24 agosto 2005

Indeseables

Un día te das cuenta de que hay una rémora adherida a tu lomo. Chupándote energías. Miras a tu alrededor. Estás nadando tranquilo entre tus amigos del banco de tiburones y te fijas que nadie tiene su rémora. ¿Por qué yo sí tengo una rémora? ¿Quiero tenerla? El dolor es soportable, pero me está lastrando...

¿Y cuál es la mejor manera de eliminarla? ¿Frotarte violentamente contra una roca? ¿Ayunando para que deje de encontrarte apetecible? ¿Dialogando con ella? ¿Las rémoras son capaces de conversar?

En ocasiones la rémora elimina algún crustáceo superficial que se ha instalado en mi rugosa piel. Pero es que esta rémora me ha salida perezosa. Ni siquiera para eso sirve. Aunque cuesta desprenderse de ella, porque es una rémora solitaria y obstinada. Necesita mi energía. Si la abandono es seguro que muere de inanición.

¡Qué complejo entramado de voluntades!
¡Cómo cuesta deshacerse de una rémora!

2 comentarios:

Buttercup dijo...

esto es lo único que sé de rémoras "Cuando decimos fielmente algunas palabras al oído de un amigo verdadero, mostramos este oculto secreto de los sabios, a saber, cómo se puede asir de un modo natural el pequeño pez llamado Rémora, capaz de detener a los orgullosos navíos en su curso por el gran mar océano...". El Artesano.

Isthar dijo...

¿Y la posibilidad de haceros amigos? Porque visto que no te vas a poder deshacer de ella por imposibilidad y por sentimiento de culpa... quizá sea buena conversadora o al menos sepa escuchar...