31 marzo 2006

De medidas


Recuerdo la escena en que Mary Poppins mide a los niños con su metro de catalogar personas. Después ellos la ayudan a tomar su propia medida Mary Poppins, prácticamente perfecta en todo. Siempre me ha parecido un gesto de soberbia simpática.

Imagino qué habría escrito en mi medida de esa estrambótica cinta. Hace un tiempo que observo el test que define rasgos de la personalidad mediante un conjunto de preguntas de tendencia. La pereza había superado mi curiosidad hasta ahora, pero me he decidido a completarlo. Artista y Genuino.

En el resultado me recomiendan que tome más riesgos en mis esfuerzos creativos, que considere con más interés la opinión de los demás y que valore la posibilidad de ampliar mi círculo de amistades íntimas. Aunque lo preceden de un educado Si quieres cambiar. Lo cual me permite replicar un firme No, gracias.



Lo que más me llama la atención es que aseguran que soy tremendamente masculino. Y que mi feminidad pasa inadvertida.

Vuelvo a Mary Poppins para revisar los momentos que me hacen sentir vivo. Y pienso que si a alguien se le forma un melancólico nudo en el estómago al observar el plano cenital sobre la catedral mientras suena Feed the Birds o se pone a bailar a lo Kevin Kline en In & Out al oír el Step in Time sobre los tejados, entonces, ese alguien es todo un hombre.



Feed the birds (powered by Castpost)

30 marzo 2006

¡Como me gustaría estar enfermo!


El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) es un síndrome psiquiátrico que se caracteriza por la reiteración de pensamientos represivos que invaden la conciencia. El enfermo trata de paliar la sensación de ansiedad producida por la recurrencia mediante conductas carentes de sentido.

Se han clasificado siete tipos distintos de TOC. Las personas encuadradas en el tipo atormentado y obsesivo puro "experimentan pensamientos negativos reiterados, que resultan incontrolables y perturbadores. No obstante, a diferencia de quienes sufren los demás tipos de TOC, no se entregan a comportamientos reiterativos de tipo físico, sino a devaneos mentales"*.

Me han dado ganas de sentirme enfermo. O al menos, diagnosticado.

Así, cuando me preguntasen el motivo de mi comportamiento, podría contestar irrefutablemente: Es por el TOC, ya sabes, soy de los del tipo siete.

Y ya nadie volvería a preguntar. Está enfermo. Eso lo explicaría todo.

En ocasiones conviene que a uno lo etiqueten. Para ahorrar palabras innecesarias.

P.D. Puedo aportar pruebas para que os creáis mi enfermedad. De mis pensamientos y represión ya sabéis de sobra. Pero es que además no puedo evitar repetirme una y otra vez Cómo me gusta esa camarera sin tener en cuenta la camarera que tenga delante en ese momento.
Tengo TOC, ¿a que sí? ;-)


P.D. (2) Vale, de entre el universo de camareras excluyo a la del Linares XD


*Texto extraído de Wikipedia.

29 marzo 2006

No sé para qué me piden consejos...


SMS
Yo soy asi?, estoy enamorado? La verdad es que sufro cada dia por no poder verla. Sigo adelante pero de vez en cuando me saltan las lagrimas. Dueelee!!!

Re:SMS
Tú no estás enamorado. Lo que pasa es que no sabes vivir solo. En parte porque nunca lo has intentado. Y deja de revolcarte en el dolor, que pareces un yonki!

Desayuno con desvaríos



Desde que vine a Zaragoza me conecto menos a la blogosfera. O quizá me conecto más, pero lo hago a horas puntuales. En el trabajo, los ratos en los que estoy en la oficina, tan solo consulto el correo. Y hay días en los que desde casa tampoco me conecto mucho.

Pero desde hace un tiempo me he acostumbrado a conectarme a las ocho de la mañana. Me siento en el ordenador vestido con mi traje, sujetando un café bien cargado en la mano, y cargo la página del señor Oracle.

Es maravilloso comenzar los días así. Un descabellado desvarío, una sonrisa sincera y el primer pensamiento que me viene a la cabeza. Hay días en los que no tengo suerte, días en los que la producción del señor Oracle no ha dado fruto. Pero aquellos en los que nos regala una de sus reflexiones, la sonrisa perdura hasta mediodía. Momento en el que descubro la cadena de irreflexiones que sus palabras han enlazado.

Una de las primeras frases que oí cuando entré en este mundo fue que La blogosfera debería estar incluída en el recetario de la Seguridad Social. No podría estar más de acuerdo, solo que yo, paso de genéricos.

Son las ocho de la mañana. Voy a probar suerte...

28 marzo 2006

De cara al público

La frustración exalta la inquietud que siento rondar las ventanas de mi mirada. Si comprenderse es un proceso tan extenuante como impreciso, el mecanismo de expresión introduce aún más incertidumbre en el mensaje.

Ocurre que en ocasiones pierdo la paciencia y estallo en una pataleta infantil descontrolada. Pero conservo el sentido del humor necesario para observarme con una sonrisa pícara. Quizá resulte imperceptible, pero mi innata perspetiva socarrona se escapa entre cada una de mis construcciones.

No hay tristeza en mi corazón. El espíritu crítico con el que embadurno mis reflexiones se origina en la juguetona rebeldía de mi inconformismo. Ella, la estereotipada como la mujer de mi vida, nunca ha existido en mi pensamiento. Pudo ser cualquiera la que desencadenase esta sucesión geométrica de devaneos morales. Tan sólo se trata de mí.


Busco el sentido de lo que me mantiene con vida. Me niego a pensar que seamos meras máquinas en oxidación. Vivir ha de ser algo más que extinguirse.

Disfrutar de la vida, la felicidad y la sonrisa no son objetivos que puedan justificar una conciencia. La evolución personal ha de producir y crear. Construir vida, no consumirla. La ilusión del conocimiento, la experimentación y la percepción es lo que impulsa cada uno de mis días.

Momentos de sentido. Es lo que todos buscamos. Cohesionar pedazos que formen algo nuevo. Algo diferente. Algo que nos complete y nos haga sentir una parte de otro algo. Encajar.

De eso es de lo que trataba toda la paranoia del fin de semana. De no desperdiciar momentos. De vivir y no deambular quemando naves.

Aunque sea cierto que observar la lucha de un niño por desenvolver un caramelo haga que estar aquí merezca la pena, hay personas que necesitamos algo más para justificar el mundo.

27 marzo 2006

Equivalencias a la ligera

Este fin de semana mantuve una discusión (desinformada, lo he de confesar) acerca del sentido de tres palabras que aparentan lo mismo.

Eremita, ermitaño y anacoreta.

Eremita es sinónimo de ermitaño. Y anacoreta es casi lo mismo. Pero si el eremita (o ermitaño) ama la vida solitaria lo que ama el anacoreta, a pesar de vivir también en soledad, es la contemplación y la penitencia.

La próxima vez que nos veamos sabré definirme. Anacoreta vocacional.

Aunque tal vez para entonces me haya cambiado por un esteta. Que si hay que contemplar, prefiero hacerlo con admiración.

Consecuencias de inconsecuente

Ayer sentía una rabia incontrolable. Hoy me mortifica el desánimo. La estúpida resaca que generé el maldito sábado ha conseguido llevarme hasta niveles de detestación inexplorados. No voy a tolerarme degenerar de esta manera.

Tras una tarde de modorra, varada mi conciencia entre montañas de vajilla, sábanas sucias y memoria a la fuga, dormité un par de horas en el sofá. Después las Historias desde la Cripta entretuvieron mi insomnio hasta alguna hora no establecida.

La reprobación se extendía por ramificaciones capilares fluida y fresca. Aún ahora sigue intacto el odio hacia mi veleidosa fuerza de voluntad. Y para incrementar la presión sobre la asfixia que me hace boquear exangüe, la mañana de trabajo ha sido un homenaje a la improductividad.


Ser un quinceañero a los treinta es divertido. Sobre todo para los demás. Pero cuando se desea formar una familia, cuando los sueños de futuro se engarzan en sucesiones de imágenes de placidez emocional, cuando se conoce la vida por la que se suspira... Entonces resulta tan triste que dan ganas de apalearse.


¡Que parece mentira que tenga que convencerme! Que quiero un par de críos correteando por la casa. Y una mujer con la que conversar de banalidades sentados en la terraza mientras el cielo se oscurece sobre nuestras cabezas.

No soy una persona a la que otra se pueda acoplar con facilidad. Cuanto más me acomode, más difícil será. Tengo tantas peculiaridades que aceptarlas resulta una tarea heroica. Y yo persisto en alentarlas más.

Para encontrar no hay más que buscar. Irrefutable. Pero si hasta ahora me he empeñado en omitir la búsqueda es consecuente que no haya encontrado. Ya voy teniendo edad para ser más sincero conmigo mismo. Y conseguir lo que quiero solo es cuestión de intentarlo.


Este no es el camino. Ni siquiera es una carretera secundaria. Sé que estoy perdido, pero al menos sé mirar el mensaje parpadeante del GPS: Estás perdido aquí. Y encontrar un sendero que me devuelva al farallón desde donde diviso mis sueños.

26 marzo 2006

Subnormal

Soy subnormal. Subnormal profundo. Tanto rollo de que si me quedan 6 oportunidades y que el amor es una quimera y demás filosofías baratas. Y ayer conozco a la mujer de mi vida y estaba tan borracho que ni siquiera puedo recordar lo que le dije...

Espero que comprendáis por qué me detesto. Es que no hay manera de enderezarme. Merezco acabar solo y amargado. Por capullo. Joder, ¡qué puta mierda de tío! Si pudiese lo expulsaba de mí...

25 marzo 2006

El miedo a sentirse juzgado

Si uno se siente juzgado es porque teme perder el afecto del otro. Sin afecto no hay sentimiento. Y aunque los juicios más severos son los arbitrados hacia uno mismo, la impotencia de no saberse tratado con justicia solo se revela cuando es el otro el que nos enjuicia.

Pensaba en que mis amigos, los que caben en los dedos de las manos, jamás me han juzgado. Me aconsejan, se preocupan y me critican. Pero no me juzgan. Y lo que hagan los demás no importa.

Supongo que cuando juzgas a alguien es porque la mezcla se ha diluido. Porque la amistad flirtea con el punto de ruptura. Una vez allí, tal vez, lo más sano sea reunir el valor necesario para reconocer que todo se ha perdido. Y olvidar.

Rehuye del que te juzgue tanto como de tus propios juicios. Nadie sabe de justicia. Y ninguno domina la ley de la equidad. Ni siquiera hay quien sepa clasificar fallos y aciertos.

¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. La Biblia en ocasiones encierra lecciones que de tan simples nos parecen obvias. Tantos años de persistencia católica dejan mella en uno. Espero no encontrar nunca esa viga en mi ojo. Y que tampoco la encuentren los que están a mi lado.

* Sé que divago. Atrapo los pensamientos desordenados y los encadeno en secuencias de ideas inconexas. Pero mi mente no deja de insistirme y expulsar aquí mis obsesiones ayuda a relajar la tensión.

24 marzo 2006

Estadística


La Organización ha establecido como fecha límite agosto de 2008. Ése es el plazo que tengo antes de que me den por perdido. Quedan 29 meses por delante. Y llevo 22 de celibato (auto)impuesto.

En estos 22 meses he conocido a unas 75 mujeres nuevas. Es cierto que en ocasiones me lo he tomado a la ligera. Y que mi esfuerzo por conocerlas no ha sobrepasado las inocuas risas en un bar. Pero me ha dado por hacer cuentas.


De esas 75 mujeres, dos me han llamado la atención. Aunque yo no les he gustado a ellas. Sin embargo, sé de tres a las que sí les he atraído. Eso supone que hay un 6,5% de posibilidades de encontrar un emparejamiento.


Por otro lado, conozco una media de 3,5 mujeres al mes. Lo que implica que en los 29 meses que me quedan antes de que expire el plazo conoceré a 98 candidatas. Eso me limita a un espectro de 6 únicas opciones.

De aquí a Beijing 2008 tengo 6 oportunidades para encajar con alguien. No parecen muchas. Espero que sean suficientes. Trataré de no decepcionar a la Organización.

*Durante todo este tiempo mi madre me ha intentado endosar a tres conocidas de la familia. Pero prefiero no hacer cuentas sobre eso. Por no asustarme ;-)

23 marzo 2006

De pedantería y obcecación

pedante.

(Del it. pedante).


1.
adj.
Dicho de una persona: Engreída y que hace inoportuno y vano alarde de erudición, téngala o no en realidad. U. t. c. s.


2.
m. desus.
Maestro que enseñaba a los niños la gramática yendo a las casas.

Hace poco me dijeron que mis palabras sonaban pedantes. Y ni siquiera mis amigos comprenden mi obcecación por lo enrevesado. Son dos características que quizá definan rasgos indelebles de la imagen que proyecto, la pedantería y la obcecación.

La limitación de mi habilidad expresiva me obliga a seleccionar con cuidado los términos que empleo. Me adhiero al significado de cada construcción linguística en un vano intento de acotarme en la definición exacta de lo que persigo. Adoro la estética del enlace de las letras. Admiro la sutileza sonora de los fonemas aliterados con elegancia. Escribo como si cada sílaba debiera encajarse en un rígido mecano de reluciente apariencia. Acepto esta pedantería como justo castigo a mi falta de recursos.

Quizá ese es el motivo por el que me maravillo cuando leo las palabras sencillas y concisas que expresan lo que alguna vez he sentido. Desearía saber exponerme así.

La vida puede contemplarse desde cualquiera de los puntos que definen la escala entre la sencillez y la complejidad. La persistencia de la soledad permite apreciar la magnitud de esa línea de intermedios. Discernir la posición en la que el otro se acomoda para mirarte. Y, aunque esa sucesión de puntos sea infinita, la experiencia delimita la zona que proporciona un espacio para la compresión, la cohesión y, tal vez, el amor.

Me obceco en encontrar una persona ubicada en esa zona deseada. Mi interés por el resto de ese universo es tan académico como el de un observador para con sus aves. Necesito esa precisión adecuada que me alinee con la inexistencia. Y mientras no la tenga, me conformo con nada.

Pedante y obcecado. Incomprensible para muchos. Un insignificante punto en la escala. Eso y nada más.

22 marzo 2006

Sábado 18, a 330 km. de allí


Tardo dos horas y media en conducir desde mi puerta hasta la de destino. Empleo media hora más para encontrar una plaza de aparcamiento. Las oportunas indicaciones de un aparcacoches circunstancial le hacen ganar dos euros. A mí me los hacen perder.

Desconocida al telefonillo. Desconocidos en el salón. Esa casa está llena de incógnitas. Hay un conocido, pero está secuestrado por ondas herzianas. Entrego un pedido, una promesa y un regalo. Compramos cervezas, embutidos y pan. Ellas preparan los bocadillos. Les ponen el nombre, pero por dentro. Mientras yo revoloteo por la cocina.

Hay que llegar al lugar del botellón. Esperamos una hora al autobús. Mi mente cambia de ciudad. Viajamos apretujados en un autobús desviado. Al llegar nos sentamos en el asfalto. Dos se van y se pierden. Otra se monta en mi espalda y agita un paraguas. Los perdidos nos encuentran mediante una combinación de tecnología celular, auditiva y visual.

Cenamos sentados en el suelo. Bebo una cerveza. Llueve, pero poco. Un árbol se incendia. Antes de comenzar los fuegos otro se marea. La multitud cree que está borracho. Un médico se acerca. Lo tumbamos.

Miro los fuegos mientras sujeto en alto uno de sus pies. Después esperamos a que la gente se disperse. El tendido es capaz de andar. Dos lo acompañan al hotel. Los demás esperamos. Un tercero localiza a su propia hermana. La tecnología celular vuelve a funcionar.

Algún extraño tira un petardo que divide nuestro corro y estalla a dos centímetros de la nariz de uno. Aquel tercero se acerca a dialogar con el lanzador. Yo me sitúo a su lado sin abrir la boca. Damos la conversación por terminada.

Me tomo otra cerveza. El sonido de los petardos nunca se acaba. La pólvora infantil abandona incluso nuestras manos. Con timidez.

Vuelven las dos tras dejar al supuesto borracho. Caminamos hasta una verbena callejera plagada de pijos. Un fantasma a corros vagabundea entre la gente. Paramos ahí un rato. Hay tantos universos desconocidos como personas.

Admiramos una gigantesca composición de figuras de cartón intensamente iluminadas. Un par mean. Volvemos a casa.

Charlamos en el salón en grupos de cuatro, tres, cuatro y dos y medio. Hay quien aprovecha para tomarse la última cerveza. Yo ni eso. Cuando vuelve la luz acordamos sueño y retirada.

*Os dije que mi sábado había resultado extraño. La sensación que transmito es la que tuve. La que todos tuvimos.

21 marzo 2006

Contracrónica

Isterica y MasMalo nos han contado su noche de sábado. Dudo que lo que os voy a relatar haya sido alguna vez real, pero así es como los imaginé a 330 kilómetros de distancia.




Llevaban toda la noche manteniendo una estirada pose de cortesía. Sonrisas con disfraz de mueca se dibujaban en los intervalos de silencio. Palabras de sentido limitado enlazaban la estrechez de sus miradas. La dirección de su encuentro perfilaba un despido anticipado. Todo parecía ya pactado.


Las notas de la música ondulaban chirriantes entre los claroscuros de aquel bar cuando MasMalo habló.

-Me encantó tu disfraz de geisha -le dijo sonriendo-. Bueno, en realidad, me encantó tu ojo de geisha -añadió con una carcajada-. Es todo lo que puede ver...
-¡No veas que frío pasé! -respondió Isterica rotunda- ¡Esas geishas deben llevar un pijama de franela debajo del kimono! -remató riendo estentórea-. Por cierto, llevo en el bolso las fotos de aquel día. ¿Te gustaría verlas?

No había suficiente luz en esa zona del bar. Así que se movieron debajo de un foco. Isterica pasaba las fotos entre sus manos mientras comentaba los detalles de cada disfraz. MasMalo las observaba asomado por encima de su hombro izquierdo.

Sus mejillas se tocaron. Por accidente. Casi por sorpresa.

Dos pares de ojos se buscaron despacio mediante giros de cuello a contrapié. La fórmula magistral de una química esquiva se encargó del resto.

Isterica recogió las fotos, le tomó la mano y subieron las escaleras. Hacia la calle. Su primer beso fue suave y sereno. Breve. En la penumbra de un soportal. Protegidos de la lluvia.

Siguieron caminando de la mano en silencio. Camino de ninguna parte. Calados por la insistencia del oscuro cielo nublado. Perdidos en una fantasía convocada por un chasquido de dedos.


A la mañana siguiente, mientras desayunaban sentados en la cama, los rayos del sol devolvieron la realidad a sus emociones. Los rescataron de aquel país de nunca jamás con una calidez entumecedora.

-¿Y ahora qué? -se dijeron casi al unísono.

Algún futuro posible germinó al sonido de aquellas risas relajadas por la complicidad.

* La foto que ilustra este artículo fue publicada en el blog de Sortilegio en carnavales. Y la he incluido sin pedirle permiso, por supuesto :-P

20 marzo 2006

¿Sí o no?


Leía los expresivos monosílabos de Amélie cuando se me ocurrió pensar en una frase formada sólo por palabras de una sílaba. Me encanta construir en mi cabeza puzzles lingüísticos...

No fue un sí lo que di. Fue más bien un no con son de tal vez. Tal cual yo soy lo doy.



El que se anime que incluya una frase de monosílabos en los comentarios ;-)

18 marzo 2006

Adaptación mutante


Hace apenas cinco meses era incapaz de retener el nombre de las personas que me presentaban. Ahora controlo en mi cabeza un par de cientos de tuplas empresa/departamento/persona. Me asombra la transformación de mi memoria.

Dicen que no utilizamos todas nuestras capacidades cerebrales. Asumo que esto es cierto. No sé que parte habré olvidado para poder dedicar mi memoria a estos asuntos.

Me gustaría poder hacer un inventario detallado de todas las prestaciones de mi cabeza. Así podría elegir aquellas que no utilizo y descartarlas. Sería sorprendente encontrarte con percepciones que ni siquiera habías imaginado.

Quizá sea una mutación o una evolución aceptable. Una futura raza que pueda configurarse para servir al fin que desee. O tal vez esté resacoso y la neblina me impida apreciar la lógica de un aprendizaje forzoso.

16 marzo 2006

Horóscopo psicológico

He leído de varios test para definir la personalidad que consisten en interminables cuestionarios de preguntas sin sentido. No tengo tanta paciencia.
Si pulsáis sobre la imagen y seleccionáis un icono podréis conocer en un instante los rasgos más significativos de vuestro carácter. Es casi más divertido que mirar el horóscopo.

En mi caso...

Esta elección indica que es usted amante de un estilo de vida calmado y sencillo.
Usted es una persona con una capacidad de percepción de usted, y del ambiente que le rodea por encima del promedio.
Es muy probable que a usted le desagrade la superficialidad. Prefiere la soledad antes que tener que compartir charlas sin sentido.
Podría existir en usted una tendencia a rechazar todo lo que sea superfluo y trivial, y a preferir aquello que sea práctico y de utilidad.
Sus relaciones con sus amigos son sólidas, y esto le brinda la tranquilidad y armonía interna que usted desea.
Usted disfruta de prolongados periodos de soledad, y rara vez se aburre.

Sencillez, capacidad de percepción (quizá lo cambiaría por observación), desagrado ante la superficialidad, apego a la soledad, pragmatismo, sólidas amistades y evasión del aburrimiento. Yo no me hubiese definido mejor.

15 marzo 2006

Intransigencia y futuro


En un pasado cercano, quizá demasiado cercano, mi pensamiento selló una promesa. Una promesa envuelta de propósito y con un lazo anudado por la voluntad.

Ayudaré, escucharé y confortaré a todo aquel que me necesite -me dije.
¿Ya sabes lo que prometes? -susurró alguna de las subliminales conciencias que subyacen en los inexplorados recovecos de mi interior.

El eco de aquella conciencia incontrolada vibra ahora en mis tímpanos interminable.

La integridad y la honestidad para conmigo mismo son cualidades irrenunciables para la coherencia de mi propio ser. Sus fisuras dispersan la calma que requiero para aceptar la vida.

El obsesivo afán por superar cualquier reto impulsa cada movimiento. No imagino la posibilidad del fracaso. No me excuso si un fallo provoca la inalcanzabilidad de una meta. Necesito controlar las consecuencias que la pereza ejerce sobre mi voluntad. Aspiro a serme infalible. Aunque tal vez me conformase con ser predecible.

Grotescas necesidades han surgido desde que hice aquella promesa. Exigencias de mí que diezman las energías que me sustentan. Incapaz de fallarme y apenas con fuerzas para entregarme. Al borde de la rendición. De una rendición que desencadenaría una perdición. De una derrota de la que germinaría la más devatadora de las guerras.

Lucho con el espíritu abotargado para no ceder a mis deseos de evasión. Esquilmo una voluntad frágil como rama seca bajo el peso de bota descuidada. Me desgasto para no deshilacharme. Y me quiero ser tan sincero que me hago daño.

Por eso mantengo aquellos votos que nunca sonaron. Porque no hay ser humano que se pueda perdonar a sí mismo. Que se pueda perdonar el haberse fallado a sabiendas.

* Al releer mis palabras descubro en ellas más vehemencia de la necesaria. Pero me recuerdan lo que debo recordar. Y eso es lo que importa. Lo que me importa.

14 marzo 2006

Sin sentido

La semana pasada me explicabas cómo habías perdido el interés por ella aprovechando los intervalos que unían los sorbos de aquellas cervezas. Exponías la colección de sus defectos remarcando cada obra con un mohín taciturno. Y me despediste con la firme convicción de que el futuro de vuestra armonía discordante no tenía un tiempo posible.

Ayer te escucho llorar desesperado por el altavoz de mi teléfono. Tu alma desgarrada se deshace en añicos de desesperanza. Me cuentas cómo la sorprendiste el domingo engañándote con otro. Sorbes mocos por la nariz. Expectoras la rabia de saberte perdido sin ella. Hablas de esa conversación en la que le ofreciste arreglar las cosas, olvidar las infidelidades y luchar por una convivencia que definiste como despreciable dos días atrás. Ella te ignora. Porque ya no te quiere.

Y yo te digo que eres idiota. Pero no me quieres entender. No la querías, sólo la quieres porque otro te la ha robado. Nada tienes que recuperar porque nada tenías. Ella ha elegido su camino. Justo el que tú querías proponerle. Olvídala y no equivoques tu ruta. Ya caminabas por ella.

Quizá sea que no entiendo de amor. Pero el pragmatismo es mi fe de vida. Puesto que el amor nunca es para siempre, ¿para qué quedarse penando por un pasado irreproducible? Salgamos a pasear, que hace una tarde estupenda y resuenan un par de canciones que aún no he tecleado en la gramola.

13 marzo 2006

Un cuadro psicológico

Wanda me propone escribir un cuadro para que ella lo interprete. Os animo a que hagáis lo mismo. Después nos contará lo desequilibrados que estamos todos.

En el fondo se distinguen dos o tres grandes dunas de arena clara contrastando con un cielo azul sin nubes.
En el centro del cuadro se aprecia un cubo de metacrilato de un par de metros de alto. Está muy limpio y el sol se refleja potente en sus paredes. Parece que la cara superior ha desaparecido. Es una caja, más que un cubo.
En la cara derecha del cubo descansa una escalera de madera. Parece uno de esos muebles cuadrados fabricados en IKEA. Seis peldaños comunican la parte superior del cubo con el ardiente suelo de arena.
En el interior del cubo hay un caballo negro. Tiene las crines largas y sus músculos destacan poderosos por la intensa luminosidad.
Debajo de las pezuñas del caballo, dentro del cubo, hay un verde césped florado con margaritas. Hay más verde que blanco en esa alfombra delimitada.
De repente ha comenzado a llover. Un cuadrado de lluvia cae dentro de los límites del cubo, mojando caballo y flores. Mientras fuera el desierto sigue siendo un implacable mundo de sequedad cegadora.

Mi cuarto

Hace unos días Azena nos mostró su cuarto. Me sorprendió comprobar que fuese tan dispar al que yo le imaginaba. Quizá tampoco pensáseis que mi cuarto era así. Y no es que lo haya ordenado o modificado para hacer las fotos. Es que sólo lo utilizo para dormir.






12 marzo 2006




Hace un par de semanas mi hermana propuso organizar comidas los domingos con nuestros padres. A mí me pareció una buena idea. Hay que estar al lado de los que quieres cuando lo necesitan.

Aunque ahora pienso que lo mejor sería colocar un precinto policial amarillo en mi puerta y mudarme a otra casa.

11 marzo 2006

De éste y otros mundos

Los procesos de aprendizaje están compuestos por entramados enlazados con desvíos forzados por inevitables errores. Dicen que se avanza más reflexionando sobre un error que analizando un acierto. En cualquier caso, la experiencia perjudica la tersura de la piel. La precaución y la insensibilidad crecen con cada marca y arañazo que deforma la inocencia de la percepción.

Ahora que comprendo con más nitidez la blogosfera, cuando la profundidad de los cortes infligidos ha sanado formando caprichosas cicatrices, pienso en las palabras que me han traído hasta aquí. Reviso los golpes, las risas, las emociones, los recuerdos, la tristeza, el dolor, la incomprensión, la ira, la impotencia, el desengaño... Y adivino un exilir, mezcla de inocencia y avidez, potenciando la intensidad de todos ellos.

La desconfianza implícita en la realidad también contamina las impersonales relaciones que enlazan a los autores de blog. Las apariencias muestran personajes deformados, extraños compendios de palabras equívocas que asumimos como personas.

Ninguno de los que me ha leído se hacía una idea de cómo soy fuera de este mundo. Otros han preferido engañarse en el convencimiento de que soy como ellos quieren que sea. Y es que necesitamos aferranos a nuestras fantasías, rellenar los huecos desconocidos con prejuicios, completar a la persona que existe detrás de la letra para ubicarlo en una clasificación sin sentido.

Me decepciona comprobar que las utopías nunca dejarán de serlo, me intoxica la gaseosa esencia que destila la falta de respeto, me desespera no comprender ninguno de los mundos que exploro.

Y sobre todo esto medito tras leer unas palabras tiznadas de sentencia aleccionadora. Axiomas irrefutables de hechos no comprobados que definen sin compasión una parte de este mundo que hemos creado. Me asustan las personas que no son capaces de asumir que pueden equivocarse, que catalogan cada detalle en apartados estancos.

Nada es lo que parece. Ni aquí ni afuera. No hay un único camino válido para llegar al mismo destino. Quizá ésta sea la más valiosa enseñanza que se ha incrustado en mi cabeza después de este tiempo. Enaltecer el beneficio de la duda, tan denostado como implacable.

En ocasiones desearía que la omnisciencia marcase el rumbo de mis pasos, pero no creo que sea alcanzable. Así que seguiré dando tumbos por ésta y otras esferas. Observando los peligros del camino sin la ceguera de la seguridad. Experimentando la percepción.

10 marzo 2006

Sueños

Cuando hablo mucho y no he descansado lo suficiente farfullo. Se me bloquea la mandíbula. No soy capaz de articular los sonidos con precisión.

Esta mañana, durante una reunión con un cliente, ha aparecido el gangoso de nuevo. Mi compañera me lanzaba miraditas intrigada. Porque todavía no es capaz de adivinar si bromeo o no. Más tarde, tomándonos un café bien cargadito, le he contado mi vida en estos dos últimos días.

El miércoles por la noche vino a verme Gork, un antiguo compañero de trabajo de Barcelona. Siempre se preocupa por mantenerme informado de su vida. Hacía varios meses que no nos veíamos.

Tras cenar en el restaurante y dar cuenta de una botella de vino, nos tomamos un par de pacharanes y unas cuantas rondas de cerveza/chupito de whisky. A las cuatro de la mañana nos echaron del bar. Y nos convencimos de que había dejado su coche mal aparcado. Lo encontramos, lo movimos de sitio y nos arrastramos hasta casa.

Me desperté en el sofá a las diez de la mañana siguiente. Habíamos dormido sentados, cada uno repantingado en direcciones opuestas. Me calzé el traje con impaciencia mientras llamaba al trabajo explicando que había ido a ver a un cliente pero que llegaba en media hora. Gork me preguntó dónde habíamos dejado su coche. Pero no había rastro en ninguna de nuestras memorias del lugar de aparcamiento.



Yo salí corriendo para el trabajo y Gork se fue a buscar su coche por la ciudad. Me llamó una hora más tarde. Lo habíamos dejado en una zona de carga y descarga. Le habían recetado más respeto y una penitencia de 92?. Nos pareció poco la multa. Deberíamos haber ido a parar a la cárcel por conducir borrachos.

Pasé el día flotando de cliente en cliente, mostrándome sospechosamente alegre en la oficina y dejando pasar el rato. Por la tarde fui a buscar a Gork a mi casa, lo desperté y salimos a tomar un café.

Después cenamos en mi casa un par de chuletones, un magret y un decepcionante vino francés. Cuando estábamos tomando el café comenzamos a discutir sobre tipos de whisky. Y decidimos contrastar nuestras teorías en cuatro o cinco bares de la zona. Supongo que él tenía razón. Porque yo no entiendo mucho de whisky.

Desayunamos unas papas bravas, mejillones y una cervecita mientras mirábamos la iglesia por la cristalera. Las habituales discusiones sobre amor, sexo, coches y pareja seguían formando parte de cada uno de nuestros diálogos.

Esta mañana hemos tomado un café y ha partido de vuelta para Barcelona. Yo me he ido a trabajar.

Cuando estaba en Barcelona estos episodios se repetían al menos una vez al mes. Estoy acostumbrado a ir a trabajar sin dormir pero no puedo controlar mis farfullos.

08 marzo 2006

Una parte del cuerpo


Siguiendo la cadena de Ashael, aquí os dejo mi oreja.

07 marzo 2006

Vampirízame


En ocasiones pienso que sería deseable convertirme en vampiro. No en un vampiro embrutecido y violento como marca la tradición, sino en uno de esos dulces seres atormentados y errantes que ideó Anne Rice.

Debe resultar cómodo ser un vampiro.
El cabello, las uñas, el cuerpo... Todo detiene su crecimiento en el mismo momento de la transformación. Nunca más has de preocuparte por ello. Ni siquiera por tu salud.

Se acaban las visitas al baño porque no existen desperdicios que desechar. No importa que parezcas andrajoso, ni que tu casa esté llena de polvo. No utilizas vajilla, ni lavadora, ni nevera. La electricidad y el agua tampoco son necesarias. Te desprendes de todo aquello que resulta un incordio y sólo te centras en vivir. Aunque vivir sea una ironía, porque ya estás muerto.


Quedas atrapado en una eterna noche de sábado. Saliendo cada día para conocer a nuevas personas, a nuevas víctimas. Nunca utilizas los medios de transporte. No haces cola en ninguna tienda porque no necesitas comprar. No tienes que cuidar tus relaciones sociales porque carecen de futuro. No hay que afrontar la muerte. Olvidas la necesidad de amar. Destierras la ambición de tener.


Y te centras en un mundo egoísta en el que las necesidades son mínimas. Sólo se trata de perdurar tal y como eras.

Aunque antes de convertirme esperaré momento perfecto. No imagino la tortura que sería soportar la sensación que genera en el estómago una digestión de fabes cada uno de los días de mi existencia.

06 marzo 2006

De manzanas


Me gusta comer manzanas. Nunca saben igual. Suelo cambiar de color, variedad y tamaño. Pero incluso entre las de las mismas características es raro encontrar dos remesas que tengan un sabor homogéneo. Es toda una sorpresa dar ese primer bocado y disfrutar de una percepción desconocida.

Un yogur siempre tiene el mismo sabor. Es lo que nos venden, que encontraremos la misma textura y matices. En cualquier lote. ¡Qué estúpida promesa!

Hoy he abierto una bandeja de manzanas. Y ha sido delicioso. Son manzanas rojas. Tienen un sabor espectacular. Reconozco que es una pena que sólo me queden cinco, pero cuando las termine recuperaré la ilusión de dar con una bandeja mágica repleta de sensaciones jamás descritas.

Si yo fuera Eva no harían faltan serpientes. Estaría condenado.

03 marzo 2006

Un febrero en el pasado

En sibilantes sombras de secreto
Esquilma mi sangre la injusta muerte.
Y tanto extingue al que casi no es feto
Como al que apenas perdura inerte.

A preguntas mi sentido someto,
Amparado incierto en la esquiva suerte,
Con el anhelo de no encontrar veto
A esa conclusión que me liberte.

Mas sé que nada podrá arrebatarme,
Que veneré una lección de coraje
Y no hay desazón que me desarme.

Que aún en el último peregrinaje,
Aunque la presencia quieras quitarme,
Guardo su esencia para el homenaje.



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01 marzo 2006

6 odios

Odiar es un despilfarro de
corazón, y el corazón es
nuestro mayor tesoro.
Noel Clarasó


Azena me envió una cadena de odio que no he conseguido enlazar. En estos días de introspección cautiva las imágenes y los recuerdos atestan mi percepción cansada. Pero no hay nada que deteste. Salvo a mí mismo.

Por mi aplastante impotencia, por mi irresoluble ignorancia, por mi pegajosa pereza, por la parálisis de mi corazón, por mi codiciada soledad y por mi adorado silencio. Son seis motivos para odiarme con compasión. Para reconocerme perdido en la extrañeza de un febrero de despedidas que ha sido el más frío de la historia.

Y aún con eso, no odio. Porque tienen razón. Es necesario saber amar para poder odiar. Quizá algún día aprenda. O tal vez me extinga sin haber asimilado esta lección.


Nunca odié lo suficiente a
un hombre como para devolverle
sus diamantes.
Zsa Zsa Gabor