28 febrero 2006

Hace un tiempo que me preguntaba lo mismo. Cada domingo. ¿Cuándo nos volveremos a ver?

Yo le respondía con una sonrisa irónica. Como si el tiempo fuese eterno, como si aquellas palabras no fuesen relevantes.

Este domingo no me lo preguntó cuando me despedí. Quizá fuese un descuido. Pero me gusta pensar que ella sabía que jamás me volvería a ver.

27 febrero 2006

7, 27. 8, 84. nej!

26 febrero 2006

Tanka

He sido encadenado al eslabón de Athena en esta secuencia de tankas. Aquí os dejo la imagen de una emoción que quiere ser mutada.

En la bajamar
espera la marea,
inadvertido,
un anhelo insostenible
que espera ser deseo

Me gustaría que Raist e Isthar anudasen sus tankas al mío. Para que formemos un nudo de palabras que nos recuerde en los malos momentos que seguimos unidos. A pesar de todo.


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Estas son las reglas:
  • Cada jugador invitará a dos participantes, indicando las reglas del juego y avisándolo en su blog.
  • El invitado al que se pasa la estafeta, iniciará la composición con la frase ?pivote? del participante anterior, quien deberá resaltarla con cursiva y en color rojo.
  • La forma será de tanka (tipo de poesía tradicional japonesa). La estructura constará de cinco versos de 5-7-5-7-7 sílabas. Un Tanka puede ser un texto, dividido en cinco partes, usando treinta y una sílabas o menos, permitiendo que fluya la prosa poética dictando la longitud de las líneas que quedarán separadas por signos de puntuación. ( La disposición de las sílabas puede ser irregular pero siempre conservando el mismo número de versos). El invitado elegirá la unidad rítmica que prefiera.
  • Debe existir el concepto de ?pivote?, o eje del poema: en algún punto de la tercera línea va a existir una imagen que relaciona o liga las dos primeras líneas con las últimas.
  • El tema será libre
  • Cada participante debe señalar el blog del que proviene y enlazar a los blogs invitados.

Domingo de divagación

Lo reconozco. Soy un ser básico, primario y simple. Cuando veo a una chica vestida de policía, enfermo. Y si además ella lo complementa con la actitud borde adecuada no hay esperanza. Estoy perdido. Creo que incluso llegué a babear un poquito. Hasta vergüenza me estoy dando al recordarlo...

Aunque lo que más me llamó la atención anoche fue una pareja de chicas que iban disfrazadas, como tantos otros, de pollo con gripe aviar. Pero ellas, a diferencia de los demás, se regocijaban de su apariencia grotesca y bailaban aleteando con sus guantes de goma. Disfrutaban tanto como hacían disfrutar. Les hice prometerme que el año que viene me avisarían para hacer el ridículo con ellas.

Y todo esto ocurrió tras un viernes de cena a tres. Dos para uno. Estoy pensando en ofrecerme como acompañante nocturno para mujeres casadas. Excluyendo los servicios sexuales, por supuesto. Aunque los más viejos del lugar no me crean, salgo con este tipo de mujeres sólo por el placer de hacerlo, eludiendo cualquier expectativa romántica.

Releyendo el primer párrafo, he pensado que quizá me esté volviendo normal después de todo. No pierdo la esperanza ;-)

23 febrero 2006

Mareas


He comenzado a nadar a mediodía. Media hora.

Salgo del trabajo, conduzco hasta la piscina, me zambullo en búsqueda de simetría, me relajo bajo la presión de la ducha y como de un tupper* mientras charlo distendido con mis amigos.

Cuando me reincorporo a la rutina todo ha cambiado. Siento como si el día hubiese vuelto a comenzar a las cuatro de la tarde. Continuaré nadando cada mediodía. Y la noche que me apetezca saldré también a correr.

Sigo fumando, a pesar de todo. Pero cada vez me apetece menos. Es el propio cuerpo el que regula sus necesidades.

También mis horarios de trabajo se han adaptado a un esquema extraño. Más acorde con mi profesión. Hay huecos en mitad de la jornada en los que paro a tomar un café o a hojear el periódico. Porque las reuniones no pueden enlazarse o porque no sale a cuenta volver a la oficina, pasar el rato en el coche.

Todo está girando hacia experiencias inexploradas. Ya veré cómo acomodo el fin de semana en esta vorágine de acontecimientos extravagantes. Pero esto se está moviendo. Y me gusta.



* También como una manzana, por supuesto ;-)

21 febrero 2006

Mi escritorio


Me hago eco de la cadena propuesta por edharris. La última vez que hubo una iniciativa similar no lo incluí porque, como véis, es tan árido como desolador.

Hace un tiempo tenía una foto en blanco y negro. Mucha piedra, algo de hierro y pocas personas. Pero un desastre informático hizo desaparecer de mi ordenador esa imagen junto con todas las de mis últimos cuatro años.

Por cierto, en la carpeta de Victor Manuel está guardada toda su discografía entera. Lo bajé para mi madre y me lo he quedado. Me gusta ;-)

20 febrero 2006

Recién caída del avión

Butt confesó que no recordaba mucho del incidente, así que he decido compartir con ella, y con vosotros, lo que sucedió aquella mañana de verano en la que B-8 se cayó de un avión en pleno vuelo.

He de confesar antes de comenzar el relato que mi memoria padece una extraña enfermedad. Su volatilidad se dispara cuando el alcohol fluye sin trabas por mi cerebro. Tal vez lo que os contaré no esté en la cabeza de nadie más, pero en la mía la nitidez de estos sucesos es irrefutable.


Ese domingo me levanté temprano. Quizá no fuesen ni siquiera las doce. Me paseé en pijama por la casa, tratando de abrir los ojos a pesar de que ya los tenía abiertos. Los demás dormían y roncaban a mi alrededor. Un bucle de palabras enlazadas que incluían pingüiperro y aspersor rodaban en torno a mis oídos en silencio. La realidad era escamoteada por una bruma negruzca.

Salí por la puerta trasera al exterior. Una cálida y fresca atmósfera revitalizó mis sentidos. La vi en el momento en que mis ojos buscaban la superficie de la piscina. Estaba espanzurrada sobre la hierba. Los ángulos de sus articulaciones conformaban grotescas aberturas. Parecía hendida un par de centímetros en el suelo. Sus ojos estaban cerrados debajo de las gafas de sol.

Caí de rodillas al suelo. Desorientado. B-8 yacía muerta a escasos metros de mi estupefacción. Arañé mi memoria rebuscando una explicación. Pingüiperro... Aspersor... Culo peludo... Coñete... Asno... Incoherentes palabras abrumaban mi sentido. ¿Qué había pasado? ¿Quién era el responsable de aquella atrocidad?

Una perezosa trama de sensaciones recuperadas reconstruyó en mi percepción la historia de aquella triste noche. Ella nos avisó: "No son fuegos artificiales, es un ataque alienígena". La hilaridad etílica nos impidió aceptar la verdad. El planeta estaba siendo atacado. Y los humanos retozaban borrachos en la hierba llena de obstáculos de una solitaria casa a las afueras de la ciudad.

B-8, apelando a su legendaria entereza, se había constituido en la única heroína capaz de organizar la defensa de un mundo tan amenazado por sus propios moradores como por seres de lejanos astros. Descamufló el avión de caza Warhammer que el Señor de las Barbacoas escondía en su jardín y despegó en pos de aquellos alienígenas de aviesas intenciones.

Cuanto más cruenta se hacía la batalla en los cielos más celebraban los borrachos el espectáculo en la tierra. B-8 despachó ella solita a siete platillos volantes de clase estelar. Sin despegar los labios, concentrada en cada una de las cabriolas, abatió a la horda invasora con decisión. Pero su caza había sido alcanzado. Ambos estaban heridos de muerte.

En un último acto de intrépido coraje decidió arrojarse a su destino bajando con su mano ensangrentada la ventanilla. Mientras flotaba en el acelerante aire debió pensar en lo inútil que era defender a aquella panda de descerebrados.

¡Chof!

El ruido de una caída. El eco de una muerte. B-8, descanse en paz.

Las lágrimas pugnaban por desbordar mis párpados. Seguía de rodillas, observando la pálida e inexpresiva cara de B-8, lamentando su sacrificio. Entonces B-9 abrió los ojos, sonrió y, aún demasiado cansada para articular palabra, me dedicó una mirada tranquila. Me sentí reconfortado. La bienvenida trocó la amargura en júbilo. Y me sentí bien. Orgulloso de compartir mis momentos con aquella certera asesina de vida inteligente.

Cuentan que después de aquello, en mañanas de bruma y resaca, se forjó la tradición de conmemorar la cruenta batalla de B-8. Muchos eran los que se reunían allí para emular las tácticas de aquella noche de fuegos y artificios con sus pequeños muñequitos maquillados de pilotos de caza con cabellos de miel...

Como os decía, quizá esto no es lo que pasó. Pero así es como yo lo recuerdo. ¿A ti qué te parece, Butt? ;-)

19 febrero 2006

Reverberaciones internas

Te echo de menos
amor.
Vuelve otra vez
a mí.

Creo que el grupo se llamaba La Trampa. Esa melodía se filtra entre los nudos de mis pensamientos llenándome la cabeza de añoranza. No es que desee recuperar lo que no he conocido, pero necesito estandarizar mi relación social. Estoy convirtiéndome, casi sin percatarme, en un ávaro huraño de sentimientos. Y me asusta.

Me asusta que en el teatro me llamen señor, que una chica me diga en un bar que tengo 38 años y que mi madre piense que me estoy acomodando. Supongo que es una angustia pasajera, pero no puedo acallarla en este momento.

Quiero reinsertarme en la sociedad. Aunque cuando esté reinsertado vuelva a desear cometer algún delito que me condene de nuevo a la psicopatía.

Contradictorio y paradójico. La inevitable sensación de no encontrarse nunca en el lugar adecuado. El incestante movimiento pendular que marca el avance de la existencia. No ser capaz de contentarse con lo que se tiene. Frustración, insatisfacción, anhelo. Giros enlazados que conducen a ninguna parte.

Una mezcla de suspiros y pantalones fruncidos.

Ahora es así. Soy así. Pero quizá cambie. Cambiaré.

16 febrero 2006

Conocimiento

Las tardes en las que consigo estar en la oficina a la hora de salida comparto con mi secre un paseo de cinco minutos hasta que nuestros caminos a casa se bifurcan.

-Esta semana no he hecho nada -le he contado hace un rato.
-¡Qué va! Si esta semana casi ni te he visto. Has cerrado un par de proyectos, has impartido un curso, has hecho tres demostraciones... -me ha contestado ella con intención de animarme.
-Me refería a lo importante. A todo lo demás -he aclarado.

Ella ha cruzado por su paso de cebra sonriendo. Yo la miraba alejarse mientras seguía mi camino ascendente. Entonces, se ha vuelto y me ha dedicado una mirada angulada, con un soslayo preciso.

-No me cuentes historias. Tú nunca tienes nada que hacer... -me ha lanzado como despedida.

Me he mirado los zapatos italianos. He pensado que tenía razón. Y he seguido ascendiendo.

15 febrero 2006

Reincidente

Me acosté temprano. Llevo un tiempo cansado sin motivo aparente. Tan agotado, que la radio solo llega a mis oídos un par de minutos, aunque hable durante una hora entera. Cuando sonó el teléfono no era tarde, pero mi sueño ya era profundo.

Mi casa es alargada. Hay unos treinta metros entre la cama y el teléfono. Podría ponerme uno más cerca, lo sé. Pero me lo impide la dejadez. Para atender una llamada desde mi dormitorio tengo que recorrer en paralelo la cama, girar a la derecha y caminar recto hasta el salón.

Aquella noche mi cuerpo y mi mente se desincronizaron. Me levanté de un salto, recorrí la cama en paralelo y choqué con el armario. Mi mente sabía que tenía que girar a la derecha pero mis pies querían seguir rectos. Repetí la operación seis veces, hasta que caí en el suelo de culo.

El teléfono dejó de sonar. Y me volví a acostar.

A la mañana siguiente, mirándome en el espejo, descubrí un pequeño chichón. Y recordé lo que había hecho la noche anterior.

Cuando cada pedazo de conciencia hace lo que quiere resulta difícil peinarse. No extraigo más conclusiones de la experiencia.

12 febrero 2006

Planeando

Max salió de casa el domingo por la mañana con decisión. Pasaría por casa de su hermana para devolver los veinticuatro kilos de congelados que le había custodiado durante una semana. Después conduciría hasta la gasolinera para lavar el coche, comprobar la presión de los neumáticos y repostar. Para terminar, se acercaría a comer con sus padres a las dos en punto. Una hora y treinta y siete minutos de momentos bien estructurados. Un plan perfecto.

Colocó las dos bolsas de comida rígida envueltas en una manta en el maletero, tratando de no tiznarse con la espesa capa de polvo que recubría la parte posterior del coche. Tras accionar el contacto con la llave, comprobó que no tenía gasolina suficiente para llegar a casa de su hermana. Aquello le obligaba a variar el orden de sus planes. Pensó que los congelados aguantarían en el maletero. Hacía frío en la calle.

Cuando llegó a la gasolinera, la larga cola de coches en el autolavado lo desanimó. Decidió echar primero gasolina, esperando a que esa fila mermase durante aquellos minutos. Aunque aquello implicase otra pequeña variación en los planes.

Apuró las últimas gotas del surtidor moviendo el culo del coche con rítmicos empujones de su cadera. 49,00 euros. Perfecto. Una cantidad redonda. Se acercó silbando al mostrador preparando su tarjeta de crédito y su carnet.

***

Luis había sido ascendido a inspector. Por fin iba a olvidarse del aburrido papeleo de burócrata gris de los últimos años. A partir de ahora se centraría en las investigaciones policiales de casos reales. Había estudiado muchos años. Merecía aquella oportunidad. Su primer caso era un maltratador crónico. La desaparición de su ex mujer había disparado las alarmas de la familia. Lo habían visto llegar a la casa de la supuesta víctima la noche anterior en su coche. Por la mañana ella había desaparecido. Todo apuntaba a que ese cabrón la había secuestrado.

Lo encontraría. Y le haría pagar por ello. Le iba a poner en su sitio a ese desalmado. Estaba condenado. No tenía escapatoria. Por algo Luis había sido el alumno más aventajado de su promoción y uno de los inspectores más jóvenes del país. Para ser el mejor instrumento de la justicia. Para aleccionar al malvado. Para limpiar las calles de sucias comadrejas.

***

-No pasa -le informó la dependienta con un chasquido-. Lo intentaré en el otro lector... No, no pasa. Dice operación no admitida -aclaró interrogando a Max con la mirada.

Max buscó en su cartera vacía, recién saqueada en la noche del sábado.

-Pues no llevo efectivo -comenzó con tranquilidad-, ¿cómo lo podemos solucionar? ¿Hay algún cajero por aquí cerca?
-No, tendrás que bajar hasta el campo de fútbol, pero... ¿no puedes pagar de otra manera? ¿No tienes otra tarjeta? -insistió la cajera algo nerviosa.
-Lo siento, pero no. Es mi única tarjeta. ¿Te dejo aquí el coche y voy a buscar dinero? -se ofreció afable Max.
-Está bien. Déjame el DNI -respondió seca la cajera-, anotaré tus datos...

Max aparcó el coche frente a la ventana del mostrador y se fue andando hacia el cajero. ¿Por qué se le habría ocurrido ir a repostar a la gasolinera más alejada de un cajero de toda la ciudad? ¿Aguantarían bien los congelados?

En la puerta del cajero se cruzó con una señora que salía negando con la cabeza.

-Siempre pasa lo mismo -se quejaba-, los sábados por la noche todo el mundo a sacar dinero y el domingo no hay manera de encontrar un cajero disponible -remató con una sonrisa resignada.
-Disculpe, ¿sabe dónde hay otro cajero aquí cerca? -respondió Max a la observación.
-¡Uy!, hijo, el siguiente está ya bajando hacia el centro. Por aquella calle.

***

Max caminó diez minutos más hasta el segundo cajero. Esta vez tuvo suerte. Había dinero y su tarjeta funcionó sin rechistar. Sacó cien euros, cincuenta para la gasolinera y otros cincuenta como provisión ante nuevos renuncios del plástico.

Mientras caminaba de vuelta a la gasolinera pensaba en que debía haberse cambiado de ropa por la mañana. Todavía olía a humo, bar y cerveza. El hecho de no haberse duchado tampoco ayudaba a que su imagen resultase respetable. Quizá fuese eso lo que había asustado a la cajera.

Los planes ya se habían deshecho en su totalidad, pero estaba creando un nuevo argumento en el que dejaba a toda velocidad los alimentos en casa de su hermana y encajaba una ducha antes de la comida con sus padres. Si no había más contratiempos era un futuro factible. Treinta y siete minutos. Un plan perfecto.

Llegó a la gasolinera una hora después de haberse marchado. Al lado de su coche había un par de policías. La cajera les estaba dando explicaciones y uno de ellos anotaba en su libreta. Max levantó la mano para hacerse ver. La cajera tomó por el brazo al agente y lo señaló con el dedo.

***

El coche había sido visto aparcado en una gasolinera. Estaba de suerte. Luis llamó a su compañero Pedro y salieron pitando hacia allí. La luz de la sirena y su sonido los acompañaron durante todo el trayecto.

Allí estaba. La matrícula y el modelo coincidían con los datos suministrados por la familia. Solo se trataba de esperar a que apareciese el conductor. Interrogaron a la dependienta. Les explicó que el coche pertenecía a un joven desaliñado que no había podido pagar. Les dijo que seguramente no tenía dinero y que había abandonado el coche allí. Les contó que olía mal y que tenía unos ojos extraños y rojos, que no creía que fuese un tipo de fiar.

Las piezas encajaban sin rebabas. Su primer caso. Y lo iba a resolver en tan solo unas horas. Luis estaba exultante. Deseando que llegase aquel indeseable para poder cerrar el caso. Todo estaba saliendo a pedir de boca.

***

-Buenos días -saludó Luis el policía-, ¿podría enseñarme su documentación?
-Buenos días -devolvió Max un poco perplejo-, sí, claro. Espere un segundo...

Max sacó sus carnets y se los entregó al policía. Luis fue hasta el coche con la documentación mientras Pedro el compañero no quitaba ojo a Max. La cajera aprovechó para fortificarse detrás del mostrador. Las miradas asustadas que lanzaba de vez en cuando resultaban inquietantes. Max comenzó a pensar que sus planes estaban cambiando en ese momento.

-Va a tener que acompañarnos a la comisaría -le dijo Luis con firmeza-, no podemos comprobar en este momento sus datos, pero tenemos razones para sospechar de usted. Abra el maletero, por favor -ordenó con sequedad.
-¿Disculpe? -soltó Max extrañado-, me podría decir por qué. Traigo el dinero para abonar a gasolina...
-No se trata de eso, por favor, abra el maletero -insistió el agente.

Durante la conversación Pedro había rodeado el coche y se llevaba la mano a la cintura con disimulo. Max pensó que aquellos tipos estaban locos. ¿Para qué querría ver el maletero aquel policía? Se resignó a hacer lo que le decían y accionó el mando que abría el portón. Cuando se iba a acercar a levantarlo, Luis lo retuvo y le hizo un gesto a su compañero.

El segundo policía se acercó con cautela y empujó la tapa del maletero con cuidado. Al abrir el proceso de deshidratación de los congelados emanó un fuerte olor a carne. El policía se cubrió la nariz con la mano.

-¡Es él! -gritó a su compañero- ¡Inmovilízale!

***

En un santiamén Max se vio esposado, con su torso apoyado contra el capó del coche y el lado derecho de su cara aplastada sobre cuatro centímetros de porquería formada por barro y conglomerado de insecto triturado. Pedro pedía refuerzos por teléfono móvil. Luis lo apuntaba con el revólver sin pestañear. La gente de la gasolinera comenzó a observar el espectáculo interesada.

-¿Me pueden explicar qué pasa? -exigió Max en estado de estupefacción- ¿Qué he hecho? Por el amor de dios...

Los policías ignoraron su petición y siguieron haciendo llamadas. Max no se atrevía a moverse. No entendía nada de lo que decían. Había gente rodeando la escena, cuchicheando chismes y juzgando a uno de esos tipos que eran merecedores de ser detenidos por la policía.

-Coge la documentación de la guantera, Pedro -dijo el policía-. Vamos a ir comprobando el número de bastidor...

Pedro sacó los papeles de la guantera y se fue hacia el coche. A mitad de camino se paró. Estuvo unos segundos en el sitio y volvió hacia el primer policía.

-Creo que nos hemos equivocado, Luis -susurró sin convicción-. Ésta no es la matrícula...
-Que sí, hombre, mírala bien. 6998 BNX.
-No, aquí dice 8998 BNX.

Los policías se acercaron a la trasera del coche. El polvo de dos centímetros de espesor cubría toda la culera. Pedro sacó un pañuelo y limpió la placa de la matrícula.

-¡Joder! Este no es el tío que buscamos... ¡Me cago en la leche!

***

Max seguía sin entender la situación. Un par de coches de policía habían llegado a la gasolinera. Seis agentes discutían a cierta distancia, sin que él fuese capaz de oírlos. Tras la conversación, Pedro se acercó, le quitó las esposas y lo incorporó.

-Disculpe, señor -entonó cortés-, le habíamos confundido con otra persona. Su matrícula es bastante parecida y su descripción también. Además, la cajera de la gasolinera nos ha dicho que olía usted a muerte -se justificó el agente-. Luis está bastante cabreado por todo el numerito que hemos montado, así que vamos a multarle por no llevar la matrícula en condiciones -terminó con un gesto de disculpa.
-¿Me van a multar porque se han confundido? -exclamó Max incrédulo- ¡Eso no es justo!
-No lo será, pero aquí tiene usted. Son 100 euros, si los abona ahora le aplicaremos un descuento del 40%. Tenga un buen día.
-¡Coño! Esto es una mierda... Tome su cochino dinero. Ya presentaré una denuncia en la comisaría. Esto ha sido un atropello -bramó Max fuera de sí-. Vaya mierda de cuerpos de seguridad...

Cuando la policía se fue, Max se acercó a la cajera. Tenía medio rostro cubierto del polvo del capó. Su cazadora estaba llena de porquería. Y en sus ojos había una determinación implacable.

-49 euros, señor, disculpe el malentendido -murmuró avergonzada la cajera.
-Sí, claro. Tome... ¡Mierda! ¡Joder! Sólo me quedan 40. Es que soy idiota -explotó Max-. ¡Ale!, quédese mi coche otro rato que voy a darme otro paseíto... ¡La ostia puta en vinagre!

***

-¿Mamen?... Sí... Que bajes a buscar tus congelados a la gasolinera de Casablanca.... Ya te contaré. Y trae 9 euros... Sí, pueden venir los niños. Se reirán de su tío bitonal... No preguntes... Ahora te lo explico.

***

-¿Mamá?... Que no iré hoy a comer.... Ya sé que debería haber estado allí hace un rato... No, no voy a ir... Pues a veces los planes se trastocan, ¡qué le vamos a hacer!... Y no, no me pasa nada. Adiós.

11 febrero 2006

Life goes on


Ese es el final de Morgenstern, una especie de efecto estilo ¿La dama o el tigre? (esto ocurrió antes que ¿La dama o el tigre?, no lo olvidéis). Ahora bien, el autor era un satírico, de modo que lo dejó así, y supongo que me di cuenta demasiado tarde de que mi padre era un romántico, de modo que lo acabó de otra forma.

Y yo soy un compilador, de modo que tengo derecho a expresar algunas ideas propias. ¿Lograron huir? ¿Estaba el barco pirata esperándolos? Vosotros mismos podéis contestar a esas preguntas; yo digo que sí. Y que lograron huir. Y que recuperaron sus fuerzas y que vivieron infinidad de aventuras y que lo pasaron en grande.

Aunque eso tampoco significa que yo crea que tuvieron un final feliz. Porque, y ésta no es nada más que mi opinión, riñeron mucho y, con el tiempo, Buttercup perdió su belleza, y un buen día Fezzik perdió una pelea y un muchachito lanzado derrotó a Iñigo con la espada, y Westley nunca logró conciliar bien el sueño por temor a que Humperdinck los encontrara.

Con esto no intento deprimiros, que quede claro. Sino que lo digo porque de verdad creo que el amor es lo mejor del mundo, después de los caramelos para la tos. Ahora bien, también debo decir, por enésima vez, que la vida no es justa. Sólo es más justa que la muerte. Es todo.

09 febrero 2006

Gracias.

Por cada uno de vuestros gestos de apoyo y solidaridad. Espero ser capaz de transmitir la mitad de lo que me habéis regalado a los que ahora más lo necesitan.

Es un placer compartir mi tiempo con vosotros.

Gracias.


To be, or not to be: that is the question:
Whether 'tis nobler in the mind to suffer
The slings and arrows of outrageous fortune,
Or to take arms against a sea of troubles,
And by opposing end them? To die: to sleep;
No more; and by a sleep to say we end
The heart-ache and the thousand natural shocks
That flesh is heir to, 'tis a consummation
Devoutly to be wish'd. To die, to sleep;
To sleep: perchance to dream: ay, there's the rub;
For in that sleep of death what dreams may come
When we have shuffled off this mortal coil,
Must give us pause: there's the respect
That makes calamity of so long life;
For who would bear the whips and scorns of time,
The oppressor's wrong, the proud man's contumely,
The pangs of despised love, the law's delay,
The insolence of office and the spurns
That patient merit of the unworthy takes,
When he himself might his quietus make
With a bare bodkin? who would fardels bear,
To grunt and sweat under a weary life,
But that the dread of something after death,
The undiscover'd country from whose bourn
No traveller returns, puzzles the will
And makes us rather bear those ills we have
Than fly to others that we know not of?
Thus conscience does make cowards of us all;
And thus the native hue of resolution
Is sicklied o'er with the pale cast of thought,
And enterprises of great pith and moment
With this regard their currents turn awry,
And lose the name of action. - Soft you now!
The fair Ophelia! Nymph, in thy orisons
Be all my sins remember'd.

Ser o no ser: ésta es la cuestión: si es más noble sufrir en el ánimo los tiros y flechazos de la insultante Fortuna, o alzarse en armas contra un mar de agitaciones y, enfrentándose a ellas, acabarlas: morir, dormir, nada más y, con un sueño, decir que acabamos el sufrimiento del corazón y los mil golpes naturales que son herencia de la carne. Ésa es una consumación piadosamente deseable: morir, dormir; dormir, quizá soñar: sí, ahí etá el tropiezo, pues tiene que preocuparnos qué sueños podrán llegar en ese sueño de muerte, cuando nos hayamos desenredado de este embrollo mortal. Ésa es la consideración que da tan larga vida a la calamidad: pues ¿quién soportaría los latigazos y los insultos del tiempo, el agravio del opresor, la burla del orgulloso, los espasmos del amor despreciado, la tardanza de la justicia, la insolencia de los que mandan y las patadas que recibe de los indignos el mérito del paciente, si él mismo pudiera extender su documento liberatorio con un simple puñal? ¿Quién aguantaría cargas, gruñendo y sudando bajo una vida fatigosa, si no temiera algo después de la muerte, el país sin descubrir, de cuyos confines no vuelve ningún viajero, que desconcierta la voluntad, y nos hace soportar los males que tenemos mejor que volar a otros de que no sabemos? Así, la conciencia nos hace cobardes a todos, y el colorido natural de la resolución queda debilitado por la pálida cobertura de la preocupación, y las empresas de gran profundidad y empuj desvían sus corrientes con esta consideración y pierden el nombre de acción... ¡Cállate ahora! ¿La hermosa Ofelia? Ninfa, que en tus oraciones sean recordados todos mis pecados.

08 febrero 2006

Lo que no se debe olvidar

Traumático. Conducir como un loco a las cuatro de la madrugada con tu hija muerta en brazos de tu mujer y la policía persiguiéndote. Que la reanimen y la vuelvas a perder en solo un par de horas.

Muerte súbita. Tras largas discusiones forenses y la participación de tus hermanos médicos el diagnóstico es tan estúpido como desolador. Sobran los calificativos para la muerte.

Desmoronándose por turno. De manera que siempre haya algún hombro en el que descansar las lágrimas. Una macabra cadena de entereza y desconsuelo. Un lío de castillos de arena reconstruidos. Silencios y sollozos, a partes iguales.

El silencio. No se puede decir nada. El hombre no puede explicar lo que no entiende. Ni siquiera el sacerdote acierta a comedir su ignorancia. Un despropósito. Querer y no saber. Impotencia sin medida.

Inolvidable. Insuperable. Algo con lo que se puede aprender a vivir, eso es todo.

Inimaginable. Lo que ha sentido esa madre abrazada al ataúd de su hija durante toda la ceremonia. Sin fuerzas para tenerse. Desparramada en la pérdida.

Frases estúpidas. Que no dicen nada. Emitidas para romper ese silencio que lo engloba todo. Apretar la mandíbula con fuerza para que la rabia no escape iracunda.

Y mi cuñado fuera. La única persona que me consuela. Que sabe darme la tranquilidad necesaria para superar cualquier barrera. En el sur. Él y su trabajo.

Nunca había participado de un sentimiento tan triste. Jamás vi a mi padre, a mi madre, a mi hermana, a mi ex-mujer, a mi familia tan desolados e impotentes. Por eso lo guardo en mi diario. Porque quiero tenerlo cerca de mí.

Porque Isabel no nos va a faltar nunca. Porque siempre la mantendremos viva. Y estará con nosotros en todos los momentos que vengan.

07 febrero 2006

Isabel


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Escucha tu canción favorita. Desde ahora, siempre que suene nos acordaremos el uno del otro. Ocho años parecen pocos para una vida. Pero has decidido emprender otro rumbo.

Siempre fuiste una aventurera, Isabel. Tus ojos inquietos y tu sonrisa desdentada desafiaban la realidad con imprudencia. Una escueta sonrisa me deforma al pensar que siempre te supiste mi sobrina, aunque el parentesco nos definiese de otra manera.

¿Recuerdas tu último cumpleanos? Te regalé El Principito. Hojeaste las páginas. Me miraste hacia arriba. Y me dijiste que era un libro muy complicado. Te prometí que lo leería contigo. Que te explicaría cada una de las palabras que se te atragantasen. Nunca dejo de cumplir una promesa. Tenemos pendiente esa lectura.

Y pintaré un cordero dentro de una caja para ti. Y haremos agujeros para que respire. Y me contarás por qué decidiste dejarnos un siete de febrero. Si es que lo sabes...

06 febrero 2006

El bolazo de nieve de Ashavari

En la blogosfera uno nunca está a salvo de ser alcanzado por una de esas temibles cadenas de bolazos en cascada. Esta vez, el lanzamiento me ha llegado de Ashavari.

Un pasaje de un libro con el que te sientas identificado. Aquí está el mío.

¿Parece, señora? No, lo es. No sé lo que es "parece": no es sólo, buena madre, mi capa entintada, ni las acostumbradas vestiduras de solemne negro, ni los ventosos suspiros del aliento forzado. No, ni el abundante río en los ojos, ni el aspecto abatido del rostro, unido a todas las formas, modos y aspectos de dolor, lo que me puede expresar con verdad. Estas cosas sí que parecen, pues son acciones que un hombre puede desempeñar; pero tengo dentro algo que va más allá de la apariencia, y esas cosas son sólo los jaeces y las ropas del dolor.

Os incluiré la versión en inglés. Como es habitual, no tiene mucho que ver con la castellana...

Seems, Madam, nay it is; I know not Seems.
'Tis not alone my Inky Cloak, coold Mother,
Nor customary Suits of solemn Black,
Nor windy Suspiration of forc'd Breath,
No, nor the fruitful River in the Eye,
Nor the dejected Haviour of the Visage,
Together with all Forms, Moods, Chapes of Grief,
That can devote me truly. These indeed Seem,
For they are Actions that a man might Play;
But I have that within which passes Show,
These but the Trappings and the Suits of Woe.


No soy estable. Ya os lo he contado. En este momento siento mío este pasaje de Hamlet, pero en otros momentos hago míos otros pasajes... de Hamlet, claro ;-)

Estiro mi pierna derecha al frente, recojo los brazos en la parte izquierda de la cintura y apunto a Raist para que nos cuente ese párrafo que otro escribió por él.

Bulos

Un hoax (del inglés: engaño, bulo) es un mensaje de correo electrónico con contenido falso o engañoso y normalmente distribuido en cadena.


Lucía Echevarría, la famosa escritora dijo en una entrevista, que
"murciélago" era la única palabra en el idioma español que contenía las 5
vocales. Pues el señor José Fernando Blanco Sánchez envió esta carta a un
periódico, dando un repaso a la escritora y escribiendo varias palabras con
las vocales...

Al menos es curioso.

Carta al director en un diario nacional... hace pocos días.

"Acabo de ver en la televisión estatal a Lucía Echevarría diciendo que
'murciélago' es la única palabra en nuestro idioma que tiene las cinco
vocales.

¡Confiturera, frene la euforia! Un arquitecto escuálido llamado Aurelio (o
Eulalio... o Ausencio) dice que lo más auténtico es tener un abuelito que
lleve un traje reticulado y siga el arquetipo de aquél viejo reumático,
desahuciado y repudiado, que consiguiera en su tiempo ser esquilado por un
comunicante que cometió adulterio con una encubridora cerca del estanquillo
(sin usar estimulador).

Señora escritora: si el peliagudo enunciado de la ecuación la deja
irresoluta, olvide su menstruación y piense de modo jerárquico. No se
atragante con esta perturbación, que no va con su milonguera y meticulosa
educación, y repita conmigo, como diría Cantinflas: ¡Lo que es la falta de
ignorancia!

José Fernando Blanco Sánchez


Algunas leyendas urbanas resultan muy creíbles.

05 febrero 2006

La nevera de un soltero


Es un elemento fetiche. Incluso se le ha dedicado una frase hecha, más vacío que la nevera de un soltero. Por eso os muestro el contenido de mi nevera. Para romper moldes... o reafirmarlos.

Lo que hay arriba a la izquierda, al lado de los pomelos, es una lata de foie con ceps (boletus). Está catalogada como el tesoro más valioso de toda la nevera ;-)

04 febrero 2006

In Verrem, Pro Murena,...


El señor Cuervo me sorprendió copiando en un examen de Historia en primero. Ocurrió la semana posterior a la reunión anual con los padres. En aquel encuentro el señor Cuervo le había transmitido a mi padre lo sensato, maduro y responsable que le parecía su hijo.

Resultaba sencillo escribir sobre el descubrimiento de América, pero siempre he sentido la asfixiante obligación de aparentar más de lo que soy. En el colegio tenía reputación de buen estudiante, así que la vergüenza que pasé durante aquella media hora, con las manos encima del pupitre y los capilares de las mejillas encendidos, fue una de las experiencias más embarazosas de mi adolescencia.

En segundo curso el señor Cuervo fue mi profesor de Latín. Mientras el resto de los compañeros anotaban declinaciones y construcciones en el diccionario, yo respondía cada examen con su mirada agujereando mi nuca y una revisión previa de los elementos que iba a utilizar en la prueba.

Recuerdo una ocasión en la que preguntaba acerca de las obras de Julio César. Conocía de memoria cada uno de los libros que había que incluir en la respuesta, pero la corrección me castigó con un estirado cero. No protesté. Tragué mi rabia con amargura y asumí la encubierta desconfianza.

Más adelante realicé un mal examen. La suspicacia del señor Cuervo le instó a conminarme a la pizarra para que analizase delante de todos una intrincada frase de Julio César. Sin diccionario, por supuesto. Resolví el arcano acertijo con ligereza y acierto. Aunque no restauré mi crédito.

Aquel notable de Latín, sometido a una presión acusadora sin concesiones, fue uno de los méritos académicos de los que más orgulloso me siento. Además, aprendí un par de lecciones.

Existen personas a las que les puedes fallar una única vez. Después nunca volverán a confiar en ti. Desde entonces, no he querido ser como esas personas. Fállame pero sé sincero. Y te perdonaré tantos fallos como cometas.

02 febrero 2006

Bito 404


Recuerdo aquel tugurio familiar con una mirada curvada por las arrugas de mi sonrisa. Era una tasca de barrio entrañable.

Los bajos taburetes de oscura madera maciza se esparcían al azar trazando polígonos irregulares. Los parroquianos se acomodaban en ellos con una cerveza en la mano, charlando distendidos sobre fantasías reales mientras el humo se deshacía caprichoso entre las vigas del techo.

En un corro se oía discutir acerca de la esencia de la escritura, más allá representaban entusiasmados un musical coreografiado de risas y al fondo un grupito rememoraba sus hazañas infantiles entre carcajadas sonoras.

El dueño del local se mezclaba con los clientes para charlar de cualquiera de esas cosas. Te sorprendía sin esfuerzo con frases de corta extensión y amplio ingenio. Su cháchara agradable conseguía que un aroma cómplice inundase dulzón la estancia.

Nunca supe cual era el horario. En ocasiones la persiana permanecía bajada durante varios días. Pero después abría sin descanso durante una semana. Ninguna regla regía aquel lugar.

Guardo la sensación de sentarme con su dueño en el tejado nevado, con los cuellos de nuestras cazadoras levantados, compartiendo un poco de maría y divagando sobre lo absurdo mientras nuestra mirada vagabundeaba entre el teflón agujereado.

Echaré de menos aquellos días. Aunque conservaré la esperanza de encontrar algún día, escondida tras el siniestro recoveco de un callejón perdido, la entrada de una nueva sucursal de esa tienda de francas evocaciones con esencia de cristales emplomados.




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01 febrero 2006

Caminos iluminados

No poseo rasgo externo que atraiga la atención de las mujeres. Me encarno en una vulgaridad sin aspiraciones. Soy atravesado por las miradas como un vidrio frotado con inmaculado esmero. Actuaría como figurante perfecto en la película de cualquier heroína.

Las palabras que forman mis labios emiten mensajes de extraña monotonía cercana. Y cuando el alcohol tiñe mis neuronas de bruma la credibilidad de mis pensamientos es desmentida por la ligereza de mis frases.

Durante mucho tiempo he explotado la cualidad de pasar desapercibido para charlar con cualquier chica elegida por mi apetencia. Ellas no han recelado en escucharme, seducidas por mi semblante inofensivo. Han permitido que les contase descabelladas historias hasta que el interés en el juego se diluía efímero.

Esta es la manera en la que he conseguido engañarme durante años. Convencido de que buscaba una compañía que rellenase los huecos de mi soledad. Algunas voces me habían advertido de la falsedad de mi voluntad. Pero siempre las califiqué de embusteras.

Quizá quiera encontrar a alguien. Pero no lo necesito. Y me va a costar mucho sacrificar todas las ventajas que ofrece una soledad bien llevada.

Lo que en verdad me fastidia es haberme engañado durante tanto tiempo. No me gusta mentirme. No voy a volver a permitirlo. Me castigaré en una esquina hasta que la lección se adhiera a las paredes de mi reseca mollera.

Herido leve

Estoy bien. Pero me acabo de cortar la yema del dedo mientras peleaba con una maza de jamón de pato. Ahora mismo estoy decidiendo si voy a que me cosan el dedo o no. Aunque me parece que me iré a la cama. Si mañana la herida sigue sangrando me acercaré a primera hora, que está más despejado.

Algo me ha quedado claro. Este suceso descarta la hipótesis de que esté atravesando una crisis. La crisis me está atravesando a mí.


Novedades y reflexiones

La herida ha dejado de sangrar. Me ahorraré la visita al hospital.

Me cuesta mucho hablar con mi madre, pero es que ella o el destino están confabulando para que cada día sea más difícil.

Primera llamada no atendida. Estaba en el baño con el dedo debajo del grifo, tratando de contener la hemorragia y cortando el esparadrapo con los dientes.

Segunda llamada no atendida. Me acababa de tumbar en el sofá, con el dedo en alto, a esperar que el mareo remitiese.

Tercera llamada no atendida. Había conseguido dormirme arropado en la manta.

Al menos me despertó a la hora de House.