30 agosto 2006

Decidiendo

No quiero dejar de fumar, pero me gustaría fumar mejor. He buscado consejos para fumar de una manera más racional, todo el mundo insiste en que la única manera racional de fumar es dejarlo. Dado que mi raciocinio no es común, elaboraré una teoría propia.

He comenzado por considerar la deficiencia de vitamina C que ocasiona el tabaco. Para paliar esta escasez, es necesario tomar un vaso de zumo de cítricos al día*, verdura, ensalada y una pieza de fruta rica en vitamina C. Por tanto, lo único que tengo que cambiar en mi dieta son las manzanas por naranjas. Y el primer punto estará cubierto.

Tal vez me lleve un tiempo elaborar el manual completo, pero deseo cubrir ese hueco. No quiero dejar de fumar, ¿qué puedo hacer para que me siente mejor? Imagino comentarios del tipo: "deja de fumar, no seas capullo", "oh! qué bien! así conseguirás morir 10 años antes en vez de 15" y aseveraciones por el estilo. Entiendo que ninguna de estas frases puede aportar algo a este artículo, pero sois libres de expresaros como creais, como siempre.

Por otro lado, mientras tomábamos un café y fumábamos un cigarrillo, una amiga ha apoyado mi interpretación de los hechos. Y ahora me estoy refiriendo a otro tipo de hechos. Estaba deseando que alguien me diese esa palmadita en el hombro, para poder evadirme de tomar una decisión que me podría haber supuesto muchos quebraderos de cabeza a corto plazo. Y es que ésta era una de esas decisiones que uno teme tomar por la parálisis que le ocasiona el miedo a acertar.


*El pomelo es un cítrico válido

29 agosto 2006

Premonición

Ocurrió en noviembre de 2003. Durante las últimas vacaciones que pasé con Ex. Dos gitanas, una vieja y la otra joven, nos pararon en unas de las calles que rodean la Catedral de Córdoba. La joven vino a por mí mientras la vieja se llevaba a Ex aparte.

"Tienes una salud de hierro, es increíble", me dijo. "Aunque deberías cuidar más tus dientes", concluyó sin apartar su vista de las líneas de mi mano izquierda. "Toma estas ramitas de [...]* y ponlas en agua con limón cuando llegues a casa. Durante dos días. Eso te traerá suerte durante un año". Tras estas palabras me retuvo alejado de Ex, esperando a que la vieja terminase de averiguar su destino.

Nos acercamos a una señal de la vieja. "Ahora debes pagarnos", me dijo la joven. La vieja seguía en silencio, mirándome con dureza. Busqué en el monedero un par de euros, pero la gitana agarró mi mano y me dijo "Ella no puede tocar el metal, debes darnos papel". Abrí la cartera de mala gana. Solo llevaba billetes de veinte euros. "Lo siento, son las monedas o nada. Tú eliges".

La vieja comenzó a moverse sin descomponer su gesto, aunque la joven seguía insistiendo "No sabes lo que haces. A ella la vienen a ver de muchas partes del mundo. La has insultado". Tras un par de negativas desistió y salío corriendo para alcanzar a la vieja.

-¡Qué gitanas más plastas! -le dije a mi mujer.
-Pues sí... ¿a ti qué te ha dicho?
-Una historieta sobre mi salud... ¿Y a ti?
-En realidad, me ha dicho que no te lo contase...
-Venga, ¿no te irás a creer estas patrañas?
-Está bien. Me ha dicho que antes del próximo verano mi vida va a cambiar.
-¡Qué típico!
-Bueno, ¡quién sabe! Tal vez consiga ese ascenso que me han propuesto o tal vez volvamos a Zaragoza...
-Sí, claro. Y todo habrá sido porque esa vieja gitana ha sido capaz de leer el destino.

Me separé en junio de 2004. No recordé esta historia hasta ayer. Hoy por la mañana me he enjuagado la boca una segunda vez.

* No recuerdo si era tomillo, romero o espliego.

27 agosto 2006

Bofetada y beso o la intransitividad de un producto


Me pediste que no te dejase con una sonrisa nerviosa y los ojos en flecha, agarrando con fuerza mi mano. Como si ese gesto bastase para retenerme. A renglón seguido, cuando te diste cuenta de lo que acababas de hacer, inventaste mis excusas tú misma. Porque necesitabas creer que no quería marcharme. Y me diste un beso a traición en el mismo lugar que antes habías abofeteado.

Yo lo entendí como una muda autorización para que me fuera, aunque tal vez se tratase de una disculpa. Me quedé plantado mirándote. Sin poder pensar en nada. En nada que no fuese huir. Y entonces partí de improviso, pasando a tu lado como el hálito de un muerto.

Quizá la próxima vez consiga dominar mi miedo. Y sea yo el que te pida que te quedes.

26 agosto 2006

Diágnostico: demasiado cansado para dormir


En la duermevela, cuando la conciencia relaja la déspota tiranía que ejerce sobre el pensamiento el resto del día, las imágenes más inmediatas serpentean ruidosas en la cabeza. Están atrapadas en la perezosa corriente que las arrastrará hasta alguna ubicación más estanca.

Hace un rato, he escogido esta imagen y, antes de devolverla a la corriente, le he añadido una nota: 'Esa respuesta parece escrita por mí'.

Tal vez esa anotación cambie el futuro de mi imagen. Quizás la estancia de la memoria a la que estaba destinada nunca sea ocupada y el cerebro haya tenido que habilitar un nuevo espacio para poder almacenar la discordancia. Supongo que, como resultado, se ha creado un hueco en mi memoria.

Sueño con que algún día inventen un aparato para representar la estructura de la memoria. Imagino a un personaje de aspecto serio evaluando a contraluz lo que podría ser un queso gruyère o un cubo de Rubik incompleto, exclamando con aire circunspecto: "Debería usted cuidar más su salud mental, ¿no ve que la sección sur está apenas sustentada? ¡Si sigue así va a conseguir que buena parte de su memoria se desmorone!".

24 agosto 2006

Message in a bottle


¿Quién fue la primera persona a la que se le ocurrió enviar un mensaje en una botella?


El pirata John T. Toole fue abandonado por sus colegas en Isla Trinidad la tarde de San Juan de 1518. Lo dejaron en la playa según la vieja costumbre, con una botella de ron y un machete mellado.

John disfrutó sus primeras horas en el paraíso sentado sobre la arena, mientras daba cuenta del ron de la botella y el anochecer engullía la luz. A la mañana siguiente, envalentonado por una incipiente resaca, recorrió la isla de norte a sur. Fue allí, en la playa sur, donde descubrió como la botella de ron, vacía pero tapada, flotaba en la orilla mecida por las olas.

Durante varios días se conformó con enviarse la botella de la playa norte a la playa sur, esperando deshacerse de aquel inservible recipiente de cristal con alguna de las cambiantes mareas. Aburrido de tanta correspondencia estéril, John ideó un nuevo entretenimiento. Los días se hacían eternos en aquella isla perdida. Lo único que sabía escribir, tras una larga vida de marino felón, era su nombre y las coordenadas del lugar en el que estaba. Así que, a modo de testamento, escribió esas palabras en una corteza de alcornoque utilizando un palo quemado. "Toole 45N 23W". Y es que era insólito aquel olvidado paraje, tan plagado de alcornoques y pedernal que parecía el patio de recreo de un pirómano.

La última vez que Jonh T. Toole vio la botella la estaba lanzando desde el acantilado de la parte este de la isla.

Tres años después, un pastor anglicano, descubrió aquella misma botella encallada entre los encrespados acantilados de Cornualles. El relato de cómo llegó hasta nosotros esta historia, extraída del cuaderno de bitácora del explorador inglés sir Schakelton, resulta tan extraña e increíble como la que os he contado.

22 agosto 2006

Ecosferas


Paseaba hace un par de años por Barcelona cuando decidió el azar que detuviera mis pasos ante la cara pecera expuesta en una de las tiendas más exquisitas de Barcelona. En aquel momento aquella bola de cristal me pareció un extravagante ejercicio de diseño. Más tarde descubrí que se trataba una ecosfera. Un ecosistema hermético, un universo empaquetado.

Tres conexiones neuronales se iluminaron ante la percepción de tal descubrimiento. La taquilla del agente J en Men in Black, aquel capítulo donde a Lisa le germina un universo en el recipiente de un trabajo de ciencias y la ciudad parasitaria que crece en el estómago de Fry. Metáforas de la inextinguible quimera humana de ser dios.

El invento tiene un funcionamiento tan sencillo como sobrecogedor. La luz solar estimula el crecimiento de unas algas que generan oxígeno como residuo de este crecimiento. Los camarones comen algas y consumen ese oxígeno produciendo bacterias y dióxido de carbono que son aprovechados por el alga para seguir creciendo y produciendo más oxígeno. Los residuos de uno aseguran la supervivencia del otro.

Su éxito, en contra de cualquier utopía, reside en que cada individuo no cuida de manera consciente por los demás. Ni por el entorno. Tan solo son seres complementarios, simbióticos. Que no deben cambiar su naturaleza para obtener un beneficio común.

Algunos se empeñan en seguir considerando este planeta una ecosfera a gran escala. Una biosfera regida por las arbitrarias reglas que conforman la extraña
hipótesis de Gaia. No obstante, dudo que los organismos de este planeta sean complementarios. Sé de más uno que, quizá por su supuesta inteligencia, sería capaz de obrar en contra de su propia naturaleza con tal de evitar que algún otro se viese beneficiado de sus acciones.

Es un universo predestinado el de las ecosferas. Primero sobreviene la muerte del camarón. Tal vez de viejo, tal vez de aburrimiento. Después el alga se marchita sobre sus descompuestos cadáveres. Y el equilibrio acaba por descomponerse. La estricta secuencia de un futuro invariable. La muerte que sigue a la vida, sin paliativos.

21 agosto 2006

4 NOTE BOOK


No tengo una memoria particular, es tan antojadiza como cualquier otra memoria. Por eso, cuando viajo solo, le escribo en mi cuaderno de hojas de colores. En las azules tiene las dosis homeopáticas precisas, las direcciones que debe encontrar y alguna confusa indicación que le recuerde cómo razonar una carambola que le acabe conduciendo a algún destino deseado.

En Francia le resumí todo lo que debía deslizar hacia la superficie más próxima en veinticuatro palabras. No necesitaba saber más. Tan solo veinticuatro palabras en tres días.

Si no son necesarias más, ¿por qué malgastamos el resto? ¿Acaso se pierden en un juego de oscilaciones perecederas? ¿No debería elaborar algún organismo una campaña para promover el ahorro de las palabras? ¿Su abundancia hace que su valor sea intrascendente?

Nadie nos cobra por nuestras palabras. Aunque es posible que en algún universo imaginado exista una memoria menos voluble. Tal vez, la memoria de nuestras palabras, expresada en vibraciones de cuerdas y huesecillos, permanezca custodiada en algún gigantesco y extraño almacén de sonidos.

Por si acaso seguiré coleccionando mis silencios en el cuaderno. Por si el ángel custodio de mis palabras resulta algo duro de oído. Y ya nunca puedo volver a recuperarlas.

18 agosto 2006

Utilidad

Mis ojos han abandonado la cara. Ahora miran desde dos tentáculos nacidos de mis cuencas. Mi boca se ha ensanchado hasta unas dimensiones grotescas y permanece paralizada en una desproporcionada sonrisa. Mis orejas han sido sustituidas por dos agujeros apenas perceptibles. Mi cuerpo, antes enjuto, se ha desparramado formando un cilindro grasiento alrededor de mí. Tampoco tengo piernas, me arrastro empujado por una cola que deja un rastro mucoso a mi paso. Y he olvidado la ropa. Solo me está permitido llevar camisas hawaianas y gafas de sol.

Me he convertido en Slurms McKenzie.

17 agosto 2006

Miss Saigon

Esta semana parece que solo los musicales consiguen levantar mi alicaída consciencia. La extenuación residuo del viaje por carreteras secundarias, alguna que otra novedad familiar poco alentadora y la incompresión nacida de los silencios han conseguido derrotarme. Dicen que uno no nota los años por las cosas que es capaz de hacer, sino por el tiempo que tarda después en recuperarse. Parece que ese tiempo está pasando por mí, aunque me niegue a admitirlo.

Miss Saigon es uno de los grandes clásicos. Solo se trata de otra historia de amor entre una joven vietnamita y un soldado americano. Pero las canciones están escritas con tal suave sutileza que se deslizan desde los oídos hasta cualquier parte donde habite un alma.



in a world that's moving too fast
in a world where nothing can last
I will hold you
on the other side of the earth
there's a place where life still has worth
you won't believe all the things you'll see
I know 'cause you'll see them all with me

16 agosto 2006

Wicked




"Mucho antes de que Dorothy llegase, otras dos chicas se encontraron en la tierra de Oz. Una, nacida con una piel verde-esmeralda, es inteligente, luchadora e incomprendida. La otra es preciosa, ambiciosa y muy popular. La historia cuenta como estas dos amigas terminan conviertiéndose en La Malvada Bruja del Oeste y Glinda la Bruja Buena. Una historia basada en la novela de Gregory Maguire."

Tras escuchar varias veces la banda sonora, entre Avenue Q y Avenue Q, todavía soy incapaz de entender la historia que cuenta, así que no me ha quedado más remedio que comprar el libro para poder comprender las escenas que dibuja este musical. Dentro de dos a siete días podré enlazar los números musicales con sentido...

Y es que siempre me encantó Oz. El libro de Frank Baum es uno de mis favoritos. Os recomiendo que lo leáis si no lo habéis hecho. En ocasiones uno termina por no acercarse a las historias que ya conoce por pura pereza. Y termina por perderse lo mejor.

Poneos las gafas verdes, olvidaos de la realidad y dejaos atrapar por la magia de Ciudad Esmeralda. Aunque solo sea por un instante, aunque el sentimiento de vulnerabilidad sea intolerable por momentos. ¿Es que hay alguien que todavía quiera crecer?



Every so often we long to steal
to the land of what-might-have-been...
but that doesn't soften the ache we feel
when reality sets back in

15 agosto 2006

Avenue Q

Evasión sin remordimientos.

Cientos de kilómetros por carreteras secundarias, hoteles a la altura de la imaginación del propio Stephen King, el maletero repleto con media producción de Saint Emilion, tanto foie y magret de Gourdon como me ha sido posible y decenas de parajes medievales para soñar sin cerrar los ojos.

E incluso hubo un atisbo de sexo. Cuando el sexy recepcionista de Gourdon vino a mi habitación a las siete de la mañana para avisarme de que había aparcado mi coche en una zona prohibida por la noche. En ese momento, al salir de la ducha para enfrentarme con su encantador acento al hablar inglés y una tierna mirada, pudo haber habido más que palabras, If I were gay.






Pero lo que más ha marcado mi viaje por Francia ha sido un musical de Broadway, Avenue Q. Una irreverente locura que hace que uno se sienta inútil y feliz al mismo tiempo. ¿Cómo se puede resumir tanto con ese desparpajo conciso? No os lo perdáis. It sucks to be me, The Internet is for porn, Everyone's a little racist, Mix tape, I'm not wearing underwear today, There is life outside your apartment, For now... Toda una declaración de principios tarareados entre el cachondeo del caca-culo-pedo-pis.

***

Tras entrar en el santuario de Lourdes gritando a pleno pulmón The Internet is for porn, me sentí poseído por el espíritu de Eddie Murphy empaquetado en un pequeño asno juguetón. ¡Me parecía visitar el parque temático del cristianismo!

Y aunque esto suene irreverente y sacrílego, confieso que la culpa es única y exclusivamente de Avenue Q.



10 agosto 2006

A plazo fijo

En la última semana la exclusiva ocupación de mi tiempo provocada por mis obligaciones laborales ha descendido hasta permitirme disfrutar de alguna tarde de cine y asueto. Hoy incluso me he permitido el dispendio de disfrutar de un cafecito a media mañana con unos de mis amigos. Al salir de la cafetería, aprovechando el incierto desorden de la despedida, me ha soltado a bocajarro que hace meses que no le parezco ser el que era. Tras imitar en varias ocasiones a Macario, el muñeco de Jose Luis Moreno, en un intento de ejemplificar mi generalizada falta de interés, ha decidido recomendarme que me vaya de turismo sexual al Caribe o que escale algún monte perdido del Himalaya.

Nunca me interesó lo primero, ni siquiera cuando era aquel al que se refería en su charla. Y aunque mi economía sea tan holgada como para permitirme cierta despreocupación, lo cierto es que no me puedo permitir lo segundo. En un intento de devolverle su confianza en mi actitud, le he recordado que en mes y medio vuelvo al Camino. Momento que estoy esperando con creciente ilusión. Pero él ha seguido en sus trece. Argumentando que el Camino me devolvió todavía más introspectivo. Esgrimiendo que mis necesidades pasan por trivializar la vida y entregarme a superficialidades inocuas.

Lamento no poder complacerle. Y aunque todo lo que ha dicho han sido obviedades, le agradezco en el alma que se tome ese cálido interés por mí.


Supongo que el problema básico es que no tengo constancia para retener mi concentración en algo durante mucho tiempo. Me he cansado de demasiadas cosas en un corto espacio de tiempo. "Matar el tiempo antes de que te mate a ti", como decía Isabel Coixet.

Puesto que los planes que tenía para este puente parecen haberse esfumado, el fin de semana trataré de proponerme un viaje más. Me voy a ver a mi hermana y mis sobrinos, que estarán de camping, y después viajaré por Francia durante uno o dos días. Nunca antes había tenido redaños para hacerlo solo. Me puedo apañar en cualquier parte del mundo echando mano de mi inglés de baratija, pero los franceses y su lengua me la tienen jurada. Así que va a ser una experiencia extraña.

Tal vez de eso se trate la ilusión. De entrenar la capacidad de crear alternativas hasta que uno no sea capaz de dar abasto con todas.

09 agosto 2006

Cremalleras reventadas

Cuanto menos hablo más de la cuenta lo hago. Aunque resulte inverosímil. Tal vez habitar en un invernadero en agosto perjudica el sentido del juicio. O quizá no sea yo y todo se deba a que los tiempos están desquiciados.

En cualquier caso, el objetivo es ver, oír y callar.

08 agosto 2006

Contrapartidas

Media hora olvidados los pestañeos, acelerando el corazón al compás de unas piernas en veloz giro hacia ninguna parte. La emoción de ver a Marta desbocada con esa maestría tan templada. Aquello fue lo que me impulsó a salir a correr esta madrugada, antes de ir al trabajo, cuando el asfalto está desierto y la brisa juguetea desvergonzada.

Aquello y la maldita decisión que no termino de tomar. Esa decisión que necesito tomar pero no consigo alcanzar. Tal vez en la perpendicularidad perfecta de una larga zancada, justo en el equilibrio entre el cansacio y el entumecimiento, la mente alcance a reflexionar con la lucidez necesaria.

Ella también está incrustada en los cimientos que fomentan esta esquiva decisión. Espía mi espalda en el trabajo desde hace un par de meses. Jugamos cada día a esquivarnos en los pasillos, a lanzarnos miradas de soslayo sin deseos de anonimato, a investigarnos perdidos los escrúpulos en una lejanía que quiere romper distancias.

Una sola vez trató de entablar conversación conmigo. Conversación que yo aboqué a un final precipitado, sin concesiones. Así es como sentí que algo extraño pasaba. Siempre encuentro las palabras exactas y si no existen, las invento. No hay interlocutor que me intimide. Excepto ella. O tal vez debería decir "ella en aquella ocasión". Me atenaza la tentación de quebrar el enigma de ese imaginario universo que hemos construido.

Y aunque esto no tenga nada que ver con lo primero y ella carezca del peso suficiente para desequilibrarme, influye en lo que me atormenta. Quizá mañana, de madrugada, en el intervalo de alguna zancada perfecta, consiga engarzar las trabillas que conforman esta enrevesada cadena.

07 agosto 2006

La pirámide prima


¡Arrásame! No tardes. Róbame la vida. Desgarra mi garganta con saña. Atrapa mi conciencia en ese mundo sombrío. No descanses hasta que mi cuerpo sea una triste cáscara desangrada. Extrae de mí, macabro el abrazo, toda esa vida que nunca supe amar. Prométeme una eternidad en tu sombra, velando en la luz tu descanso y anhelando al albor tu vuelta. Deseo estar a tu lado aunque mi alma arda en el mismísimo infierno. No descanso en esta inútil vida que arrastra cansinos mis pasos. Muero por tu eterna promesa de miedo. Soy adicto a tu presencia. Aunque me duela. Sin dudarlo. ¡Mátame!

06 agosto 2006

De carreras y viajes

En dos horas y cuarto había llegado al destino. Poco me duraron los buenos propósitos el viernes. Sin embargo, como predijo Humilde, parece que tengo la perfecta fortuna o la prudencia adecuada para no ser cazado in fraganti. Fue entrenido observar al helicóptero de la DGT revoloteando sobre mi cabeza mientras ensayaba mi mejor pose de conductor modélico.

Tras una noche de parrilla con sabor a pueblo, etilismo descontrolado, desfase en el reencuentro y sinceridad brutal, la mañana se hizo tarde. Había llegado la hora de regresar, a pesar de sentir que todavía no todavía no había terminado de llegar.

Me senté en el coche con premeditada parsimonia, planificando con esmero el orden de reproducción de los compactos. Ya no quería trasladarme de un lugar a otro, en aquel momento deseaba viajar. Enfilé la carretera en detrimento de la todopoderosa autopista y circulé despacito por el carril derecho, oteando el panorama en busca de una parada apetecible.

Al pasar bajo los caprichosos montes de Montserrat, iluminados por la extraña luz de media tarde, tomé la carretera secundaria que conduce hasta el monasterio con el deleite de un sinuoso y solitario trazado. Enlazando las curvas con mimo, sin agresividad. Sintiendo el culo del coche virar con el descontrol preciso. Conduciendo, disfrutando, dejándome llevar por una pereza incuestionable.

Era espectacular la luz mientras jugaba a su antojo con las redondeces de la roca

Había enormes colosos asomándose por encima de los edificios...

... y muppets medievales de mueca gruñona al pie de los riscos

El Camino. Ya falta poco. Fue una delicia volver a recorrerlo, aunque solo fuese durante un par de kilómetros.

Al salir de Montserrat, ese lugar tiene algo mágico, seguí conduciendo con toda la calma que era capaz de reunir. Y en aquel momento os aseguro que era mucha. Al pasar por Guissona decidí abandonar de nuevo la carretera principal para probar su buffet libre de cuatro euros: embutidos y pan con tomate. Tengo que empezar a cuidar mi dieta, cuando comer se convierte en una obligación casual hay que buscar cualquier estímulo que convierta el ejercicio en un placer inesperado.

Tras fumar un cigarrito con el culo en la tierra, bajo una enorme luna blanca, retomé el camino deseando no terminar nunca aquel viaje. Unos cuantos kilómetros más adelante pensé en entrar a Fraga, para darme un garbeíto por el Florida y tomar un refresco desparramado a gusto en la terracita de las cascadas. Pero mi intuición me jugó una mala pasada, no pude encontrar la discoteca y ya era muy tarde para preguntar a los transeúntes.

Seguí conduciendo. Hasta que encontré un restaurante abierto en aquella indolente madrugada. Los vecinos del pueblo estaban celebrando algo. Había casi doscientas personas cenando. Me tomé un refresco light mientras observaba la sobremesa de una cena que parecía haber sido todo un éxito.

La vuelta me costó algo más de siete horas. Y no infringí ninguna norma de tráfico. Creo que voy a comenzar a cambiar carreras por viajes. El poso que dejan es mucho más reconfortante que la exigua satisfacción del deber cumplido.



04 agosto 2006

Hagamos una porra

Este fin de semana tengo que conducir seiscientos o setecientos kilómetros. No había salido a carretera desde que añadieron puntuación al sistema de sanciones. Llevo un par de días preguntándome cuantos puntos podré salvar este fin de semana.

Bien es cierto que en casi tres lustros solo me han multado por exceso de velocidad tres veces, aunque podrían haberlo hecho cientos. Pero supongo que en agosto y con el invento recién estrenado estarán mucho más atentos.

Comenzaré la porra augurando que el lunes tendré 3 puntos menos en mi carnet y unos cuantos euros menos en la cuenta.


Edito
1. Nunca conduzco bebido.
2. Es un viaje de placer y saldré con el tiempo más que suficiente.
3. Tengo plaza de aparcamiento asegurada en el lugar de destino.
4. Iré solo en el coche.
5. El trayecto discurre por autopista y autovía poco transitadas.

Y no me regodeo, Raist, si escribo esto es porque trato de concienciarme. Me cuesta un dolor respetar los límites de velocidad cuando viajo solo porque me aburro. Así que un poco de "presión mediática" me ayuda a tener más cuidado. No obstante, reconozco que no consideraría una catástrofe aleccionadora la pérdida de tres puntos por exceso de velocidad.

Nota. Señores de Tráfico, no se tomen esto como una falta de respeto a la seguridad vial. La culpa es toda de mi pie derecho, que desde que me partí el tobillo y me pusieron esas placas de plomo se ha vuelto un poco incontrolable.

02 agosto 2006

El lunes negro

Era un lunes de mayo de finales de los noventa. A mediodía nos habíamos quedado a "estudiar" en la universidad. Comimos, como casi siempre, pizza con jamón y piña. A pesar de que a ninguno nos gustaba la piña. Lástima que ese dato no lo obtuviésemos hasta años después, cuando ya ni las pizzas ni los estudios importaban.

Después de comer nos acercamos al supermercado a por unas cuantas botellas de bebidas espiritosas variadas, entre ellas la idolatrada del momento: el inefable Jack Daniels. Tras apretujarnos en mi 600 rojo y en el coche de otro compañero los aventureros nos adentramos en los desolados montes que delimitaban la zona norte de la facultad.

En una ribera del camino, postrados sobre un sofá abandonado al lado de una acequia, comenzamos a dar cuenta de tan preciado botín líquido*. A la hora ya estaba borracho como un piojo, expulsando trozos de jamón intactos directos desde mi estómago hasta el sofá. Como si hubiese hecho aquello toda la vida. Mientras tanto, otros dos incautos se dedicaban a derramar lágrimas de cocodrilo y el Jack Daniels sobrante en la acequia. Stephen decidió perderse.

Un herido y un desaparecido. A las cinco de la tarde. Los menos perjudicados decidieron que había llegado el momento de pedir ayuda. Cuando Salsa llegó a lugar de los hechos, organizó una misión de rescate para Stephen y ordenó que me llevasen a la Cruz Roja que estaba en el otro lado de la ciudad. Por suerte, sólo se cumplió la primera parte de sus desvaríos.

Stephen no apareció, a pesar de las valientes y balbuceantes preguntas formuladas por los aguerridos exploradores a varios pastores y la invencible voluntad que los guiaba. Al volver al campamento me encontraron suplicando que me llevasen a clase de Ecuaciones Diferenciales, aunque mi motivación no estaba centrada en una exótica transformada de Laplace o en alguna serie de Fourier caprichosa. Lo que quería era ver a la profesora.

Tumi condujo el 600, a pesar de que aún no tenía carnet, de vuelta a la escuela. Me convencieron de que me tumbase "unos minutitos" en la hierba. Tiempo que aprovecharon para descubrir que Stephen había asistido a clase, en primera fila, como los grandes. La leyenda cuenta que su aliento a bourbon podía ser percibido con claridad desde la décima fila y que en su camino de vuelta de los galachos ideó una teoría para cuadrar el círculo que más tarde olvidó por culpa de una mala resaca.

Yo me desperté en el césped y pregunté si ya era hora de entrar a Ecuaciones Diferenciales. Pero la jornada escolar ya había terminado. Información que produjo gran alivio en los emisores y cierto resquemor en el receptor.

Cada día, al salir de clase, iba con Tumi a buscar a su hermano pequeño para acercarnos al entrenamiento de natación. Aquel día yo era incapaz de conducir, así que le pedí a Tumi que lo hiciese él. Treinta metros antes de llegar a la esquina en la que nos esperaba ese hermano pequeño con su madre en la chepa, cambiamos de asiento. Treinta metros después de recogerlo, invertimos el cambio para volver a la posición inicial.

Al tirarme a la piscina noté que la borrachera estaba en su máximo esplendor cuando braceé sin eficacia para esquivar un ahogamiento por inutilidad. Observé el resto del entrenamiento desde la grada, deseando que remitiese aquel creciente dolor de cabeza.

Días después, mi madre, mientras hacía la colada, me recordó que ese lunes negro no había sido un delirio imaginado.
-Pow, ¿me puedes explicar qué demonios es este tiquet que he sacado de tus pantalones?

* Hasta aquí es donde llega mi memoria. El resto de la historia la he ido reconstruyendo con los años, gracias a las numerosas veces que la he escuchado en boca de mis amigos.

01 agosto 2006

SMI: Solo en la oscuridad

Young oteó el horizonte en la oscuridad hasta que la sensación de ridículo le hizo bajar la mirada. De pie, con las manos en los bolsillos, meditó acerca de lo que debía hacer. Se suponía que aquella situación iba a poner a prueba su capacidad para enfrentarse a la oscuridad, al acoso de la implacable soledad e incluso al advenimiento de una muerte angustiosa. Resultaba irónico que los evaluadores hubiesen considerado esos miedos un desafío. Lo habían bioescaneado, ¿cómo se les podía haber escapado que para él tan solo representaban una oportunidad de diversión inesperada?

No se sentía preocupado por la falta de comida, a pesar de que en el espacio inducido le hubiesen cortado el suministro automático de nutrientes. Se había convertido en un experto en el racionamiento selectivo de alimentos, un sencillo truco que había aprendido a lo largo de sus interminables tardes enganchado a la red de éxtasis. Por contra, la bebida podía llegar a resultar una complicación ineludible para la obtención del certificado. Las reglas dictaban que morir equivalía a perder. Y eso era algo que no estaba dispuesto a permitir.

Sin embargo, lo que más nervioso le ponía era el impune escamoteo de su implante de inyección de droga. Sabía que el principal problema al que se iba a enfrentar durante todo aquel proceso sería un mono de mil pares de demonios. Tal vez la ansiedad no fuese catalogada a efectos de cálculo como un miedo posible, pero tenía la certeza de que la iba a generar en niveles que no admitían disimulo.

Se sentó en el suelo abrazando sus rodillas. Pensó que era tan imaginable que hubiesen programado comida en algún lugar cercano al punto de partida como en los confines mas lejanos del recinto. En cualquier caso, no tenía manera de adivinarlo. Supuso que aquella realidad inducida sería un espacio vano, sin referencias. No iba a importar demasiado el lugar de colocación, la desorientación lo tendría dando vueltas sin sentido sin poder saber si avanzaba o retrocedía.

Un bostezo lo avisó de la inminente invasión del sueño. Se había acostumbrado a dormir en cualquier momento, guiándose tan solo por el latente impulso del cansancio súbito. Las constantes de su organismo se habían desordenado sin remedio. Sabía que no había nada que pudiese hacer para resistirse. Se tumbó en el liso suelo de madera confiando en que la mala vida a la que se había sometido en las últimas semanas le garantizase unas cuantas horas de descanso. Ya habría tiempo más tarde de retomar los problemas.


N. del A. He reescrito este capítulo más diez veces. Y sigue sin gustarme. Es tan plano que me produce una parálisis mezquina y enfermiza. Conozco la historia de Young hasta su desenlace. De hecho, ya la conocía hace varios días. Sin embargo, cuando llego a un punto que no soy capaz de resolver como me gustaría entro un bloqueo insalvable. Situaciones como ésta son las que avivan mi frustración, son las que hacen que odie cada palabra que escribo. Disculpad pues este pasaje vacío y sigamos con el cuento hasta que vuelva a encontrarme a gusto con el texto.

N. del A. (2) La nota anterior la he reescrito tres veces.