03 agosto 2005

Marieta

Tiene un conejillo de indias al que llama Conejo. Es su ser favorito. Para él inventa un cuento cada noche. Después le da un suave beso y lo deposita con cuidado en su pequeña jaulita. Lo mima y lo cuida con tanta pericia que parece el animal más feliz del mundo.

Pero Conejo ha enfermado. Unas insignificantes pulguitas han hecho que en su suave pelo aparezcan feas calvas. Y lo han dejado tendido en su jaulita, sin ganas de corretear juguetón por el cuarto.

Marieta está muy preocupada, apenas come y ha cambiado su papel de contadora de cuentos por el de enfermera. Mamá también está preocupada, así que ha decidido sacar a pasear a Marieta para que vuelva a sonreír. Se la ha llevado a regañadientes, mientras dejaban a Papá al cuidado de Conejo.

Han ido a las ferias. Y Marieta ha comido tanto algodón de azúcar que le dolía la barriga, ha subido a todas las atracciones y se ha hartado de chillar entusiasmada. Ha pasado un día estupendo y sólo se ha acordado un poco de Conejo en un par de ocasiones.
Mamá la ha llevado de vuelta a casa tarde, con un dichoso cansancio instalado en su agitado cuerpecito. Ha entrado por la puerta corriendo, derecha a contarle a Conejo todas las aventuras que había vivido. Sin embargo, Papá la ha atrapado por el pasillo, se ha arrodillado delante de ella y con la cara muy seria le ha dicho: 'Conejo ha muerto'.

Papá lo había matado.

2 comentarios:

Prich dijo...

Tenían que haber sacado a Conejo a pasear, a que le diera el sol.
Seguramente sería tiña y con el sol se va.
¿Dónde está un veterinario cuando se le necesita?

susej dijo...

Iba a pensar que igual Papá, hizo lo que debía para no prolongar su sufrimiento...luego he pensado que igual pasó tal como dice Prich.

jop