25 agosto 2005

Extraños en un tren

Mirad a Meg erguida en su habitual postura desafiante. Parece estar clavada como cualquier otro de los elementos fijos que sobresalen en el árido andén de la estación. Sus ojos descansan en ninguna parte mientras espera la llegada del cotidiano tren dominical. Tiene una mano en el asa de la maleta y la otra se apoya en la curva de su cintura. Su pierna derecha se dobla delante de la izquierda como si un espectador ajeno hubiese pulsado la tecla de pausa en medio de uno de sus pasos.

A cincuenta metros Sam admira esa ilustración de Meg. Sus dos manos están enganchadas a los tirantes de la mochila. Camina en ambos sentidos de una imaginaria recta de apenas cinco metros. En cada una de las vueltas dirige una velada mirada a Meg. Se diría que está atrapado en un juego de las siete diferencias circular.

A Sam siempre le ha gustado inventar realidades posibles. Jugar con su mente hasta construir una imagen creíble. Imagina que la mirada de Meg es huidiza por timidez, no vislumbra desprecio. Sospecha que la simplicidad de su vestuario implica una férrea despreocupación por la opinión de los demás. Se figura que las grandes maletas esconden una colada que no efectúa entre semana. Deduce que la pertinaz inmovilidad que la ata al asiento del tren es producida por largas y agotadoras noches de sábado. Se convence de que la brusca cortesía con que lo despacha en cada uno de sus casuales encuentros por los pasillos es sólo una muralla defensiva de inseguridad. Cree que el obstinado silencio que guarda en todo momento es señal de su sabiduría, ser consciente de que no se tiene nada interesante que decir. Atisba que la urgencia con la que abandona el tren nace de un sentimiento de prisa eterna sólo adquirido por los habitantes de las grandes ciudades.

La llegada del tren rompe la cadena. Sam abandona la fantasía. Meg, la parálisis.

3 comentarios:

Raist dijo...

Yo también me suelo inventar historias de las personas que están a mi alrededor cuando me aburro... pero no son tan profundas, suelen ser superficiales y además tiendo a no ser muy generoso con las vidas ajenas...

Buttercup dijo...

Qué gran descripción. La gente vista a través de tus ojos, siempre acaba ganando.

Isthar dijo...

Y su realidad no es sino lo que dibuja en el aire...

Me encanta :)