30 abril 2006

Lo esperado

El restaurante distaba quince kilómetros de Zaragoza. He acudido en mi propio coche, con la premeditada intención de abandonar la Comunión en cuanto me fuese posible. Me aburre conversar con esa parte de la familia. Y mi cuñado, la única esperanza de sobremesa interesante, estaba de viaje.


Sorbía distraído un chupito de manzana sin alcohol cuando mi abuela ha comenzado a hablarme.

-¿Te has fijado en E.? Está muy guapa, ¿verdad? -ha comentado mientras la miraba.

(Pues sí, me había fijado. Y es guapa. Pero ahora estoy demasiado resacoso como para pensar más allá.)

-Es teniente, me parece -se ha vuelto para preguntarle a mi prima-, E. es teniente, ¿verdad, O.?
-No, abuela -ha respondido sonriente-, todavía es sargento. Acaba de empezar...
-¡Ah!, pues eso, sargento. Me parece que está con los montañeros -ha seguido convencida.

(Quizá debería quedarme un poco más. Tal vez en un rato remita la resaca.)

-Estuvo a punto de casarse con un chico, pero la engañó con otra y lo dejaron. ¡Con el piso comprado y todo! ¿Qué te parece?

(Que me voy a quedar un rato más. Seguro.)

-Es muy maja esta chica. Algo de literatura me parece que estudió. Pero es que le gusta más el monte...

(Agua, ¿dónde hay agua? Necesito agua. Ya.)

-Ahora se ha puesto a salir con otro militar y se la ve feliz -ha rematado mi abuela sin malicia.

(¡Coño! ¡Abuela! ¿Pero me quieres contar las cosas en el orden adecuado?)

Así que me he ido pronto de la Comunión. Un cumplimiento predecible de los planes premeditados. Un día perfecto.

29 abril 2006

Joseph And The Amazing Technicolor Dreamcoat



Jacob and sons

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Mi musical favorito de Webber y Rice. Una historia que desprende cachondeo y buena música en cada fotograma. Indispensable para una ociosa tarde de lánguido puente de Mayo.

Se recomienda su visionado en calcetines, con las fundas del sofá bien ajustadas y una mantita acogedora para los momentos de abrigo.


Any dream will do

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28 abril 2006

De compras


He salido a comprar con el irrenunciable propósito de experimentar diferentes rutinas en el proceso de catálogo, selección y adquisición de ropa y complementos. Tras vagabundear un par de horas la mirada por geométricos escaparates, tiendas desconocidas y dependientas de maquillaje rígido he decido retomar mi táctica habitual.

En media hora tenía mi bolso, las mallas y la corbata. Y había saludado a dos conocidos de toda la vida. No es el bolso con el que hubiese soñado, las mallas no son de la largura exacta y la corbata es más clásica de lo que me proponía. Pero estoy satisfecho.

No sé para qué complicarse tanto cuando se sabe lo que se quiere y donde conseguirlo. El grado de adecuación de lo obtenido a los ideales preconcebidos no depende del esfuerzo dedicado a su búsqueda. Y la adecuación es tan solo una de las porciones que componen la esfera de lo anhelado.

Quizá todo sea así de sencillo.

27 abril 2006

¡Con qué poco es suficiente!

El tiempo a la salida del trabajo estaba medido para reemplazar mi ajada corbata en tonos malvas, adquirir un bolso a juego con mis nuevos zapatos y felicitar a Darío por su quinto cumpleaños a la salida de clase de natación.

Cu
anto más se alargaba la reunión con el cliente más se erizaba mi impaciencia. Tras superar el tiempo de no retorno la impaciencia se ha convertido en frustración. Nada más salir de la empresa he conseguido localizar a Darío tras varias llamadas fallidas. Ya estaba cenando.

Tenía los nervios estriados de rabia. Cinco minutos después, tras una hilarante y absurda conversación con mi sobrino, me he sentido tan estúpidamente contento que he olvidado en un suspiro la tediosa reunión y sus implícitas penalizaciones.




Y mañana me voy a comprar esa corbata, ese bolso y unas mallas cortas para correr, que las de media pierna ya comienzan a dar calorcito :)

26 abril 2006

Alucinación telefónica


A mediodía me ha llamado Ex. Quería consultarme algo en lo que "solo yo podía aconsejarle".

-Lástima -he pensado-, ya ha cortado con su último novio.

Su antiguo jefe de Barcelona le ha ofrecido un puesto de trabajo en el sur. Mucho dinero, mucha responsabilidad, coche de empresa y la posibilidad de cambiar de ciudad a medio plazo. Cuando estábamos juntos siempre se andaba quejando de que estaba infravalorada, de que valía para mucho más y de que si alguien le diese alguna vez una oportunidad demostraría todo lo que sabía hacer.

Me ha contado lloriqueando que estaba asustada. No sabía si sería capaz de hacerlo. Y consideraba la mudanza a una nueva y lejana ciudad un sacrificio sangrante.

Le he dicho que dejase de quejarse, que aprovechase el momento y que se probase. Mientras tanto yo pensaba en solucionar de una manera rápida el divorcio, para dejarlo todo arreglado antes de que se fuese.

-Al menos, así tendrás un lugar para ir de vacaciones -ha soltado entre risas.

Se ha notado que la frase me ha dejado estupefacto. Pero he desviado el tema entre bromas evitando responder a su invitación. En ocasiones pienso que su realidad es tan disjunta de la mía que nunca pudieron estar solapadas. ¿Cómo es capaz de sugerir tal sandez?

Deseo que encuentre un novio pronto. O lo que sea que necesite. Para que olvide que una vez estuvo casada conmigo. Porque yo lo olvidé hace demasiado tiempo.

25 abril 2006

Esa barca y más vale que te mueras

Leyendo el blog de Miada he recordado la escena de mi primera lectura consciente. Mis padres acababan de inscribirme en un colegio por encima de sus posibilidades económicas. Se sentían presionados porque mi paso por el jardín de infancia había sido una cascada inagotable de travesuras y amoríos infantiles. Durante el primer año que pasé en aquel nuevo colegio no dejaron de repasar la lección del día siguiente conmigo ni una sola tarde.

En la página había una viñeta que mostraba un perro y una barca. Yo la miraba interesado mientras mi padre me pedía que leyese el texto escrito al pie de la ilustración.

-Esa barca... -comencé yo convencido.
-¿Esa barca? ¿Ahí pone esa barca? -dijo mi padre en tono serio.

Yo miré de nuevo el dibujo y observé esa barca. Quizá hubiese dicho alguna otra cosa. Pero estaba claro que allí estaba dibujada esa barca.

-Esa barca... -repetí con ligereza.
-¡La barca! ¡La barca! -gritó mi padre desesperado- ¡Ahí pone la barca!
-No le grites al chico -terció mi madre-, si no sabe hacerlo ya aprenderá.

Mi padre me consideraba por aquel entonces un vago sin aspiraciones, mi madre un estúpido sin limitaciones. Así que cada uno jugaba su papel.

Yo miré de nuevo la viñeta. Comencé a pensar en cómo se llamaban aquellas construcciones de madera que surcaban las aguas. Imaginé a piratas en sus navíos, a pescadores tirando sus redes, a marinos mercantes con reluciente uniforme... Era mi padre el que se equivocaba. En la viñeta se estaba mostrando esa barca. La simpleza de la situación me asustaba.

-Venga, lee lo que pone -ordenó serio mi padre.
-Esa barca... -dije por tercera vez.
-¿Pero dónde pone 'Esa'? -preguntó mi padre exasperado- ¿No ves que pone 'La'?

Pensé que podría haberse explicado antes. Con lo fácil que hubiese resultado de primeras decirme que en lo que me estaba equivocando era en el artículo y no en el nombre...

Recuerdo aquella época con cariño. Y me río al comprobar que mi manera de ver el mundo apenas ha cambiado.

***

Después del trabajo he ido a hacer la compra. Al terminar de recogerla me he dado cuenta de que ya no me dolía la pierna. Hacía tres semanas que no iba a correr porque me desgarré el muslo en un partido de futbito. Me he puesto mis mallas, mi camiseta y mis zapatillas sin pensarlo.

Cuando llevaba veinte minutos corriendo mi pierna seguía en perfectas condiciones, pero mis pulmones chasqueaban como renacuajos fuera del agua.

Sigue corriendo. Si te paras más vale que sea porque estás muerto. En caso contrario seré yo quien te remate.

Al son de esta alegre cantinela he conseguido terminar mis treinta minutos de carrera con más pena que gloria. La ducha ha sido una experiencia indescriptible, he cenado pasta bañada en queso fundido, una manzana, galletas con leche y un donut. He puesto la lavadora. Me he bebido una cerveza y me he fumado un cigarro por mera ley compensatoria. Y ahora, en cuanto termine de tender, me voy a la cama como un bendito.

Que hay días en los que simplificar parece un proceso inexcusable.

:)

Extraños hábitos en la alimentación


Entre semana me levanto a las siete de la mañana. Tras ducharme, asearme y ordenar la casa bebo un café solo. No como nada hasta las dos de la tarde. A mediodía tomo un plato único que suele incluir verdura, pasta, carne o pescado. De postre, una manzana. Ceno hacia las ocho y media. En esta ocasión la variedad es mayor: tortilla, tomate, queso, embutido, carne, patata... Lo que me apetece y en cantidades abundantes. Al terminar el día, hacia las once, mojo diez o doce galletas en leche fría.

El fin de semana la dieta cambia por completo. Desayuno galletas con leche si me levanto pronto, como varios platos y varios postres y ceno en restaurante sin restricciones.

Mis compañeros de Camino se extrañaban de que fuese capaz de caminar quince kilómetros con un café en el estómago. Pero la inercia de la costumbre es imparable, aunque algunos especialistas en alimentación me hayan aconsejado con vehemencia que varíe mi forma de ingesta.

No recuerdo la sensación de hambre. La necesitad ineludible de comer lo que sea en un preciso momento. Puedo comer poco, mucho o en exceso, pero casi nunca disfruto al hacerlo. Solo alguno de los exquisitos platos de mi cuñado ha conseguido remover mi aletargado sentido culinario.

Supongo que es la impertinente desidia que me acompaña desde hace unos años la que impide que mis instintos se manifiesten con violencia. Tal vez si recupero la ilusión podré recobrar el hambre. O quizá, lo que suceda, es que haya perdido ambas capacidades para siempre.

24 abril 2006

Inalterable

A lo largo de mi vida he asistido a varios intentos fallidos de cambiar mi forma de ser y de pensar. Cuando las personas creen conocerte, tratan de hacerte ver lo que ellos creen es tu esencia. Te venden su interpretación de la realidad para hacer menos creíble tu propia visión de los hechos. No han conseguido convencerme. Y nunca lo harán.

Si necesito engañarme, exagerar, emparanoiarme o soñar despierto es porque funciono así. No hay más explicaciones. Ni más alternativas.

Mi hermana jamás ha intentado cambiarme. Sabe que soy un cabezota y que mi modo de avance es inalterable. La adoro. Y lo sabe. A pesar de que no nos lo digamos. Me hace feliz tenerla a mi lado. Quizá sea la única que ha llegado a dominar el arte de relacionarse conmigo.

En ocasiones se tiene suerte. Y la casualidad te regala bendiciones que jamás soñaste desear.

23 abril 2006

Estoy parado

La vena idealista y romántica que bombea con violencia mis emociones se obstruye perezosa en periodos indefinidos, obligando a que la sangre escape por vías alternativas para conservar mi vida. Un coágulo sentimental bloquea el flujo cotidiano, preservando inmovilizado el deseo de amar y ser amado. El tiempo transcurrido hasta la disolución del obstáculo varía en función de la crudeza del desengaño. Embarrancado en este estado espero con tediosa paciencia la restitución de lo que se obstina en esa parálisis inducida.

Son escasos los instantes de acogedora intimidad. Y la calidez inesperada de un abrazo flota en la deriva de la memoria. La nostalgia de una utopía ideal empaña el ímpetu de la búsqueda. Todo se pierde en inocuos lamentos de falsedad. Un injustificado penar que ofusca la lógica de funcionamiento con la incertidumbre descontando reservas de valentía.

Algunos piensan que me engaño. Que mi capacidad para sentir está dirigida más por mis sueños de perfección complementaria que por la percepción de lo vivido. Pero ahora me encuentro en un paraje de soledad desértica por el que camino con la boca seca y la visión nublada. Me dirijo hacia la civilización, aunque no conozco la duración de mi viaje. Lo único que sé es que el tránsito será esteril.



P.S. Ayer ni me emborraché ni tonteé con chica alguna. En parte por esta infundada sensación de anclaje y en parte porque deseo cumplir las metas que me he marcado.

22 abril 2006

Risa floja ante el espejo

Una inyección de capital inesperada me ha permitido pasar toda la tarde del sábado comprando ropa. La mala vida ha hecho que mi peso actual sea quince kilos inferior al que ostentaba hace dos años y todo lo que tengo me queda enorme.

Aunque mi imaginación textil es más bien escasa: una cazadora vaquera como la que llevaba desde hace diez años, unas zapatillas para sustituir a las habituales, una camiseta negra de manga larga de la misma marca que mi querida compañera desde hace ocho años y unos levi's 501 como los de toda la vida.

Cuando estaba probándome los pantalones me he quedado mirándome al espejo. Era la primera vez en mucho tiempo que me ponía unos vaqueros de mi talla. Me ha gustado. En ese momento he comprendido la satisfacción que se experimenta cuando uno se siente a gusto con su cuerpo.

La sonrisa arrancada por estos instantes de felicidad casual es la más reconfortante. Y no hace falta ser complicado ni reflexivo para disfrutarlos. Basta con dejarse llevar...


21 abril 2006

Puedo prometer y prometo

Me han hecho notar que mis escritos pueden resultar preocupantes. Porque tiendo a dramatizarlo todo hasta el delirio. Casi nunca me leo y lo que menos leo es lo más reciente. No me preocupa mucho lo que cuento. Porque no me tomo demasiado en serio.


Cada vez que escribo que me he enamorado, en realidad lo que quiero decir es que desearía volver a ver a esa chica. O que si tuviese su teléfono la llamaría. O que me apetecería conocerla mejor. Puede resultar equívoco que diga que estoy enamorándome de continuo, aunque últimamente me pase bastante a menudo.

Lo de ayer fue algo especial. Mi grado de enamoramiento alcanzó sensaciones inexploradas. Parecía que alguien hubiese puesto allí a Valle para mí. Y el alcance de la borrachera no era tal como para achacar la ilusión a un etílico producto de la imaginación.

Valle poseía cada una de las cualidades físicas y mentales que adoro. Si elaborase una lista de todo lo que he descrito como deseable en los últimos meses, ella llenaría cada una de las casillas. Precisamente por eso pasó de mí. Porque era inteligente. Lo cual quizá me lleva a un círculo vicioso de inalcanzabilidad en mis objetivos. En cualquier caso, Valle es una mujer a la que llamaría al día siguiente sin dudar.

Es cierto que me he sentido muy mal todo el día, porque a nadie le gusta que lo rechacen. Pero las únicas consecuencias son el desvarío mental resacoso que habéis leído antes y que estaré un par de días triste. Eso es todo.

***

Tras una larga conversación con mi terapeuta hemos llegado a un acuerdo. Hemos establecido un límite máximo de una entrada en garito por mes. Y esa entrada la debo realizar a una chica que me interese de verdad. Basta de mis clásicos devaneos de ligón profesional de fin de semana.

Hasta ahora había pensado que debía practicar mis artes amatorias para no dejarla escapar cuando la encontrase. Pero me han hecho darme cuenta de que es contraproducente. Cuando entro, estoy demasiado suelto, parece que lleve toda la vida haciéndolo. Y eso ofrece una imagen equívoca de mis intenciones.

Así que a partir de ahora sólo una por mes. Y siempre con el convencimiento de que no voy allí nada más que a tontear con ella. Una selección más trabajada y no flirtear con cualquier chica solo por pasar el rato.

También haré un esfuerzo por controlar mi estado de embriaguez. Aunque sea necesario para aflojar el nudo de mis rodillas, no debe ser tal que ciegue mi juicio. Se acabaron los cubatas. Y se racionan las cervezas y el vino.

Ya veremos como sale el plan. Y si lo pongo aquí es porque sé que me vais a dar caña para obligarme a cumplirlo ;-)

NOTA. Si veis a un chico observándoos en un bar, escrutando vuestra mirada, valorando los complementos y tomando notas en una libretita no os asustéis. Hay mucho desequilibrado suelto. Si tenéis suerte esa noche quizá decida dejaros en paz.

P.S. Resulta curioso que las dos únicas chicas por las que me he interesado de verdad en los dos últimos años me hayan dado la misma respuesta. Acabo de salir de una relación larga y no me apetece empezar nada nuevo ahora. Suena a excusa estándar, pero es un detalle que me hayan mentido con tanta ternura...


Me siento pero que mal

Hoy no he ido a trabajar. Me he dormido.

Ayer me emborraché, me enamoré y me dieron calabazas.

Me he quedado en casa atendiendo el correo del trabajo y penando por la imposibilidad de la oportunidad de ayer.

Para una vez que encuentro a una persona que merece la pena... Esto me pasa por ser tan idealista. Ahora tengo los esquemas rotos. Y volveré al ciclo de represión relacional. Para no hacerme daño.

:(

20 abril 2006

Solo por llevarle la contraria a mi madre


Ayer, en una visita que me fue imposible esquivar, mi madre me dijo que le daba pena que tuviese que trabajar en algo así solo por querer vivir en Zaragoza. Ella siempre aprovecha nuestros encuentros para criticar variados aspectos de mi triste existencia. Después se extraña de que no nos veamos mucho.


Es cierto que parezco cansado. Y que llevo unos cuantos días de extenuante agobio burocrático/mental, que la mayoría de las memeces que hago las podría desempeñar un gorila ciego con párkinson, que el sueldo apenas cubre mis gastos básicos y que la jornada laboral comienza a solaparse con mi tiempo de ocio.

Pero nada de eso me importa. Cuando valoro todo lo demás pienso que tomé la decisión correcta. Que aquello de lo que me jactaba hace unos días me compensa más que mi anterior carrera de dinero a mansalva, maletas a medio (des)hacer, responsabilidad en progresión geométrica y complejos proyectos de ingeniería malabar.

No aspiro a ser Sthepen. Ni lo valgo ni lo deseo. Y siento que creas que tu hijo está desperdiciando su vida. Pero sabes que siempre me gustó llevarte la contraria.

19 abril 2006

Amor en tiempo amenazado

El jueves por la noche me enamoré. O al menos acaricié el deseo de sentirme enamorado. Conservé esa ilusión hasta que mi resaca cedió el control a mi conciencia. Hasta que me di cuenta de que todo había sido una representación teatral de mi imaginación trastocada.

Ella es camarera, lo cual suele bastar para captar mi atención. Su brillante y absurda respuesta, combinada con el éxtasis de mi embriaguez, embotó mi voluntad en un chispeante instante de descontrol.

Tonteamos durante toda la noche, le mentí con malicia para descartar a otros rivales, baile encima de la barra, tonteé con otras chicas, rechazó mi invitación a cenar y nos despedimos con la promesa de volver al local el sábado.

Al día siguiente declamaba mi amor con insistencia, tratando de convencer y convencerme de esa realidad. Pero conforme la borrachera cedía y la resaca avanzaba el sentimiento se fue diluyendo. La despiadada objetividad comenzó a esgrimir sus razones. Y todo se fue al carajo.

La volvimos a ver el sábado. Unas cuantas frases corteses, aclaraciones variadas sobre el jueves y un intento de que nos quedásemos respondido con un ya-me-lo-cuentas-otro-día poco creíble.

Su pomposa juventud, la cuidada selección de su vestuario, un peinado en la cresta de la moda, su necesidad de llamar la atención... Todo lo que no importaba unas horas atrás tiraba de mi recelo sin remisión.

Es posible que me dé otra oportunidad alguno de estos días. Pero fue divertido saber que algún día podría enamorarme. Quizá debiera pasar más tiempo borracho o atenuar la rebeldía de mi espíritu de autocontrol.


No quería incluir esta historia en mi bitácora porque siempre me parece estar hablando de lo mismo. Es como si mi vida fuese una continua búsqueda de lo quimérico con el único fin de exhibir la limitación de mis horizontes. Pero después de la extraña metáfora de ayer me apetecía escribir algo tan sencillo como directo.


18 abril 2006

Desajuste en la frecuencia fisiológica


Comíamos milanesas y empanadillas en los descansos de aquel mediodía de humo en la terraza. Tal vez fue porque mi síndrome de enamoramiento temporal se manifestaba en su máximo esplendor, pero acabamos hablando de la mísera atención que presto a mis necesidades fisiológicas.

La doctora, en una consulta espontánea y distendida, diagnosticó a través de mi comportamiento un desarreglo en el ritmo de mis evacuaciones. Su consejo resultó tan agobiante que casi me hace caer de la silla. Era una cifra que multiplicaba la regularidad hasta más allá de lo imaginable.

Tras la comida, mientras nos entregábamos a ese vaivén de curvas antidigestivas, pensaba en lo inusual de mi conducta. Una peculiaridad que amenaza el cumplimiento de mis deseos. El frontón que repele los impulsos del ansia de complemento directo.

No intentaré variarme porque no soy una máquina ajustable. La medicina es más un arte que una ciencia. Y el cuerpo sabe regularse sin la intervención de la mente.

Así que asumiré lo genérico como una norma inaplicable a mi esencia. Y esperaré encontrar aquello que pasea en la periferia de lo común.

17 abril 2006

Almax 2008

La variedad del catálogo de productos almacenados en una casa decrece con el tiempo de vida en solitario. Tanto por la inutilidad como por la reducción de necesidades. Solo en ocasiones alguna persona ajena enriquece la colección con un elemento exótico que permanece ubicado en el olvido de un cajón clausurado o de un estante inaccesible de la nevera.

Las carencias se manifiestan cuando un huésped ocasional requiere un artículo de subsistencia básico. Es entonces cuando esos cajones y esos estantes son examinados tras su letargo memorístico. Sorpresas y desechos corroboran la exigua extensión de la diversidad. Un pincel de repostería, una caja de quesitos caducada en 2004, una sandwichera, las instrucciones de un electrodoméstico estropeado, un babero minúsculo,...

Cuando se encuentra lo que ha sido solicitado en medio de esa maraña de caos sin sentido, un irracional halo de éxtasis parece resplandecer en lo más profundo del alma. Puede que se trate de una manera idiota de sentirse feliz, pero consuela saber que la dejadez y la reducción todavía no han traspasado los límites de lo irremediable. Y el que el inquilino no use medicinas o no compre sal pasan a considerarse peculiaridades aceptables.

Ilusionarse no es una tarea fácil. Aunque siempre es posible.

13 abril 2006

Consejero a la fuerza

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De: O.
Asunto: O.
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Hola compis, llevo 3 días trabajando y ya empiezan a picarme los ojos, dolores cervicales, malestar general, depresión, pensamientos psicóticos, agresividad...

si alguien tiene un pensamiento agradable para mi... lo agradeceré mucho.

O.

P.D. esto es un túnel vacio y sórdido y en el fondo no veo ninguna luz...
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De: Pow
Asunto: Re: O.
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Si no ves la luz es porque no estás mirando en la dirección correcta. Vuelve un segundo la cabeza, observa cómo has llegado hasta dónde estas y, cuando mires al frente, no sólo verás una luz, sino que una miríada de bifurcaciones se ofrecerán ante ti. Para que elijas la que te ha de llevar al próximo punto de encuentro.

;-)
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Siempre estoy recomendando obviedades a la gente. Paradójicamente, parece que les sirven. Me pregunto cuando seré capaz de aplicarme mi propia medicina...


12 abril 2006

Conversión

Esta Semana Santa pensaba vagabundear por casa poniendo orden a todas esas cosas que llevan años olvidadas. Colgar la lámpara del salón, conectar la antena de la televisión, mirar un espejo para mi habitación, comprar un armario de plástico para la terraza, organizar el trastero...



Por suerte, una brisa mediterránea ha conseguido que mis planes cambien. Ahora iré al cine para Volver con Almodóvar, retumbarán mis oídos con La Rompida de la Hora de Calanda, pasearé por el serpenteante paisaje del Maestrazgo, mantendré apasionantes y resacosas charlas tumbado en la terraza, cerraré todos los bares de los que no me echen, contaré con apoyo logístico en alguna tediosa comida familiar y viajaré para disfrutar de mis sobrinos en la playa.

Hasta puede que grabe un castpost a dúo.

Es posible no haga todas estas cosas. Pero la transformación ha sido maravillosa. Y es que, cuando a uno le quedan pocas ilusiones, ha de dejar que los demás le indiquen el camino.


P.D. Supongo que esta noche, futboleros y no futboleros, somos todos del Zaragoza, ¿no? XD

11 abril 2006

La esencia ni con maquillaje se camufla

Al poco tiempo de mi último cambio de trabajo me encontraba algo desanimado. No me sentía cómodo realizando muchas de las tareas propias para el desempeño del puesto.

Es que tú no vales para comercial -sentenció mi madre.

Tras unos meses de reorganización mental y laboral he conseguido encontrar mi sitio en la empresa. Mi labor se ha expandido hacia las funciones que me interesan y he renunciado a transitar el camino que se suponía marcado.

Muchos compañeros piensan que estoy loco, aunque éste es un halago que acepto de buena gana. Siempre he tratado de la misma manera a cualquier persona que trabaje a mi lado. Sea socio, subordinado, proveedor o cliente. Esto es lo que más les cuesta entender de mi conducta a los demás.

La gente se siente a gusto trabajando conmigo. En parte porque no me importa hacer fotocopias para otra persona o encargarme de esa crucial* reunión con un cliente de alto escalafón. Asumo que para sacar adelante cualquier operación se requiere la colaboración de más de una persona. Y eso es algo que se percibe sin esfuerzo.

Hago lo que quiero hacer. Invierto mi tiempo del modo que me parece más conveniente. Y nunca rindo cuentas a nadie. Si se delega una responsabilidad en mí, hay que aceptar que me atribuyo tanto las obligaciones como los derechos de dicha responsabilidad. Después ya habrá tiempo para analizar los motivos del éxito o fracaso de la acción. Pero en ese momento, las decisiones solo las tomo yo.

Desde que estás aquí vendemos más -me explicó hace unos días mi jefe-, y lo que es más importante, lo pasamos mejor -remató.

La coherencia de saberse uno mismo en cualquier entorno es la que aporta la serenidad necesaria para afrontar cada día con energía y buen humor. Supongo que no importa el tipo de trabajo que me sea encomendado. Lo que cuenta es que nunca dejo de ser yo.


* En las empresas siempre se abusa demasiado del adjetivo crucial.

10 abril 2006

Apasionado


Nunca había visto La Pasión de Mel Gibson. Hoy me he decidido a abordarla al son de los tambores de Semana Santa que resuena en las calles aledañas. Ha sido una experiencia irrepetible.

Mucho se ha hablado de esta película. Sus diálogos en hebreo, arameo y latín confunden la atención al principio. Pero después de unos minutos, la naturalidad del conjunto aporta el sentido necesario para disfrutar de las palabras. La violencia de la sangre que tiñe cada plano repele a los más aprensivos. Aunque a mí me parezca que el ensañamiento ha sido medido con cuidado, para colaborar con el mensaje sin llegar a ofuscarlo.

Nadie se había atrevido a narrar esta historia desde el punto de vista humano, mostrando la visión personal de cada uno de los implicados. La transmisión de dolor, desesperanza y crueldad es un elemento que hace de estas escenas una pieza única. Es sentimiento vivo lo que provoca.

A pesar de ser unos hechos bien conocidos, la película mantiene un vibrante nivel de interés mediante guiños visuales y escaramuzas en la memoria. Nos cuenta la historia teniendo en cuenta que ya la conocemos. Nos trata con una delicada educación. Establece un diálogo de iguales.

La inclusión de Monica Belucci como Magdalena me ha dejado un poco descolocado. No la consideraba una mujer apropiada para interpretar ese rol. En sus papeles habituales, su imagen dista mucho de la afligida compañera de cara lívida. Sin embargo, resulta una Magdalena conmovedora y creíble.

Una versión para guardar en la memoria. Una revisión de lo conocido que se percibe como si fuese la primera vez que la historia ha sido contada. Un espacio de retorno obligado.

09 abril 2006

08 abril 2006

Mira que me complico la vida...


Esta tarde la he vuelto a ver. En el supermercado. Solo que hoy no tenía ninguna historia que inventar para ella. Porque mi vista ha reparado en su dedo anulado y en su acompañante. Todo ha quedado aclarado.

Me pregunto por qué invento historias de fantasía descabellada para explicar lo trivial. Nunca puedo atrapar un razonamiento simple. Me pierdo en la exótica imaginación del sentido abstracto sin remisión.

Quizá sea mi manera de ver la realidad. Tal vez para mí el mundo no pueda existir de otra forma. O es posible que tan solo esté tan loco*, que mi percepción sea una utopía irreproducible.

*Según la teoría de Jung.

Ímpetu

A veces siento el súbito impulso de tomar tu cabeza entre mis manos, estudiar el fondo de tu pupila y susurrarte ronco la desesperanza.



-¿Es que no has entendido nada? Después de tantas palabras... ¿Y sigues sin entender nada?

Pero como viene se va. Y vuelvo a pensar que me equivoco. Que nunca fui un incomprendido. Que los incomprendidos lo son no por ser inexplicables, sino por ser incapaces de explicarse.

07 abril 2006

La diosa, el mercader y el pirata

El mercader miró hacia el cielo entornando los párpados. La bóveda azul celeste estaba agujerada por un deslumbrante círculo de nívea tibieza. Cambiaría todos mis artefactos mágicos por un viaje hasta el sol, pensó. El camino viraba ascendente hacia el collado desde el que se divisaba su destino. Dirigió de soslayo la mirada a su carro rebosado de extraños artilugios. Tirar cada día de aquel tenderete de curiosidades le provocaba una imperceptible sensación de nomadismo casual. Si bien los designios del trueque rotaban a menudo los contenidos que arrastraba, las rudas cuerdas de esparto nunca dejaban de asegurar bultos que sobresalían por cualquier parte.

Había escuchado la historia de aquel poblado en boca de los cuenta cuentos más variopintos de la comarca. Las versiones diferían en los detalles, aunque todas incluían la leyenda de la diosa y el pirata. Contaban que el bravucón y pendenciero pirata había navegado por mares y tabernas durante años, afianzando su fama de crueldad sin par. Aquella noche, tan ávido de cerveza como un diabético de insulina, trasegó ambarino líquido hasta perder el conocimiento.



Despertó sobresaltado en un cuarto de la sucia taberna. Con la sensación de haber sido velado desde la ventana. Ya en la calle, comenzó a reconocer a una mujer en cada esquina. Pero ella parecía desaparecer al doblarla. Como la tripulación tenía el día libre, cuando volvió al barco vacío la diosa se atrevió a hablarle. Dialogaron durante horas sin mover los labios, entendiéndose en un lenguaje sin trascripción ni sonido. Así es como el pirata sintió el amor. Y la diosa, la debilidad.

-¿Qué he de hacer para retenerte a mi lado? -pensó el pirata.
-Has de encontrar las gafas que permiten apreciar la divinidad, pues soy una diosa. Esas gafas sólo existen en el sol. Y el viaje es arriesgado -percibió como respuesta.

El pirata emprendió el viaje desde el palo mayor, embozándose con una de sus velas amarrada por jarcias. Un creciente viento lo elevó violentamente. Mientras, la diosa, se lo quedaba mirando con triste ternura.

Nunca se supo más de aquel pirata. Cuando sus hombres volvieron ebrios al barco no encontraron rastro de él. Tan solo una vela había desaparecido.

El mercader había oído asegurar a los paisanos que en las madrugadas de viernes podía verse a la pareja paseando en silencio por las calles del poblado. Conforme se acercaba, enjugándose el sudor de su frente con las mangas de jubón, anhelaba encontrarlos aquella noche. Y pedirles que lo llevasen hasta el sol.

06 abril 2006

Retrospectiva en ciernes


Hace tiempo que sé lo que no quiero de mi próxima pareja. Fue un proceso rápido y desapasionado. Sin embargo no tengo muy definido lo que quiero.

Sé que ha de ser una mujer con vida propia. No soportaría una jovencita recién salida de casa de sus padres. Con todo el camino por recorrer.

Aparte del fetichismo zapatero, la debilidad ante el gremio hostelero y el rollo de la inteligencia sensible, he llegado a la conclusión de que me atraen las voces graves y roncas. Algo así como la de Chrissie Hynde. Quizá un poco más ronca. Pero sin llegar a la dureza de Bonnie Tyler. Todo esto viene derivado de la relación que he establecido con mi secre.

Ella tiene novio desde hace un par de años. En cinco meses nos hemos acercado más de lo que me gustaría. El nivel de intimidad comienza a ser demasiado peligroso. Y el caso es que es una mujer con vida propia y una profunda voz.

No obstante, mi capacidad de autocontrol la mantiene a salvo. Mi firme convencimiento de no inmiscuirme en la relación de dos personas hace que sea incapaz de considerarla una posibilidad.

Lo que me demuestra que todavía no he descubierto lo que quiero. He de seguir perfilando mis deseos hasta moldear una realidad posible.

Mientras tanto daré un par de pasitos hacia atrás. Por aquello de las victorias fraguadas en honrosas retiradas a tiempo.



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05 abril 2006

Asolado

He escuchado demasiadas tonterías a lo largo del día de hoy. Y sin descanso. Me he saturado de palabras y de sonidos. Mi cerebro se ha llenado de tanto gas que necesitaba liberar presión.

Así que me he tumbado en el sofá y me he puesto un musical para poder desafinar a gusto con cada canción.

Sonaba algo así...

Think of me

think of me fondly.
When we've said goodbye.
Remember me once in a while.
Please promise me you'll try.
When you find
that once again you long
to take your heart back
and be free.
If you ever find a moment
spare a thought for me.

We never said our love
was evergreen
or as unchanging as the sea.
But if you can still remember
stop and think of me.
Think of all the things
we've shared and seen.
Don't think about the way
things might have been.
Think of me, think of me waking
silend and resigned.
Imagine me, trying too hard to
put you from my mind.
Recall those days
look back on all those times.
Think of the things
we'll never do.
Ther will never be a day
when I won't think
of you.




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04 abril 2006

El secreto de Stephen


Stephen fue mi compañero en la universidad. Es una de las personas a las que más he admirado. Su inteligencia y sensibilidad le hacían sentirse a uno ridículo, casi insignificante. Hace un par de años que perdimos el contacto.

Ayer conocí a su hermano mayor. Trabaja como responsable de informática de uno de mis clientes. Me contó de la vida de Stephen entre satélites y aviones. Viaja de un lado a otro de Europa realizando críticas operaciones de control para la Agencia Espacial Europea. Se ha convertido en un máquina de rendimiento perfecto. Aunque sigue siendo un genio solitario, amante del deporte y la gastronomía.

La diferencia entre Stephen y yo, aparte de su capacidad mental, es que nunca se da por satisfecho. Exprime la información hasta que es capaz de extraer sus propios razonamientos. Construye soluciones que superan las teorías más intrincadas. Dedica su vida a la comprensión evolutiva. Es tan profundo como concienzudo.

Por el contrario, yo resuelvo prácticamente cualquier problema. Pero lo hago adquiriendo únicamente los conocimientos necesarios para superar ese obstáculo concreto. No me gusta entender demasiado, prefiero ver cómo funciona. Me quedo con la utilidad sin llegar a la potencialidad. Soy tan superficial como dejado.

Stephen ha elegido esa vida. Y es profundamente feliz.

Yo no he elegido vida alguna. Y soy feliz, aunque sólo lo sea en la superficie.

03 abril 2006

Reiki (o eso dice ella)

El sábado, antes de mi huída de la ingeniera pintalabios, estuve cenando en casa de una compañera de trabajo. A mi lado, una mujer de cuarenta años me tiraba los trastos sin rubor. Sé manejar este tipo de encerronas sin ponerme nervioso. Incluso encuentro cierto placer perverso en echar a perder los planes de los anfitriones. Cuando ella vio que sus intentos para llamar mi atención eran saboteados inofensivos por ácida mordacidad, decidió cambiar de táctica.

-Nunca comprenderías mi visión del mundo -comenzó con una sonrisa maliciosa-, para un muchachito cristiano como tú, el terreno de lo espiritual es inimaginable -sentenció con saña.

Tras la zalamera introducción me enumeró los principios que regían su camino Reiki*.

Sólo por hoy no te preocupes
Sólo por hoy no te enojes
Honra a tus padres, maestros y ancianos
Gana tu pan honradamente
Muestra respeto y gratitud hacia toda forma de ser vivo

No me pareció una mala filosofía de vida. Pero me encanta responder a las provocaciones.

-No está mal, es una especie de Hakuna Matata japonés -solté con algo de mala leche.

Ella comenzó a defender apasionadamente el método, indignada por la ligereza de mi comparación. Tanto reforzó la argumentación que terminó por afirmar que el hombre en una consecuencia de sus propios actos. Y remató con una cita bíblica. Por fastidiar, supongo. Uno recoge aquello que siembra.

Contraataqué remarcando que es el azar quien rige la vida del hombre. Y esgrimí que resultaba infantil pensar que la vida es justa. Porque las cosechas pueden perderse. Porque en ocasiones florecen inesperados brotes entre los milimetrados surcos. Porque el control ejercido sobre uno mismo no puede traspasar los límites de lo personal.

Le sentó mal, aunque no dio su brazo a torcer. Y se difuminó su interés por mí. Así que di por buenas mis palabras.

Asumo que el reiki es bastante más rico de lo que ella fue capaz de transmitirme. Pero nadie me va a convencer de que en la vida uno es producto de sí mismo. Las decisiones sólo varían el rumbo del destino para llevarnos a una nueva encrucijada no esperada. La fuerza del azar aplasta a la de la voluntad inmisericorde.


Y no me cansaré de repetirlo. La vida no es justa. Aunque haya quien todavía no se lo crea.

*Rei: energía universal; Ki: fuerza vital fundamental

Viento del norte

Llevo meses obsesionado con la idea. Asumiendo que mi único problema es ser saeteado por algún Cupido certero. Coloco dianas de concéntricas cintas rojiblancas donde quiera que voy. Y espero que alguien haga su trabajo.

Me canso de analizarme para justificar esta existencia sin ilusiones. Busco una motivación que mantenga intacto mi ánimo. Controlo cada brote de sentimiento para que crezca en la dirección que deseo. Y me estoy asfixiando sin piedad.

El convencimiento de que mis problemas son tan numerosos como inimaginables se ha reforzado con las últimas dudas. Pero si me empeño en concentrar mis energías en una dirección concreta los demás caminos se ocultan somatizados.

Experimentar la utopía de una vida sin miedos ni emociones está siendo una pesadilla delirante. Ser consciente de la propia existencia constantemente resulta agotador. En ocasiones me gustaría poder desconectar mi mente. Aunque sólo fuese un rato.

Mañana comienzo un nuevo día. Momentos por estrenar con cada amanecer. Es tan sencillo como recordarlo. Y es que la culpa debe de ser de la voluptuosidad de mi memoria, porque conozco a Beppo desde hace mucho tiempo.

02 abril 2006

Enroque con alfileres


Voy a dejar de salir de marcha los sábados. Los domingos paso el día preguntándome qué quiero hacer con mi vida. Estas crisis de ansiedad sin destino están acabando con mi autocontrol.

Ayer no estaba borracho. Hablé media hora con una chica. Ingeniera, guapa y extrovertida. Bromeamos, me pintó los labios con su carmín, nos reímos con sus amigas, la conversación fluía sin prisas y, cuando mejor lo estábamos pasando, me marché. Porque no me parecía adecuada. Cómo si yo supiese lo que me conviene...

Deben de tener razón mis amigos. En cuanto hay alguna posibilidad de que un encuentro prospere, salgo corriendo. O tal vez es que me estoy engañando y lo que quiero es seguir solo. Aunque no me lo reconozca.

Dormitaré en el sofá y después me pondré a trabajar un rato. Mañana la intensidad de la crisis habrá menguado. Y podré volver a vivir mi vida. Aunque ahora lo que me gustaría es poder contratar a Billy Wilder para que la dirigiese a su gusto.

01 abril 2006

Viabilidad soñada

Fernando pinchó una lámina de patata con el tenedor. Tras untarla en la mayonesa levantó la vista y la vio a través del hueco del pasillo. Ella estaba cenando con una amiga. Sus ojos sonreían al compás de sus labios. Estaba tan guapa como él la recordaba.

La había conocido en la madrugada del sábado anterior. Conservaba, entre brumas etílicas, la etérea imagen de aquella mujer de largo pelo negro. Todo lo demás se había perdido en la destrucción neuronal de la borrachera.

Ellas estaban terminando su cena. Fernando pensó en enviarle un postre con intermediario. Aunque sabía que aquella táctica solo funcionaba en las películas americanas. A pesar de ello, se decidió a mandarle el postre. Y una nota.

Hay sabores que necesitan ser degustados varias veces para retenerlos en la memoria. La combinación de la vainilla con la naranja es tan exótica que la primera vez se percibe como un delirio de sábado noche. Pero después uno tiene que volver a experimentar la mezcla irremediablemente.

La improvisación le resultó tosca. Tanto que requirió un súbito empujón de inconsciencia impulsiva para orquestar la maniobra. Esperó impaciente el onírico momento, observando de reojo la sonrisa gemela que subsistía en la protagonista de aquel guión desquiciado.

El camarero se acercó con el postre que acompañaba la misiva. El corazón de Fernando latió con creciente fuerza y agitación. Sus ojos no podían apartarse de la escena. Ella recibió el regalo con un gesto divertido. Tras leer la nota se tapó los labios con las manos y su sorpresa sonrió encantada. Oteó con un giro semicircular que disparaba decididos dardos al aire hasta que uno de ellos se clavó certero en la pupila de Fernando.

-El sábado estabas muy borracho, aunque parece que en ti es lo habitual... -lanzó ella al acercarse.
-Mis delirios de sobriedad son más acuciantes que los de embriaguez -respondió Fernando.
-En realidad yo te conocía hace un tiempo. Te he visto varias veces por el barrio -concedió ella relajada.
-Bueno, yo llevo toda la semana viéndote en mis pesadillas, aunque no sé si eso cuenta -explicó Fernando en tono menguante.
-Lo que no entiendo es cómo te acuerdas de mí -rió ella sin prejuicios-, ya tenías problemas para poder mantenerte en pie.
-No tengo muchos recuerdos de ti, pero te pareces a un conato de novia que tuve hace diez años -respondió Fernando con franqueza.
-Estás hecho todo un conquistador -interpretó ella con un gesto de teatral ofensa.
-Pues deberías irte acostumbrando -sentenció Fernando-, porque a partir de ahora vamos a vernos muy a menudo.