
Recuerdo la escena en que Mary Poppins mide a los niños con su metro de catalogar personas. Después ellos la ayudan a tomar su propia medida Mary Poppins, prácticamente perfecta en todo. Siempre me ha parecido un gesto de soberbia simpática.
Imagino qué habría escrito en mi medida de esa estrambótica cinta. Hace un tiempo que observo el test que define rasgos de la personalidad mediante un conjunto de preguntas de tendencia. La pereza había superado mi curiosidad hasta ahora, pero me he decidido a completarlo. Artista y Genuino.
En el resultado me recomiendan que tome más riesgos en mis esfuerzos creativos, que considere con más interés la opinión de los demás y que valore la posibilidad de ampliar mi círculo de amistades íntimas. Aunque lo preceden de un educado Si quieres cambiar. Lo cual me permite replicar un firme No, gracias.

Lo que más me llama la atención es que aseguran que soy tremendamente masculino. Y que mi feminidad pasa inadvertida.
Vuelvo a Mary Poppins para revisar los momentos que me hacen sentir vivo. Y pienso que si a alguien se le forma un melancólico nudo en el estómago al observar el plano cenital sobre la catedral mientras suena Feed the Birds o se pone a bailar a lo Kevin Kline en In & Out al oír el Step in Time sobre los tejados, entonces, ese alguien es todo un hombre.