas subyugado por la fuerza del milagro...

18 agosto 2005

Julián Roberto

Ya os expliqué que poseo dos nombres que no pueden apocoparse con naturalidad.

Cuando nací mis padres querían llamarme Julián, pero nací el día de San Roberto y me pusieron ambos nombres. Los primeros días de vida fui Julián. Aunque para mi hermanita siempre fui Beto. Con su insistencia en llamarme Beto, toda mi familia pasó desde muy pronto a llamarme Beto.

Me llamé Beto unos cuantos años. Pero en cuanto tuve algo de conciencia comencé a presentarme como Julián. Mis compañeros de colegio, mis amigos, mis novias y mis colegas del trabajo siempre me llaman Julián, algunos incluso utilizan Julián Roberto. Ex sigue llamándome Julián.

Las conversaciones entre miembros de mi familia y miembros de mis otras familias no consanguíneas son desconcertantes.
-Vi a Julián por la calle y lo encontré más delgado que la última vez.
-Pues con lo que come, no sé que hace este Beto. El fin de semana estuvo en casa y se puso morado.

El día de mi boda, con media familia llamándome Beto, la otra media Julián y el cura (cuando acertaba, el pobre) Julián Roberto fue de lo más abstracto.

Al final te acabas acostumbrando, pero los nuevos conocidos siempre acaban por preguntarme por qué he organizado este lío. La respuesta es sencilla, me gusta que me llamen Julián.

Apenas

Ayer lo vi. Encima del escenario. Llenando el recinto con su aflautada voz de tenor. Erguido en su metro noventa de músculos bien entrenados. Transmitiendo sueños a través de sus ojos verdes. Moviéndose con decidida energía a lo largo de toda la actuación. Estaba pletórico. Nunca lo había visto mejor.

Lo saludé después del concierto. Un cálido abrazo que me supo a familiaridad sincera. Me habló como siempre lo hace, con cercanía dulce y pasión contagiosa. Me acordé de lo bien que lo hemos pasado juntos los últimos años.

Y casi se me olvida que lo devora un despiadado cáncer.
Casi.

El domingo por la tarde nos vamos para Barcelona. El domingo por la noche nos emborracharemos. El lunes por la mañana le dirán lo que será de su vida a partir de ahora.

17 agosto 2005

Vergüenza

Hoy he tenido uno de esos días en los que uno necesita olvidarse incluso de su propia compañía. Por norma, utilizo una táctica infalible. Me doy un capricho.

Hace unos meses vi la película El Diario de Noah. Me pareció tan conmovedora que investigué un poco la historia. Descubrí que estaba basada en un libro. Como siempre he pensado que los libros son mejores que las películas, me he dirigido a la librería a comprar mi regalo.

No sabía el nombre del autor, así que he preguntado al dependiente. Me ha acompañado a la estantería y me ha mostrado el libro. He leído las solapas y la contraportada. He revisado el lomo y he descubierto una pequeña imperfección en la encuadernación. Me gustan los libros perfectos. Me he puesto en cuclillas y he estudiado el estado de los demás ejemplares. Cuando he encontrado uno en buenas condiciones he levantado la vista y he leído: Novela Romántica, Nora Roberts, Victoria Holt,...

Me he quedado en cuclillas unos minutos. Valorando si debía llevarme el libro. He vencido mis reticencias y me he incorporado convencido. Con la cabeza bien alta.

Cuando he pasado por delante del dependiente me ha dicho con una sonrisa: Si quieres, arriba a mano derecha, te lo envuelven para regalo. Suerte que mis recientes excursiones a la montaña han teñido de rojo mi cara de forma natural.

100

He publicado cien artículos en tres meses. Algunos los he preparado durante días, otros los he volcado en el momento e incluso he recuperado unos cuantos escritos de hace unos años. Al volver la mirada atrás reconozco momentos en las palabras. Me transporto a lugares que visité. Me estremezco.

Suelo escribir con desorden e incontinencia. Supongo mi estilo se reconoce, aunque parece más un blog multiautor que una página personal. He hecho un repaso de todo lo que contiene y quiero elaborar una lista con mis artículos favoritos.

Pensamientos - La memoria
Cuentos - El taller del señor Otto
Lecciones de la vida - Coherencia y Contumacia
Recuerdos - Striptease
Puzzles - La fabulosa chica palindrómica
En pocas palabras - Black Out

Quizá en otro momento la selección hubiese sido distinta. Ahora, éstos son los que cuentan.

16 agosto 2005

Necesidad

Todos quieren consolarme hoy. Quieren que les hable. Y yo no necesito hablar.

Necesito
que me acunes con ternura entre tus brazos,
que me revuelvas despacio el pelo,
que estés a mi lado sin notarte,
que me envuelvas delicada en el silencio,
que cuides el equilibrio de mi cabeza degenerada,
que me abraces sin fin,
que me saques a la fuerza de paseo,
que me hagas reír sin proponértelo,
que me regales unas gafas de plastilina,
...

Necesito que me ames.
Aunque no existas.
Hoy tan sólo te necesito a ti.

Historias de Vampiros I

Vlad se despertó a las ocho de la tarde. Era temprano pero tenía muchas cosas que hacer aquella noche. Caminó a oscuras hasta la nevera. Sacó un cartón de sangre pasteurizada baja en azúcar y un trozo de morcilla de vísceras animales. Desayunó hojeando con pereza el diario. Leía los artículos de opinión en secuencia y el resto de las noticias en diagonal. No le interesaban las intrigas políticas ni el estado de la ciudad. Recogió la vajilla en los desportillados armarios y se vistió con su ligera capa para vuelos cortos. Se palpó la cara, se pasó una mano por el pelo y se aplicó un poco de crema palidecedora. Después despegó desde su ventana tras mirar con cuidado en ambos sentidos.

Mientras volaba hacia el trabajo su cabeza repasaba las citas que le aguardaban. Debía solucionar un par de envíos en el trabajo a primera hora aunque después podría dejar pasar el resto de la jornada con despreocupación. Tenía una cena a las cuatro de la madrugada con Sara, ese monstruo achinado de piel verde y cabello rosado. Adoraba a aquella chica. Llevaban tiempo viéndose y sabía que aquella iba a ser la noche.

Llegó con tiempo al trabajo, así que paró a tomar una infusión de cenizas en el bar. Se sentía despejado, pero quería relajarse antes de incorporarse al frenético ritmo de la noche.

Al cruzar la puerta de la oficina Jararacas le lanzó una taza de cerámica acompañada por un saludo atronador. Vlad la agarró al vuelo por el asa y se acercó a la máquina para servirse un poco de suero. Jararacas era lactante. Miraba con los ojos muy abiertos a Vlad mientras le explicaba los problemas que tenía para encontrar suministros de calostro. Entonces apareció Loogaroo por la ventana. El jefe lo había sermoneado en muchas ocasiones por convertirse en bola de fuego dentro de la oficina, pero Loogaroo era demasiado obstinado para controlarse. El fuego se metamorfoseó en vampiro y se unió a la conversación.

Se sentaron en sus mesas para comenzar la jornada. Vlad realizó un par de llamadas telepáticas para asegurarse que los transportes estaban preparados. Tuvo que dejar en espera a un conductor porque Talamur lo telepateó para avisarle de que llegaría tarde. No era ninguna novedad, Talamur siempre llegaba tarde. Sus extraños métodos de necrofagia telemática hacían que su desayuno requiriese demasiado tiempo.

Le avisaron de que los camiones habían partido de las granjas de humanos de Ultra y Ciudad Ventrue hacia los supermercados. La escolta aérea no informaba de ninguna anomalía. El reparto se había convertido en una tarea peligrosa tras la proliferación de los nosferatu. Cuando los camiones llegaron sin percances a su destino, Vlad informó a su jefe de la operación y se relajó en la silla a esperar la hora de salida.

Abandonó pronto el trabajo con una rauda despedida mental. Pasó por la librería para buscar aquel libro de poemas que tanto le gustaba. Encontró una edición bastante nueva, apenas tenía unos doscientos años. Resultaba cara para su economía, pero la compró igualmente. El libro hablaba de tiempos pretéritos, de cuando millones de humanos poblaban con su salud las ciudades a lo largo y ancho de todo el mundo.

Se elevó sin desplegar la capa hasta la cúpula de la torre restaurante. Allí lo recibió un gitano con una teatral inclinación. Los gitanos siempre le habían producido cierta repulsa, no se sentía cómodo con tanto servilismo. Lo acompañó hasta la mesa y Vlad comenzó a estudiar la carta.

Sara llegó puntual. La recibió con un tierno mordisco en el cuello y la ayudó a sentarse. Escogieron juntos el menú; ensalada de mollejas y criadillas e hígado crudo. También pidieron un concentrado puro de sangre, reserva del 08. Al fin y al cabo era una ocasión especial. Sara había aceptado el libro y la proposición. Era su última cena de libres. Mañana emprenderían su vida en consorcio.

15 agosto 2005

Temblando

Lágrimas frías descienden inútiles
bañando mis inexpresivas mejillas.
Luchar por respirar otra bocanada,
no hay aire que merezca la pena.
¡Caprichoso e injusto destino!

Todo es destrucción desoladora
la vida fluyendo imparable.
Sentir el dolor de otros,
necio disfrute de oxígeno.
¿Quién dijo que la vida fuese justa?

Carne encrespada ingobernable,
sensación de muerte asfixiante.
Creer que Alguien me mira,
y en ocasiones me escucha.
¡Despierta ya de tu sopor!

¡Maldito e injusto tiempo!
Párate ya y déjame respirar.
Asfixias mi ilusión,
devoras mi sentido...
¡Indúltame de tu inexorabilidad!

14 agosto 2005

Vida menguante

Este fin de semana me han venido a visitar dos personas, aunque eran tres seres humanos. Hace dos semanas que solicitan mi consejo porque quieren eliminar a uno de los seres humanos. Me he negado todo el tiempo a darles una opinión. Y no se la daré. En ocasiones nadie puede ayudarte. Esta es una de esas ocasiones.

Tengo ganas de pedirles que permitan que el ser humano se convierta en persona. Si acaso, ya me lo quedaría yo. Pero claro, eso no es posible.

Costumbres

Cuando conozco a una chica en un bar, por propia iniciativa, sigo un mismo guión. Me presento. Olvido al instante su nombre. Y me pongo a charlar con ella.

Siempre de lo que se ocurre en ese momento. Nunca de la frecuencia de sus visitas al bar o de su situación sentimental.

Me bastan diez minutos de conversación para descartarla. A ella le suele sobrar buena parte de los diez minutos para descartarme a mi. Después me marcho sin mirar atrás. Adiós, que pases buena noche. Ni siquiera un farsante ya nos veremos.

Me da por pensar que soy como aquel sabio que buscaba la piedra filosofal. Cuando la encuentre no recordaré su nombre ni seré capaz de volver a dar con ella. La tiraré sin miramientos al lago del olvido.

13 agosto 2005

Para Pow

Pow,

De las últimas siete veces que me has prometido algo me has fallado un total de siete. Comprende que tenga una cierta reticencia a creer algo de lo que me dices. He redirigido tus correos hacia mi bandeja de spam, así que no dudes en escribirme lo que te plazca. Y no te preocupes por si te odio o dejo de odiarte, para mi no existes.

Sigue siendo un desastre, eso también forma parte de tu encanto. Pero si eres tan considerado te rogaría que lo fueses bien alejado de mí. Ya sabes lo caprichosas que somos las mujeres...

Te contesto porque veo que eres incapaz de asumir tu fracaso. Quizá así consiga que me olvides.

Para terminar, te recomiendo que te pierdas en el laberinto de tu óleo. Con suerte no encontrarás la salida.

Siempre de otros,
A.

Reacciones

Cuando te explican un suceso que marcará definitivamente la vida de otra persona, como que se ha quedado sin dedo por dejarlo apoyado en el quicio de la puerta, hay dos reacciones habituales: la negación y la paranoia.

La negación se apoya en frases del estilo 'eso le pasa por ser un despistado' o 'a mi nunca me pasaría, yo no dejo apoyados mis dedos en el quicio'. Culpamos a la otra persona por instinto y nos autoconvencemos de que somos inmunes a esa desgracia.

La paraonia se sustenta en afirmaciones opuestas 'no me lo explico, era siempre tan cuidadoso' o 'a ver si me va a pasar a mi, yo nunca tengo cuidado en apoyar mis dedos donde sea'. Nuestra mente incrementa la intensidad del peligro alarmada y defendemos a la víctima sin concesiones.

Ambas reacciones son naturales, aunque no creo que alguna sea sana.

Las cosas suceden. Y les suceden a las personas. Cualquier cosa le sucede a cualquier persona en cualquier momento.

12 agosto 2005

Estúpido

Me siento morir.
Es posible que no pueda volver a salir de noche por la ciudad sin ser reconocido.
Me emborracho, a veces. Ayer me emborraché. Tengo la mente tan obtusa que soy incapaz de trabajar. Incapaz de escribir.
Hablé con siete chicas distintas anoche. Unas me sacaron la tarjeta roja, otras me amonestaron con la amarilla, alguna tan sólo pitó falta...
Y ninguna me gustaba. Pero necesitaba acción.
Es lo que soy.

La visita de Roca III

A la mañana siguiente Pow se levantó temprano. Hacía muchos meses que sólo empleaba cinco o seis horas en dormir. Limpió la casa, hizo la colada, bajó a por el periódico, compró seis cervezas y se sentó con pereza a leer un libro recién adquirido en la terraza. Hacia la una de la tarde apareció Roca con cara descansada. Acordaron comer en Sitges. Con la preciosa carretera del Garraf como escenario rememoraron la jornada anterior. Eran todos tan distintos y sin embargo se sentían tan a gusto juntos. Recordaron a Isaías tumbado en el suelo del tren, con decenas de pies contorneando su cuerpo, mientras hacía carantoñas a aquel bebé. A Aurelio comiendo barritas de muesli sin descanso y describiendo las peculiaridades naturales del paisaje. A Gork y a Spiderwoman haciendo carreras por las pendientes. A Turco disfrazado con la capa fucsia de Pow, emulando Titanic en lo alto de aquel risco. A Roca con su odiada imagen de Spice Girl pija. A Pow preguntándose por qué en aquel cartel la velocidad máxima del tren estaba escrita como un intervalo en vez de como una cifra concreta...

Tomaron una cervecita en aquel chiringuito playero, mientras observaban caminar a la tenista. No pararon de hablar de sí mismos en todo el rato. Incluso cuando comieron un arroz caldoso con bogavante acompañado por un afrutado y helado vino blanco. Pow disfrutaba de un día fenomenal. Estaba tan atrapado en la conversación que hasta terminó de comer después que Roca. Disfrutaron de unas horas perfectas. Pasearon por la playa despacio mientras se seguían conociendo. Admiraron el acogedor casco histórico del pueblo cobijados por la reconfortante sombra y volvieron con el espíritu renovado a tomar la sinuosa carretera sobre el acantilado.

Roca dijo que quería ver una película en castellano. Así que eligieron Semen e hicieron una llamada a Gork y Spiderwoman. Cuando llegaron al cine Gork aprovechó un momento discreto para contarle a Pow que creían que Spiderwoman estaba embarazada. Pow se quiso morir. ¿Cómo no se lo había dicho antes? ¿A quién se le ocurre ver esa película en tales momentos? La historia que contaba la pantalla era divertida, pero sólo sonreía Roca. Era la única que no estaba al corriente.

A la salida del cine se despidieron de Gork y Spiderwoman. Pow los observó alejarse preocupado y Roca, que se dio cuenta de esa mirada, eligió la discreción. Pasearon despacio por calles conocidas hasta el restaurante italiano. Cenaron deliciosa pasta rellena de pera a la luz de las velas. El Lambrusco rosado ayudó a que terminasen de confesarse sus últimos pecados. Parecía que no iban a poder dejar de hablar nunca. Un nuevo paseo sin prisa les condujo a casa. Se fumaron un último cigarrito en la terraza, en un silencio instaurado por primera vez después de muchas horas. La mañana siguiente no se verían, así que se despidieron con educación y extrañeza. Resultaba cómico haber compartido unos días tan intensos y despedirse con esa cortesía tan medida. Se prometieron repetir pronto aquel perfecto fin de semana.

Y todo esto ocurrió sin la más leve pizca de romanticismo. Ocurrió que se habían convertido en buenos amigos en poco más de un mes, y eso que desaprovecharon la oportunidad de intentarlo en el pasado durante más de dos años.

Nota. Me he quedado en tres partes porque no hay nada más que contar ;-)

En cuarentena

Hoy paseaba absorta por la ciudad pensando en esa lengua ajena que se ha instalado en mi cabeza. He visto a un chico fijarse en mí a través del reflejo del escaparate y he pensado que a mis cuarenta y cinco sigo resultando atractiva. Eso me ha hecho sentir joven.

He recordado que hace quince años todo parecía más fácil. Emigré al extranjero detrás de mi amor verdadero. Las expectativas de aventura eran abrumadoras. Era consciente del desafío al que me enfrentaba y la ilusión por superarlo me llenaba. Apuntalé mi carrera profesional durante cuatro años de negación, renuncié a la maternidad. Retuve España en mi corazón con esporádicas visitas cargadas de buenos momentos. Conseguí con el tiempo disfrutar el enrevesado humor extranjero. Viajé a los lugares más preciosos del mundo. Llené mi hogar con todas esas cosas que el dinero puede pagar. Fasciné a cada uno de los nuevos amigos que encontré en el camino. Exploré la perpetua senda de lo deseado.

Todas aquellas metas y muchas más han sido superadas. Pero no me siento feliz. Descarté muchas alternativas para llegar hasta aquí. Y algunas de ellas jamás volverán a ser posibles. Dudo si me equivoqué, pero en todo caso, la vida sólo se recorre en sentido directo.

11 agosto 2005

Cuando sea


Cuando sea un espíritu libre...

    Gimiendo por planos extraños
    buscaré tu luz como Grial sagrado.

    Encontraré, por pereza dormido,
    tu corazón ya desencantado.

    Mentiras urdiré en tu pecho
    vacío entonces de aquella pasión.

    Así luzcan de nuevo tus ojos
    con el lustre acendrado de la ilusión.

... cuando sea un espíritu libre

La visita de Roca II

A la mañana siguiente se levantaron temprano. La preparación de las mochilas resultó divertida. Ella llevaba cuatro litros de agua, él sólo medio. En la mochila de Pow se apilaba ropa para cualquier situación meteorológica, mientras Roca tenía únicamente un fino jersey blanco. Todo sonaba nuevo y diferente. Nunca se habían tomado la molestia de conocerse.

Esperaron en la calle a Aurelio, que había tenido hace tiempo una estrecha relación con Roca. Ella estaba nerviosa por volverlo a ver. Quería recuperar los momentos perdidos. Aurelio aparcó la moto y se enlazaron en un conmovedor abrazo. Con casco incluido.

Pow los condujo a la otra parte de la ciudad para completar el grupo. Gork y Spiderwoman a lomos de su potente moto, Isaías con su descuidado aspecto rural, Turco lanzando bromas sin contención... Parecía no haber pasado el tiempo desde la última reunión.

Una vez hubieron llegado a Nùria subieron al melancólico tren cremallera que conducía hasta el santuario. Pow y Aurelio gastaron todo el camino discutiendo la ruta de la excursión. Se inclinaban sobre el mapa señalando caminos con el dedo, estudiando desniveles y valorando posibilidades. El acuerdo se alcanzó tras arduas negociaciones bipolares a la par que el resto disfrutaba del trayecto.

La llegada al santuario fue un momento casi mágico. El tren abandonó un túnel en la montaña para mostrar el cuidado lago que protegía la rústica casa balneario. Personas paseando en barca, parejas disfrutando de la hierba verde, familias jugando con sus niños por cada rincón... El silencio se extendió inacabable entre los compañeros.

Fue entonces cuando Aurelio buscó las llaves de su moto sin éxito. Las había dejado puestas. Hizo cuatro o cinco llamadas y despertó a todos los amigos que no habían tenido la precaución de apagar el móvil la noche anterior. Finalmente convenció a Daniela para que se acercase al lugar a recuperar las llaves. Cuando ella llegó al sitio donde había estado la moto comunicó a Aurelio que ésta había volado. Aurelio llamó tranquilamente a la policía, puso una denuncia y encabezó la marcha sin más distracciones. Para él todo resultaba así de fácil.

Mientras ascendían paralelos al fresco arroyo estudiaron las pozas ideales para gozar de un baño en el descenso. Superaron la ascensión en grupos de dos o tres, rememorando un pasado común. Comieron tumbados sobre una hierba llena de calvas. Se dejaron acariciar por la suave sensación de la comida compartida en la soledad de las montañas. Tras el merecido descanso, descartaron el ascenso al pico porque varios de los excursionistas se encontraban bastante justos de fuerzas. Así que emprendieron la bajada corriendo por la pedriza suelta. Desafiando al equilibrio, a la física y al sentido común. Cuando llegaron a la poza elegida se dieron un frío baño en ropa interior. Y lanzaron fotos a todos esos cuerpos desnudos a discreción.

Después, en el bar del santuario, hicieron decenas de mordaces observaciones sobre cada una de esas fotos mientras tomaban una cervecita fresca. Más tarde el tren les llevó de vuelta al coche y deshicieron el camino embriagados por el poso de felicidad acumulado tras la marcha por el monte. Los pasajeros del asiento trasero se aletargaron relajados mientras Pow y Aurelio mantenían una apasionante conversación sobre los peligros de la carretera erguidos en las plazas delanteras.



Llegaron tarde a la ciudad, así que pararon a comprar embutidos y quesos e improvisaron una cena en casa de Pow. Cuando vieron la moto de Aurelio aparcada en la puerta y con las llaves todavía puestas un torrente de risa los anegó. En adelante la amiga de Aurelio pasó a llamarse Daniela la Ciega. Hasta el propio Aurelio disfrutaba con la situación.Pasaron por turno a la ducha. Limpios y cómodos comenzaron a picar mientras daban cuenta de todo el vino que había en la casa. Charlaron animadamente hasta las cuatro de la mañana recordando cada anécdota ocurrida en ausencia de Roca. Ella reía encantada. Cuando todos se hubieron ido, Pow y Roca recogieron los últimos vasos y se desearon buenas noches.

10 agosto 2005

Etimologías

acóbrata.
1. com. Persona que teme a las cobras. Las evita subiéndose a las alturas sobre el trapecio o la cuerda floja.

De paseo


Caminar con Aurelio por la ciudad es siempre distinto. En ocasiones se para en la esquina de dos calles para señalarte el cielo fascinado. Te describe la disposición de las nubes y los colores que forma el atardecer. Y no te deja moverte hasta que no los has mirado de verdad. Otras veces recuerda un bar especial que hace tiempo que no visita. Tiene mala memoria, así que has de seguirlo en su sinuoso rumbo hasta que encuentra el escondido lugar. Una vez dentro te describe con pasión todos los motivos por los que adora estar allí. Si vas a comprar con él al mercado te descubre los puestos más encantadores. Habla con los tenderos interesado en la composición de los productos. Rebate sus argumentos con ardor y terminas llevándote alguna extraña hortaliza criada en un diminuto campo del Pirineo a precio de ganga. Cuando pasas por una plaza te coge del brazo para detenerte. Te cuenta la historia de algún amor pasado que se fraguó en aquel banco de la esquina. Se sienta con la mirada perdida y no tienes otra opción más que sentarte a su lado hasta que termina de recordar el momento. Y si tiene un día risueño incluso se despide de ti con un fuerte abrazo.
¡Es tan divertido recorrer la ciudad a su lado!

Marieta III

La separación
Papá se mudó a otro apartamento. Uno más pequeño y con menos adornos. Se sentía terriblemente avergonzado. Vagabundeaba por su nuevo hogar con la cabeza gacha. Los días se le hacían interminables y al llegar la noche se entregaba a la tristeza y la miseria. Había perdido el contacto con la gente. Se castigaba con una soledad autoimpuesta para recordarse su atroz crimen. Estaba condenado.
Marieta compró un Nuevo Conejo. Lo llenó otra vez de nuevos y mejores cuentos. Nuevo Conejo era aún más divertido que el anterior y Marieta se sentía orgullosa de poseer un animalito así. Lo mostraba a sus amigos con una sonrisa placentera y volvió a disfrutar de tener un ser favorito. Todo había vuelto a la normalidad.
Papá echaba mucho de menos a Marieta... y a Conejo.

El final
Con el tiempo Marieta acabó olvidándose de Papá. En parte porque Mamá lo había sustituído y en parte porque Nuevo Conejo la absorbía cada día más. Había crecido sano y lustroso. Era el amor de su vida. Incluso había ganado un concurso de belleza que había reportado a Marieta fama de excelente cuidadora en todo el condado. Era tan feliz que ya no recordaba la enorme pena que sintió por Conejo.
Papá seguía pensando cada día en Marieta. No podía sacar de su cabeza la culpa por la traición cometida. Seguía la rutina sin encontrar sentido a nada. Se convirtió en un solitario cargado de nostalgia y acabó abandonándose al desánimo. Había intentando contactar con Marieta en un par de ocasiones sin éxito. Necesitaba su perdón.
Ese perdón nunca llegó.

09 agosto 2005

Tiempo

El tiempo lo cura todo. Eso dicen.

Tras atravesar una cenagosa ruta emocional siempre te encuentras con el consabido consejo. Se formula de distintas maneras pero es el único origen de las palabras de consuelo. Y todos lo dan por sentado.

Cuando acaba de evaporarse un insano y prolongado amor, las personas te arrullan con sus letanías: 'con el tiempo encontrarás a otra persona', 'deja pasar un tiempo antes de intentarlo de nuevo', 'tiempo al tiempo, ya verás',...

Cuando le has fallado estrepitosamente a un amigo y éste te castiga con su ignorancia, vuelven las conocidas retahílas: 'ten paciencia, ya se le pasará', 'perdonarte le va a llevar su tiempo, pero lo hará', 'dentro de unos años os reiréis de todo esto',...

Cuando has dejado embarazada a tu novia en un ensayado descuido y eliges el aborto llegan a ti frases familiares: 'no era el momento adecuado, quizá con el tiempo', 'sois jóvenes, tenéis todavía mucho tiempo por delante',...

Pero el tiempo tan sólo se compone de tiempo. Es una medida antojadiza de la vida. Carece de poder reparador. Todo lo más que puede hacer es suavizar la sensación vital de desasosiego.

Hay cosas que no se pueden reparar ni sustituir. Simplemente se rompen. Y ni siquiera el omnipotente tiempo es capaz de restaurarlas.

La visita de Roca I


Pow esperaba a Roca sentado en un banco metálico de la estación. Miraba distraído los escalones emergentes de la escalera mecánica que subía del andén. Sin embargo, ella apareció por un camino inesperado y se toparon por sorpresa. Apenas se reconocían. Él pesaba quince kilos menos y ella no llevaba tacones. Observaron su delgadez y su menguada estatura durante un instante. Con presteza cambiaron la estupefacción por un tímido saludo y se encaminaron a casa de Pow.

Prepararon una cena ligera para pasar a combinar cerveza y nicotina acomodados en la refrescante brisa nocturna que atravesaba la terraza. Charlaron durante horas de sus vidas poco convencionales. Del exilio por amor de Roca y de la tenaz independencia a caballo entre dos ciudades de Pow. La crisis de los treinta se expresaba de manera opuesta en cada uno. Roca luchaba por reafirmarse en aquel país extraño mientras postergaba con preocupación la maternidad. Sentía la oportunidad desvanecerse, quería cambiarlo todo pero le gustaba lo que tenía. Pow se apoltronaba en su soledad pero soñaba con la compañía. Quería encontrar otro camino, aunque adoraba su autonomía.

La oscuridad creció con sus palabras. Lo inalcanzable de la solución los llevó a una vía muerta. Se dieron unas ahogadas buenas noches con el deseo de un mañana más sonriente.

¡Y cuánto se rieron de su menospreciada relación pasada!

La memoria



La memoria es una historia inventada. La vida de la memoria es la historia interminable. El tiempo modifica su estructura. La mente se alimenta de fantasías reales que nunca ocurrieron. Y todas las palabras nacen de los recuerdos.

El hombre es testigo de su propia conciencia a través de las generaciones. Nada es nuevo aunque mucho sea inventado. Cada uno llevamos dentro la herencia de vidas anteriores. Somos el producto de una composición milenaria.

08 agosto 2005

6. Lo demás - B.A. y VII


El peligro emboscado de lo cubano en Boca, el ambiento nocturno de Palermo, la serenidad del Jardín Japonés, la extravagancia del delta de Tigre, cualquiera de esos encantadores cafés de principios de siglo, el contraste al entrar al subte más antiguo de América...
¡Todavía queda mucho por disfrutar!

El Juicio. Marieta II

Marieta no podía soportar la pérdida de Conejo. Así que hizo lo único que podía hacer: demandó a Papá.
Papá se presentó en el juzgado esposado y avergonzado. Su aspecto denotaba que se sentía culpable. La abogada demostró que había actuado con crueldad y que no había pensado en Marieta sino en sí mismo. Expuso con claridad su asesinato orquestado de manera pasional. Demostró que Papá había disfrutado torturando al pobre Conejo y que cuando se dió cuenta del estado en el que lo había dejado decidió acabar con su vida sin más miramientos.
El jurado apenas tardó en deliberar y condenaron a Papá a mantenerse lejos de Marieta. Y le prohibieron hablar con ella.
Papá sintió que un trocito de su vida se desprendía en ese momento, pero acepto llorando por dentro el veredicto.
Marieta se había vengado.

05 agosto 2005

Realidades

Pensaba que iba a tener miedo cuando volviese a coger la moto después de lo que pasó. No ha sido así, ha sentido pavor. Cada coche, cada esquina, cada peatón... El peligro se hacía físico a cada instante. Ha conducido con una cautela exquisita, tumbando lo imprescindible en cada curva. Se ha sentido aliviado cuando por fin ha podido bajar del endemoniado invento.
Un rato después se ha propuesto enfrentarse a su incapacidad. Se ha colocado el casco y los guantes con decisión. Ha subido a la moto y ha dado un paseo de media hora por el mismo centro de la ciudad. La inseguridad ha vuelto a atemorizarle, pero ha aguantado sin desfallecer todo el trayecto. Obligándose a sentir lo que debía sentir.
Sigue con el miedo en el cuerpo, pero se siente capaz de volver a montar.

5. Barrio de La Defensa - B.A. VI


Caminando por la calle Defensa, tras contener la curiosidad que despiertan sus numerosos puestos de anticuario, se llega a la plaza Dorrego. Es un encuentro con la Argentina rural que todavía esconde la ciudad en muchos de sus barrios. Los fines de semana un curioso mercadillo convoca tanto a turistas como a vecinos en la plaza e invita a tomar un mate bien calente mientras se pierde la vista entre todos aquellos cachivaches.
Puedes recibir una muestra de la hospitalidad y educación del argentino preguntando lo que sea a cualquiera de esos tenderos.

Guiones

Ayer me contaron una teoría curiosa.
Dicen que todos tenemos un guión en la vida y que éste viene marcado por aquellas historias que más nos atraen. Aquellas que siempre nos han atrapado.
En mi caso me dijeron que era un romántico idealista por mi gusto por La Princesa Prometida o el Mago de Oz. Y que mi inapelable obligación moral y mi sentido de la tragedia proviene de Hamlet.
¿Qué os parece?

Una promesa



La velocidad de paso de los árboles crecía en la misma medida que la nitidez de mis recuerdos. Me hallaba en aquel pisito de dos habitaciones poco iluminadas, con el empotrado de cocina y ducha oculto tras bastos paneles de conglomerado. Revivía una sensación de lucha diaria que me oprimía y me bloqueaba. Miraba el mundo intentando encajarme como la pieza sobrante de un tangram imposible.
En aquella época los personajes más estrafalarios inundaron de sufrimiento mi ya atormentada vida. Fueron años de existencia en los extremos. En un momento lo daba todo por perdido y al segundo la esperanza me impulsaba más allá de mis propios límites. Me conocían en casi todas las editoriales de la ciudad, pero no por mis cualidades literarias, sino por mi desmedida perseverancia. Cada día me presentaba a un desconocido con mis relatos impresos bajo el brazo y le contaba un montón de historias que él no deseaba oír. Cuanto más disminuían mis ganas de escribir, más peticiones de nuevas palabras recibía. Entonces el momento cósmico llegó. Todos los factores se alinearon de modo que uno de mis escritos cayó por casualidad en las manos del editor adecuado. Desde el principio tuvo una fe inquebrantable en mis letras y ahora que todo ha salido bien solemos reírnos de las estratagemas que tuvimos que urdir para colocar mis libros en el mercado.
Hoy tengo un precioso estudio en el mejor barrio de la ciudad, recibo cientos de alentadores mensajes de mis lectores, mi marido entiende y soporta mi profesión con una dulzura casi irreal, dos revoltosos hijos revolotean por el jardín... Pero sigo siendo yo. Y sigo mirando pensativa por la ventana sopesando lo que perdí y lo que gané. Y sigo preguntándome si todo aquello mereció la pena.

Me pregunto en qué pensará. Más de una hora mirando fijamente a través del cristal. Sus ojos moviéndose con intermitencia entre la tristeza y la alegría. Llevo días observándola en el tren y siempre me atrapa lo que oculta su muda mirada. Quizá el descubrimiento de ese misterio disipe la magia que ahora atesora.

04 agosto 2005

4. La Recoleta - B.A. V


El barrio más bohemio de la ciudad, con un romántico deja vú francés, acoge el cementerio de La Recoleta. Los mausoleos se levantan en desorden entre los bancos de piedra y los árboles olvidados al azar. Hasta las aceras parecen menos accidentadas dentro de ese camposanto.
La tumba de Evita Perón se asoma a duras penas tras los centenares de ramos de flores dejados por los argentinos más desamparados. Su cadáver embalsamado, torturado y objeto de extraños rituales de magia descansa tras una entrada de mármol negro. Mientras la clase trabajadora reniega del carisma de aquella estrella que condenó al país a la miseria dilapidando la riqueza en la creación de un argentino que sólo busca el dinero del estado para esquivar el esfuerzo.

Inexcusable la visita al café La Biela, al final de la avenida Quintanar.

Oleada de Soledad


Leve alivio aletargado
ronco ronronea remolón.
Ha abandonado mi banda
el suave violín violentado.
Liba mi veraz liberación
aguja de negros agujeros.

Dos de allá

Sandro y Daniela son argentinos. Él tiene padres italianos y los padres de ella son españoles. Dicen que si cierras la puerta de cualquier bar en Buenos Aires y buscas un argentino entre los clientes no serás capaz de encontrarlo.

Compartiendo una picada con cerveza casera en un bar de Palermo, cerca de plaza Serrano, Daniela me cuenta su trabajo como maestra en las provincias. Está orgullosa de acercar a los más desatendidos a la cultura, pero se desanima ante la falta de estímulo que reciben de sus padres. Éstos se sienten más interesados por acogerse a una ayuda social que los exima de trabajar que por el futuro de sus hijos. Sandro interviene para matizar que el peronismo ha desmontado el espíritu de trabajo del argentino. Murmura con tono amargo que su país se ha convertido en un país de vagos, maleantes y caraduras.

Han tardado diez años en ahorrar los 47.000 dólares que cuesta su casita de setenta metros en el popular barrio de Caballito. En el país los bancos no conceden hipotecas ni ofrecen seguridad para el capital, así que la única vía de ahorro es guardar los dólares en precarias cajas fuertes situadas en el interior de las casas.

No suelen cenar en bares ni gastar más de lo necesario en su ocio. Pago la cena y nos movemos en colectivo a un acogedor café clásico en la Avenida Callao. Ante unos humenates cafés con crema y un par de dulces facturitas, hablan de su temor a que llegue un nuevo varapalo y les quite lo poco que tienen. Hace poco que vendieron el coche y renunciaron al celular. Y es que las posesiones en Argentina generan envidia y la envidia se traduce en asaltos en plena calle y robos a mano armada. Se entretienen dando largos paseos por la ciudad y sentándose a tomar mate en los parques mientras tocan la guitarra.

Defienden que los argentinos son más cultos que los europeos. Leen con avidez y rememoran con facilidad todos los acontecimientos acaecidos en el país en los últimos dos siglos.

Toman a Francia como modelo. Les parece una tierra de personas refinadas y de deseables costumbres. Sin embargo, los españoles les parecen inmaduros. Dicen que se endeudan sin sentido en la confianza de una precaria estabilidad económica y siempre suspiran por tener lo más superficial. Además piensan que cuando les hablas parecen estar ocultando algo, es como si el europeo no se mostrase como es por una desconfianza implícita hacia los demás.

Critican vivamente su país y detestan el peronismo. Se lamentan de la oportunidad perdida a principio de siglo. Quieren una Argentina grande y no la corrupción degenerativa que los gobierna. España es un modelo en pequeña escala de sus males.

Sandro y Daniela quieren ser argentinos en Argentina, aunque no en esa Argentina.

03 agosto 2005

3. Puerto Madero - B.A. IV


La Argentina rica se muestra en lo desmesurado de sus edificios parcialmente ocupados o en la petulante pujanza de Puerto Madero. En el restaurante Las Lillas, mirando al mar desde su terraza con calefacción, se puede degustar carne de la cabaña propia del restaurante y vinos de cualquier precio.
Hace tiempo que se perdió el concepto de clase media en Argentina. Sólo hay ricos en exceso y pobres en exceso. El resto de la población trata de sobrevivir con el miedo a perderlo todo de nuevo.

Marieta

Tiene un conejillo de indias al que llama Conejo. Es su ser favorito. Para él inventa un cuento cada noche. Después le da un suave beso y lo deposita con cuidado en su pequeña jaulita. Lo mima y lo cuida con tanta pericia que parece el animal más feliz del mundo.

Pero Conejo ha enfermado. Unas insignificantes pulguitas han hecho que en su suave pelo aparezcan feas calvas. Y lo han dejado tendido en su jaulita, sin ganas de corretear juguetón por el cuarto.

Marieta está muy preocupada, apenas come y ha cambiado su papel de contadora de cuentos por el de enfermera. Mamá también está preocupada, así que ha decidido sacar a pasear a Marieta para que vuelva a sonreír. Se la ha llevado a regañadientes, mientras dejaban a Papá al cuidado de Conejo.

Han ido a las ferias. Y Marieta ha comido tanto algodón de azúcar que le dolía la barriga, ha subido a todas las atracciones y se ha hartado de chillar entusiasmada. Ha pasado un día estupendo y sólo se ha acordado un poco de Conejo en un par de ocasiones.
Mamá la ha llevado de vuelta a casa tarde, con un dichoso cansancio instalado en su agitado cuerpecito. Ha entrado por la puerta corriendo, derecha a contarle a Conejo todas las aventuras que había vivido. Sin embargo, Papá la ha atrapado por el pasillo, se ha arrodillado delante de ella y con la cara muy seria le ha dicho: 'Conejo ha muerto'.

Papá lo había matado.

02 agosto 2005

2. Plaza de Mayo - B.A.III


La Casa Rosada cierra el acceso al mar en el fondo de la Plaza de Mayo. La Catedral y el Cabildo adornan el principal centro de poder porteño. Las vallas de metal y la presencia de los policías se han convertido en un elemento urbano más. Sirven para contener las reiteradas manifestaciones de los más desesperados.
Quien conozca el tono pastel de la Casa Rosada observará que es mucho más oscuro que hace un tiempo. El presidente capicúa decidió gastar miles de pesos en teñirla del color actual porque no se sentía a gusto con el anterior. Un color que había nacido para acercar las posturas de antiguas corrientes políticas: los blancos y los rojos. Debió pensar que hoy en día esto no es necesario, ya que todos son peronistas.


El tarro y la ceniza de Bito

Cuando yo muera y me entierren,
después que los gusanos me consuman y
los huesos en polvo se conviertan,
tomad una sola mota para,
mirando melancólico al mar,
encontrar mi final salado y salvaje.

El Retrato de Dorian Gray

Pow siente la sobrenatural certeza de un solitario futuro. Se aleja de la tristeza y se acerca a la aceptación. Deshoja el presente sin esperanza, tanteando receloso cada pétalo ajado.

Transmite la ausencia de equilibrio a través de un apoyo devastador. Evidencia la verdad con desprecio por lo social. Oculta la tristeza bajo la alfombra para simular entereza. Deambula por las calles sin rozarse con la realidad, atrapado en una celda de hermética piel. Sortea con torpeza el contacto con el otro para salvar males mayores. Fuma ante la tumba de Evita evocando un maldito pasado. Enarbola con decisión un escudo de ensayada indiferencia ante el mundo. Me ignora.

Aún con todo yo lo observo desde dentro del marco. Recopilo lo peor de su esencia y lo amontono mientras tolero que camine un paso más. Sé que un día, quizá no demasiado lejano, me mirará y descubrirá en un soplo toda su maldad. Una ruina que no será evitada.

01 agosto 2005

1. El Centro - B.A. II


El gigantesco Obelisco enclavado en mitad de la avenida 9 de Julio da sombra a los cientos de cartoneros que se cobijan en los portales de la plaza. A escasos metros la calle Florida ofrece a los extranjeros (y a los escasos argentinos enriquecidos) la posibilidad de gastar sus divisas en artículos de todo tipo. En esta misma calle, la Galería Pacífico, resulta prohibitiva para muchos de ellos. El café Tortoni es una pequeña isla de nostalgia y melancolía tanguera en ese contraste de extremos. Aunque los verdaderos amantes del Tango visitan Candilejas.