04 agosto 2005

Dos de allá

Sandro y Daniela son argentinos. Él tiene padres italianos y los padres de ella son españoles. Dicen que si cierras la puerta de cualquier bar en Buenos Aires y buscas un argentino entre los clientes no serás capaz de encontrarlo.

Compartiendo una picada con cerveza casera en un bar de Palermo, cerca de plaza Serrano, Daniela me cuenta su trabajo como maestra en las provincias. Está orgullosa de acercar a los más desatendidos a la cultura, pero se desanima ante la falta de estímulo que reciben de sus padres. Éstos se sienten más interesados por acogerse a una ayuda social que los exima de trabajar que por el futuro de sus hijos. Sandro interviene para matizar que el peronismo ha desmontado el espíritu de trabajo del argentino. Murmura con tono amargo que su país se ha convertido en un país de vagos, maleantes y caraduras.

Han tardado diez años en ahorrar los 47.000 dólares que cuesta su casita de setenta metros en el popular barrio de Caballito. En el país los bancos no conceden hipotecas ni ofrecen seguridad para el capital, así que la única vía de ahorro es guardar los dólares en precarias cajas fuertes situadas en el interior de las casas.

No suelen cenar en bares ni gastar más de lo necesario en su ocio. Pago la cena y nos movemos en colectivo a un acogedor café clásico en la Avenida Callao. Ante unos humenates cafés con crema y un par de dulces facturitas, hablan de su temor a que llegue un nuevo varapalo y les quite lo poco que tienen. Hace poco que vendieron el coche y renunciaron al celular. Y es que las posesiones en Argentina generan envidia y la envidia se traduce en asaltos en plena calle y robos a mano armada. Se entretienen dando largos paseos por la ciudad y sentándose a tomar mate en los parques mientras tocan la guitarra.

Defienden que los argentinos son más cultos que los europeos. Leen con avidez y rememoran con facilidad todos los acontecimientos acaecidos en el país en los últimos dos siglos.

Toman a Francia como modelo. Les parece una tierra de personas refinadas y de deseables costumbres. Sin embargo, los españoles les parecen inmaduros. Dicen que se endeudan sin sentido en la confianza de una precaria estabilidad económica y siempre suspiran por tener lo más superficial. Además piensan que cuando les hablas parecen estar ocultando algo, es como si el europeo no se mostrase como es por una desconfianza implícita hacia los demás.

Critican vivamente su país y detestan el peronismo. Se lamentan de la oportunidad perdida a principio de siglo. Quieren una Argentina grande y no la corrupción degenerativa que los gobierna. España es un modelo en pequeña escala de sus males.

Sandro y Daniela quieren ser argentinos en Argentina, aunque no en esa Argentina.

1 comentario:

Isthar dijo...

Tengo amigos argentinos, muchos siguen allí, otros consiguieron venir aquí de mano de sus familias. Todos buscan esa otra Argentina, esa a la que aspiran, esa de la que poder sentirse orgullosos algún día.