31 octubre 2005

Memefollo (a petición, como todos)

Haré el esfuerzo, porque me lo pidió Helen, pero estos temas nunca me han interesado. Así que resultará todo muy soso.

1.- ¿Cuál fue el mejor polvo de tu vida?
El menos malo... Quizá el primero. Por la novedad.

2.- ¿Cuál es el sitio más original donde has follado?
En el sofá del vestíbulo de la casa de una amiga.

3.- ¿Qué es lo que más te gusta en el momento del folle?
El antes y el después. Más el después que el antes.

4.- ¿Qué es lo que más odias en el momento del folle?
La falta de sincronía... Ponte tú aquí. No espera que ahora me pongo así. Me resulta demasiado racional.

5.- ¿Qué fantasía sexual te queda por cumplir?
No tengo fantasías sexuales. Me esforzaré. Supongo que me gustaría hacer el amor en la naturaleza. Aunque soy muy señorito. Corregiré. Hacer el amor en una cabaña en medio de la naturaleza. Aunque debería ser una cabaña con una ventana en la buhardilla.

6.- ¿Con qué personaje masculino y femenino de la blogosfera te darías un revolcón sin dudar?
Would y Wanda. Más que nada por la doble-v-doble. Y porque no he leído que nadie los quiera revolcar. Berlín, mil disculpas por anticipado :)

No pasaré el testigo, creo que ya lo habéis escrito todos. Aunque a lo mejor los doble-v-doble se animan.

Recordatorio

Aunque la segunda edición haya acabado, la cena sigue convocada.
Os espero.

Cese de existencia

No es la primera vez que lo intento dejar. Veremos si es la última. La segunda edición de Nocturnidad y Alevosía ha llegado a su fin. Os explicaré los motivos.

Como sabéis, en los últimos tiempos, el clan Nepomuk me ha declarado persona non grata. Y las pruebas que poseen deben ser irrefutables, porque han conseguido convencer por completo a Awake, una persona que creía sensata. Deberiáis creerlos. Hay mucho pirado anónimo en Internet. Y no dejéis de atender a sus palabras porque quizá en el futuro podáis uníos a su nueva organización. Imagino algo tipo mensa, con el lema Omnisciencia e Infalibilidad bordado en sus túnicas.

Al menos me queda el consuelo de que mi entrada en el Infierno será una explosión violenta, como dijo Nadia, gracias al estupendo nivel de alcohol en sangre que cuido con cariño cada fin de semana.

Por otro lado, me reconozco incapaz de no implicarme, incapaz de mantenerme al margen. Carezco de la habilidad de Amélie para permanecer a una distancia de seguridad que me proporcione un espacio de calma serena.

Supongo que la decisión de abandonar se gestó en el Camino. Con tanto cambio laboral y personal en mi vida, las dos semanas de autoreflexión y lo mucho que odio cada cosa que escribo es la única solución viable. Es el único motivo por el que uno deja de escribir. Porque ya no le apetece.

Cuando comencé a escribir el blog tenía una necesidad de expandirme, de conocer. Ahora necesito comprimirme, recogerme. Ya os expliqué que nunca estoy quieto, que cambio sin pausa de un sitio a otro. Y ahora toca cambiar.

Sin embargo, seguiré comentando. Todavía me sigue gustando leer de vosotros y compartir las palabras. Así que no me echéis mucho de menos...

Os dejo por ahí abajo el juego de Poderosa y lo que me quedaba de contar del Camino.

29 octubre 2005

El juego de Poderosa

Lourdes,

Acabo de sentir la formación de una grieta longitudinal, de norte a sur de mi alma. Y sé que antes no estaba allí porque suelo revisarla a menudo. Todavía la puedo cruzar dando un ligero saltito, pero amenaza con abrirse. De hecho, ahora mismo estoy escuchando lastimosos crujidos que chirrian ululantes desde el fondo del abismo.

Sé que nunca leerás estas palabras. Ahora te meces en hipnotizantes cantos de sirena que susurran melodiosos secretos inventados en tus adiestrados oídos. Flotas perezosa en esa acunante comodidad que sustenta la atrayente melodía que te tiene retenida. Y no hay océanos de tiempo que puedan cruzarse, sabes que nunca fui vampiro. Sangro como cualquier mortal.

Ocurre que es mucho más fácil comprobar que dos más dos son cuatro. Y aunque yo insista en que el logaritmo neperiano de cincuentra y cuatro coma seis genera ese mismo resultado, requiere demasiado esfuerzo calcularlo. Te es mucho más sencillo acomodarte a una simple suma.

¿Recuerdas la otra tarde, en el circo? Quisiste ponerme a prueba. Ver si era capaz de disfrutar de la antigua magia de los malabares y los equilibristas. Observabas mi cara para descubrir un rictus vil que delatase la muerte del niño soñador al que amabas. Pues bien, yo también te observaba a ti. Y fuiste tú la que, con aquella mirada escrutadora desprovista de imparcialidad, destruiste todo lo que nos unía.

Suena en mi memoria tu risa afinada, escucho la cadencia de tus frases escogidas y recuerdo ese fingido mal carácter tan embaucador. Nadie me lo devolverá. Tú has decidido escamoteármelo, robarme lo que era mío. Despojarme de mi sensación de ti.

El precinto que he colocado a mi corazón me permite olvidarte sin resquemor. Aunque siga aullando de dolor el muy condenado. ¡Parece un caprichoso bebé enrabietado! No importa, lo mejor de los bebés es que en seguida olvidan sus penas. Y que nunca les dejan huellas.

Me despediría. Es lo que se suele hacer al terminar una carta. Pero no me ha apetece. En gran parte, porque ya me has despedido tú.

Un beso que se enredará en el viento, que jamás llegará a alcanzarte.

Pow

Como de amor no sé decir, a ver qué os parece esta carta de desamor gélido.

27 octubre 2005

Ruinas

El día siguiente a una etapa de cuarenta kilómetros, el camino se hace muy cuesta arriba. ay que vencer las ganas de quedarse calentito en el saco y comenzar a andar con calma.

Ese día caminábamos con el espíritu un poco apalizado y sólo había una posible parada en el trayecto. Llegamos a mediodía a aquel pueblo edificado en lo alto de la colina y un paisano nos informó de que no disponían de bar. Así que nos sentamos en la plaza del pueblo a comer unas barritas de muesli, pasas y otros entretenimientos insulsos.

Recogimos la mochila y bajamos la calle para retomar el camino. A sólo diez metros de donde habíamos estado, M se estaba comiendo un bocadillo de tortilla de chorizo y disfrutando de la ineludible cervecita.

La dueña del albergue nos contó que estaba enemistada con el tipo al que habíamos preguntado y que por eso nos había dicho que no había nada en el pueblo. La ilusión de la cerveza difuminó todos nuestros rencores y devoramos dos bueno bocadillos sentados al sol.

Volver a caminar resultó toda una proeza. Habíamos parado más de la cuenta. Nos costó mucho llegar a Ruesta, pero cuando divisamos su imponente figura en ruinas, rematada por el majestuoso castillo, dominando el exiguo pantano de Yesa, la majestuosidad hizo que nuestro cansancio pareciese inventado.

Ecos del pasado tan reales que se podían sentir presentes. Vida abandonada resistiéndose a su extinción. Perdidos en medio de una civilización imaginada. Descansando entre fantasmas de tiempos de vida.

24 octubre 2005

Magia


La atención queda atrapada en el templo muchos metros antes de llegar hasta allí. Se observa su estructura octogonal con fascinación conforme el paso se ralentiza en el acercamiento.

El interior está sólo iluminado por los tragaluces hexagonales de la cúpula. Una tenue música invita a quedarse en silencio, tumbado en el centro de la nave, observando el peculiar techo. La magia con la que fue levantado el lugar te inunda sin barreras. La tentación de quedarse allí, tendido para siempre, resulta irresistible.

Dicen que una vuelta completa por sus arcos recarga tus niveles de energía al máximo. Debe ser verdad, porque el camino hasta Puente la Reina pareció inexistente. Alcanzamos el pueblo sumidos en el silencio, incapaces de expresar la intensidad de la experiencia. Solo más tarde, en la cena, nos atrevimos a compartir pinceladas de lo que habíamos experimentado.

Este lugar desprende hechizantes vibraciones y se queda adherido a la memoria sin posibilidad de olvidarlo. La magía existe. Allí es donde la magia existe.

23 octubre 2005

Incierto

Con la mirada perdida a intervalos regulares.
Buscando en el aire lo que siempre quisiste que te regalaran.

No es la persona, es la sensación de amarla.
Recordando aquella arrasadora sensación de vacío lleno.

Vagando por lugares que no querías visitar.
Avanzando en zigzag, al cobijo de desguarecidos soportales.

Caminando mientras vigilas de soslayo lo que has dejado detrás.
Esperando llegar a un destino imaginado, a un destino desconocido.

Melancolía de desesperanza inocua.
Sueño de vida especular.
Reflejo de una vida soñada.

Contradicción irresoluble.
Conciliación inalcanzable.
Dualidad incontrolable.

¿Alguien sabe donde está el camino?
Nadie sabe cual es el fin.

22 octubre 2005

Confidencias

Me ha llamado mi hermana para contarme entre risas mal contenidas las novedades. La Asamblea General del Sínodo de Obispos, reunida en el Vaticano, ha decretado la prohibición de recibir la comunión en la eucaristía a los divorciados. En un gesto de bondad sin paragón, han permitido que los nulos en segundas nupcias comulguen con discreción en iglesias en las que no se les conozca.

¿Crees, en serio, que esto es importante? ¿Soy tan mal ejemplo para Tus seguidores? ¿Me condenarás si comulgo? ¿A que no? ¿No hay cosas más importantes por las que preocuparse? ¿Creer en Tí implica aceptar estos paranoicos mandamientos humanos?

Sé que no. Por eso Te pido que inculques un poco de sentido común en las mentes de las personas que se dedican a gestionar tu legado. Y en las que los escuchan.

Sabes que soy algo intolerante con las rigideces de la Iglesia. Dudo que eso te importe. Confío en que puedas hacer algo. Si puedes iluminar, ahora sería un buen momento para hacerlo. Aunque quizá estés ocupado con cosas importantes de verdad...

Espero que Lo estés.

El juego de la poderosa

Poderosa ha propuesto un juego. Se trata de escribir una carta de amor. Ella lo cuenta en su blog. Pasaos por allí y os apuntáis. Yo ya estoy hurgándome el alma a ver si encuentro algo que merezca la pena...

Raro

Os contaré la tarde de ayer. De hecho, sólo os contaré unas cuantas horas de la tarde de ayer. Todo comenzó cuando llegué a casa hacia las dos y media...

Me he quitado el casco. El sol me ha calentado la cara. He mirado al cielo. Azul. Me he puesto el casco.

Abrir el puño. Derecha. Caer con la moto. Límite de adherencia. Extenderse el mar bajo mis pies. Cerrar el puño. Suave empujón en la cintura. Enderezarse.
Abrir el puño. Izquierda. Volver a caer. Límite inverso. Crecer la montaña sobre mi cabeza. Sentir el tirón. Recto de nuevo.
Despacio, no hay prisa cuando no hay destino. Desear que nunca acabe el vaivén. Derecha, izquierda, derecha... Mecido por una anticipada añoranza. Sensaciones de ida y vuelta.

Después he ido al cajero. He encontrado una tarjeta olvidada. También había un papel con una lista de teléfonos. Los apellidos de la tarjeta coincidían con uno de los nombres de la lista. Así que he llamado. El propietario de la tarjeta acababa de ser papá y, claro, con las prisas. Hemos quedado en mi casa, así que me he puesto a embalar cualquier objeto que pareciese embalable.

Ha sonado el teléfono. Una persona se interesaba por mi moto. También hemos quedado en mi casa. Cuando el interesado estaba viendo la moto ha llegado el padre de la criatura. Le he devuelto la tarjeta y le he dado la enhorabuena. He vuelto a hablar con el comprador. Apretón de manos. Moto vendida.

Hay días en que todo encaja con naturalidad. Los hechos se conjuran sin proponérselo en una cascada de propósito general. Y uno se siente raro.

Lo prometido es deuda



Hace un tiempo prometí una cena a todas aquellas personas que fuesen capaces de leer hasta el final Malogrado Corazón. Ha llegado el momento. El próximo 12 de noviembre nos vemos en Zaragoza. El único requisito es que tengáis ganas de pasarlo bien. Éso y que os guste el pato ;-)

Declaro abierto el plazo de inscripción.

21 octubre 2005

De sendas

La calle Laurel, en Logroño, es uno de los puntos que no pueden dejar de visitarse en el Camino de Santiago. Habrá gente que os dirá que esto es una estupidez, pero creo que es porque no entienden el sentido de la auténtica aventura.

Llegamos a mediodía a la ciudad, tomamos un par de cervecitas en un chiringuito del parque y dejamos las mochilas allí para poder recorrer la Senda de los Elefantes sin ataduras. Empezamos por una esquina y acabamos por la opuesta, después de haber visitado diez o doce tabernas, degustando en cada una su tapa y su vino especial. A hizo fotos de cada una de aquellas obras culinarias y M no dejaba de trasegar cerveza tras cerveza.

Nos tumbamos una horita sobre el césped del parque a dormir la mona. Volvimos al chiringuito, tomamos un café bien cargadito y nos enfilamos todavía zigzagueantes hasta el siguiente albergue.

Doce kilómetros después seguíamos riendo y charlando sobre cada una de las tapas que habíamos tomado. A estaba encantada con todas ellas, decía que era la mejor comida que había probado nunca.

Seguíamos algo borrachos cuando llegamos a Navarrete, pero tras una siesta las obligadas cervezas calmaron nuestra resaca y nos encauzaron hacia otro final de día sin preocupaciones.

Cada cual puede hacer el Camino a su manera. Para nosotros ésta es la mejor manera de hacerlo.

20 octubre 2005

En el camino III

La taza de grumosa cerámica contenía un líquido espeso. Evocaba en mi mente el sabor de la manzanilla, pero el fluido se diluía en mi boca sin provocar sensación acuosa. Apenas se hendían los labios al contacto con aquel material compacto. Apoyaba mis brazos sin peso en una rústica mesa de madera lisa que debiera ser rugosa. Mis ojos no se apartaban de la taza y mi ceño seguía siendo un intento de vacío plisado.

-¿Así que es tu primera visita? -comentó Fox con el culo apoyado en la repisa y los brazos sobre su pecho.

Lo miré en silencio. Me fijé en el moldeado perfecto de su pelo. Recordaba a una peluca de goma, de esas que coronan las caretas de carnaval. Fumaba un cigarrillo sin filtro con apariencia de tiza. Las volutas de humo que flotaban despacio hacia el techo no eran de un translúcido homogéneo. Nubes de blanco opaco mezcladas con granuladas redes de puntos grises se superponían a los objetos de la estancia.

-Sólo recuerdo que salía de mi casa, para ir a cenar, y me encontré contigo. No reconozco este lugar, todo me parece extraño -divagué en borbotones de incomprensión.
-Eres un perdido. Vienen muchos por aquí. No te preocupes, yo me ocuparé de ti -sonrió a medias Fox-. Tendrás que ir a la escuela, claro. Pero en un tiempo te acabarás acostumbrando. Este es un buen lugar para existir.
-¿Al colegio? -me pregunté en voz alta- Tengo demasiados años para ir al colegio...
-Nunca se es demasiado mayor. Para nada -afirmó con energía Fox-. Mañana te llevaré al colegio de la mano, para que no te pierdas. Cuando hayas aprendido el camino dejaré que vayas solo.

La locura de aquel hombre calmaba cualquier confusión. Quería llevarme de la mano. Y quería que fuese al colegio. Dos adultos caminando de la mano por la calle. Me imaginaba con mi mochila en la espalda, dándole un beso en la mejilla a Fox y corriendo hacia la puerta de la escuela. Había un ser racional dentro de mí al que le espantaba la situación. Sin embargo el otro ser, el soñador, se obstinaba en mostrarse despreocupado y expectante.

-¡Venga zagal! -ordenó Fox con decisión- Acaba tu manzanilla y a dormir. Que mañana te espera un día muy duro.

Traté de conciliar el sueño entre las sábanas tiesas. Acomodarme en aquella cama que se negaba a mullir mi espalda. Debía descansar. Mañana era mi primer día de escuela.

< 2

19 octubre 2005

Sorpresa

Después de un tiempo caminando las distancias dejan de tener importancia. Cualquier pueblo parece cercano, solo depende de la hora y de la luz. Lo demás da igual. Aquel día habíamos caminado 27 kilómetros pero eran todavía las tres de la tarde.

A. ¿Dónde dormía hoy M?
P. En Viana, a unos 13 kilómetros de aquí.
A. Deberíamos ir a verle, sólo para disfrutar de la cara que pone...
P. ¿Lo dices en serio?
A. Sí.
P. Ok, vamos.

Apuramos la cerveza, cogimos la mochila y partimos con calma hacia Viana. Paramos a mitad de camino, debajo de un acogedor árbol. Comimos manzanas y revisamos nuestros pies. Estábamos cansados, pero la ilusión de alcanzar a M compensaba todo lo demás. Me coloqué delante para marcar el ritmo, para llevar a A hasta el destino sin desfallecer.

Cuando entramos en Viana era tarde. A se quejó de la manía de los españoles de poner siempre el albergue en el punto más alto del pueblo. Alcanzamos con dificultad la cima, paseando despacito por las calles. Tras registrarnos en el mostrador y comprobar que M había llegado lo llamé por teléfono.

P. Es bonito el albergue de Viana...
M. Sí, está muy bien, en mitad del casco antiguo.
P. Es cierto, las ruinas que se ven por la ventana resultan evocadoras.
M. ¡No jodas! ¿Estáis en Viana?

Aquella noche las cervezas supieron de manera especial y aunque la cena fue horrorosa compartirla nos resultó el más fascinante de los manjares.

18 octubre 2005

Por petición, sin convicción

Dejándolo

Todos los viejos compañeros de trabajon fueron abandonando la empresa durante el último año. Ahora que me toca a mi dejar este barco a la deriva, no encuentro a nadie a quien echar de menos. En realidad, a la persona que más echaré de menos es a alguien a quien casi nunca he visto, pero con el que he compartido muchos buenos momentos en el último año. Freakyman trabaja en Valladolid, desde su casa. En la empresa dicen que hace teletrabajo.

Nos comunicamos mucho por el messenger interno de la empresa. En origen para hablar de funcionalidades y programas. Aunque al final se acaban añadiendo a estas palabras las bromas y confidencias típicas de dos amigos. Es muy fácil generar malentendidos cuando se utiliza sólo la palabra escrita, qué os voy a contar a vosotros. Así que nos hemos reído, hemos sufrido, hemos trabajado duro, nos hemos enfadado, nos hemos explicado las cosas con dureza. Y todo sin vernos. Y siempre sin rencor. Ha sido una experiencia extrañamente cálida.

Freakyman siempre ha estado ahí, a mi lado, detectando mi humor en sólo dos frases, aguantando mi impaciencia, tratando de ayudarme en lo posible y en lo imposible, animándome cuando me ha sentido triste y siempre preparado para lo que le necesitase. El compañero de trabajo que cualquiera desearía sentar a su lado.

Es la persona a la que menos he visto. Y a la que más voy a echar de menos.

From lost to the river

;-)

17 octubre 2005

Un cruce casual

Había conocido a A el día anterior en el albergue de Jaca. No me fijé en ella porque lucía una gorra espantosa. Ella se acercó para preguntarme la localización de la Iglesia de Santiago. Fuimos a misa, cenamos y me convenció para visitar San Juan de la Peña al día siguiente. Eran unos cuantos kilómetros más pero merecía la pena. Además, tan sólo era el segundo día y la osadía seguía intacta.

Comenzamos el camino por separado. En un inútil intento de guardar las distancias. El destino nos reunió en la ermita construida entre los huecos de la roca. Y ya no dejamos de caminar juntos. Doce días intensos de horas sin fin.

La visita a la ermita fue muy especial (su español era bueno, pero tenía una especial predilección por emplear las palabras muy especial). Yo le traducía a A las explicaciones del guía. Susurraba en su oído izquierdo, porque no era capaz de entender los sonidos que llegaban por su derecha. Nos encantó la magia de aquel antiguo lugar, soñamos con otras épocas, perdimos todos los sentidos. Olvidamos lo que nos había llevado allí.

Tras abandonar aquel paréntesis fuera del tiempo, tomamos un bocadillo de jamón con un par de cervezas. Y un par de cigarritos. Empezábamos a sentirnos muy bien juntos. Nos resultábamos familiares sin conocernos.

Cuando alcanzamos de nuevo el camino principal era ya muy tarde, pero A nunca se daba por vencida. Quería llegar a Arrés a toda costa. Comenzamos una carrera desbocada por los caminos. Ella cantaba en noruego canciones de colegio. Yo inventaba estúpidas rimas militares. La noche iba cayendo alrededor de nuestros pasos pero nada oscurecía nuestro ánimo.

Llegamos de noche al diminuto albergue perdido en las montañas. El hospitalero nos recibió con una confortable sonrisa, esperó a que nos duchásemos y compartimos su cena casera con el resto de los peregrinos. Era como estar en casa. O al menos como estar en la casa que uno desearía tener en el Camino.

Después nos tumbamos en la hierba, fumando despacito y observando las relucientes estrellas. Inventábamos constelaciones sin pudor, alejados de cualquier precisión astronómica. Fantaseábamos con las formas a nuestro gusto. Y yo siempre tumbado a su izquierda, hablándole al cielo para que ella me escuchase.

Fue nuestro primer día juntos. Un día que se hará inolvidable.

A fue mi compañera de camino día a día. Caminamos codo con codo hasta los Montes de Oca, donde un resfriado la retuvo un día en la cama. Hubo tres compañeros más que veíamos a menudo. Pero A es y será mi compañera del Camino.

16 octubre 2005

¿Quién dijo que la vida fuese justa?

William Goldman se empeña en inculcar este mensaje a lo largo de todo su libro. Porque sabe que no estamos dispuestos a creerlo. Ocurre que ahora, en este preciso instante, sé que es cierto.

Inconcebible. Las personas crean historias, castillos de razonamientos bien ensamblados, lógica irrefutable de volutas inconexas, señuelos de indicios bien estructurados, fantasías de-mentes... Y al final todo eso es lo que queda. No hay nada que se pueda hacer.

Asumo las pérdidas con dificultad. Engullendo saliva amarga. Tirado exhausto en la silla. Rendido.

Me siento como un niño imbécil al que todos explican lo que tiene que hacer, al que todos regañan, al que todos desprecian por iluso y cabezota. Pero deseo que nunca muera este niño imbécil. Porque, aunque en ocasiones duela, le tengo mucho cariño. Es mi esencia soñadora.

Un adiós irremediable arrasa esta tarde de domingo lánguida. Se lleva como agua sucia fluyendo en oxidada alcantarilla los restos de la energía que el Camino infundió en mi espíritu. Me apaga.

La vida no es justa. Me lo repetiré mil veces hasta que me lo crea. Hasta que la propia vida no tenga que recordármelo de nuevo.

¡Qué asco!

Sencillo

El cuadrado sonido del despertador antes de las siete. Abrir los ojos con la ilusión de un nuevo paseo. Apenas molesto por tener que volver a la vida. Levantarse apoyando con cuidado los pies. Sentir la dureza fría del suelo en cada pisada. Un fugaz aseo matutino, una mecánica reparación de heridas y cerrar la mochila en busca del bar más cercano. Un buen desayuno. Imperdonable antes de comenzar a caminar.

Bambolear con elegancia los primeros pasos. Rígida caidita adquirida gracias a los rigores de días anteriores. Media hora de bromas, risas, recuerdos y planes. Cambio de paso, ritmo creciente, acoplarse cada uno a la cadencia perfecta. Peregrinos espaciados por metros de inocuo vacío. Caminar juntos en la distancia.

Tres horas son suficientes. Hay que reponer energías. Sentir la refrescante cervecita animando el cuerpo y la mente. El acentuado sabor de un bocadillo a media mañana. Retomar la marcha con endémica caidita en los primeros minutos. Peregrinar juntos un trecho. Volver a dispersarse como puntos de una línea discontinua antes de alcanzar el lugar de la comida.

Comer sentado. Un buen vino y un par de platos calientan el cuerpo. Un café que acaba en revisión de botas y pies. Remedios caseros pasados de boca en boca. Curar fantásticas dolencias en cualquier parte de cualquier cuerpo. Medicina de la imaginación.

Andar poco por la tarde, casi pasear hasta el siguiente albergue. Esperar a cada rato a los que llegan con la moral esquilmada por un día duro. Y el ritual del registro, la credencial de peregrino, las consabidas anécdotas del hospitalero, la merecida cervecita, la ducha, la colada, la siesta. Momentos repetidos que nunca son los mismos.

Más cerveza antes de la cena. Reunidos en historias de aquí y de allá. Inglés de colegio, español de nativo, francés de mercadillo... Cruce de palabras mal pronunciadas que construyen diálogos salpicados de risas. Flirtear con la hora de cierre del albergue. Dormir sin remordimientos. A gusto.

Y mañana otro día en el que la vida se reduce a seis o siete triviales problemas. No hay más en lo que pensar. ¿A quién le importaría otra cosa?

Caidita - Término que acuñamos para definir el paso cojeante de cada uno de nosotros cuando las piernas todavía están frías. La rodilla, el tobillo, el pie... Cada uno tenía su propia lesión fetiche. A primera hora de la mañana parecíamos directamente sacados de la sección de traumatología de un hospital de tullidos :)

15 octubre 2005

Tirando del hilo...

... he descubierto lo que ha pasado.

Alguien me ha estado suplantando en el blog de Nepomuk. El método ha sido fino, colocar el nombre de usuario, la URL a mi perfil y a rajar camuflado tras mi capa.

A partir de ahora voy a colocar una imagen en mi perfil para evitar que se repitan estas historias. Supongo que con todo este montaje algunos de vosotros no me creeréis, pero la semana pasada no estaba para mandar mensajitos conspiradores por internet. Estaba perdido en el Camino con cuatro amigos, pasando por pueblos que ni siquiera sabían lo que es Internet. Ni falta que les hace.

Voy a probar la suplantación en este artículo, para verificar mis sospechas.

Y el que me tenga tanto odio como para hacerme esto, le recomiendo que tome una tila, se relaje y disfrute de la vida. Increíble lo que se aburre la gente...



La historia

Llegados a este punto creo que es el momento de contar lo que ha pasado para llegar a donde nos encontramos. Descubrí la blogosfera a través del concurso organizado por 20minutos. Así es como llegué a muchos de vosotros. Y entré armando mucho ruido, involucrándome en cada pelea, poniéndome la capa de superhéroe y salvando incluso a los que no necesitaban ser salvados.

En el fragor de la batalla, ella me pasó un par de datos que contrasté por varios medios. Descubrí que nepomuk utilizaba varios alias para hacer sus comentarios. Mi espíritu impulsivo, vengador y justiciero me llevó a escribir un par de tonterías. Aquello fue el 25 de Julio. Cuando me di cuenta de las estupideces que había cometido, me disculpé con nepomuk, aunque el daño ya estaba hecho. Y me olvidé de ella. Nunca me ha perdonado ninguno de los dos. Siguen desconfiando de mí.

Lo cierto es que desde entonces he ignorado el concurso, he dejado de comentar en el blog de nepomuk y me he dedicado a explorar otros territorios. Sin embargo, de vez en cuando siguen saliendo comentarios insidiosos que suelen atribuirse a mi persona. Hasta ahora había permanecido calladito, porque creía que me tenía bien merecido el castigo.

Cuando personas en las que confío y a las que admiro escriben palabras tan duras como éstas, no me resigno al silencio. Hice una gilipollez hace unos meses. Lo admito, os lo he explicado. Quien requiera más datos puede pedírmelos, se los daré con todo el detalle que necesite.

Me podéis juzgar por aquello, lo acepto sin reservas. Pero no me gusta que me atribuyan actos que no son míos. Desconfiad de mí si es lo que os inspiro. No me conocéis. Es lo que debéis hacer.

Vuelta

Ayer terminé mi Camino, mi primera parte del Camino. 380 kilómetros en 13 días. La mejor manera de aislarse sin moverse de casa. Estuve perdido muchos días, desconectado de todo, encerrado en mi mundo de calcetines sucios, madrugones y paisajes de infarto.

No anoté nada. No hice fotos. No lo necesitaba en aquel momento. Pero ayer, en el tren de vuelta, rellené la pequeña libreta que había llevado. Os contaré historias de peregrinos, de parajes aislados, de ciudades con encanto, de personajes y personajillos. Esperad a que mis dedos recuperen el ritmo y os mostraré mi manera de hacer el Camino.

Mientras tanto, voy recuperando el ritmo de mis neuronas revisando vuestros escritos de estas semanas. Que digo yo, que podriáis haber bajado un poquito el ritmo, ¿no? ;-)

11 octubre 2005

Cambios

Cuando comencé a caminar en Somport trabajaba en Barcelona, Hacienda se negaba a saldar sus deudas y la tensión de mis nervios amenazaba con agujerear mi piel.

El jueves llegaré a Burgos con un trabajo en Zaragoza, el anhelado dinero de Hacienda en la cuenta, cuatro nuevos amigos/compañeros y miles de piedras adornadas con crispadas tensiones que mis botas han pisoteado a lo largo del camino.

No he escrito nada en mi cuaderno, no he leído una palabra de las que traje, nada ha sucedido como pensé. Y todo es perfecto.

Y la compañera de viaje sigue siendo tan sólo una compañera de viaje. Aclaración sólo necesaria para los que no me conocen ;-)

04 octubre 2005

El Camino no se hace solo

Es la primera lección que he aprendido. Comencé encerrado en mi mutismo, devorando kilómetros sin volver la pista atrás. La primera noche que dormí en el albergue, conocí a mi compañero de viaje ideal. Llevamos juntos todo el camino. Camina a un ritmo similar al mío, respeta los silencios cuando el Camino invita a la reflexión y te habla de lugares cercanos y lejanos cuando el cansancio y el aburrimiento aguijonean el ánimo. Siempre paramos a tomar nuestro café o nuestra cervecita. Y fumamos un cigarrito despacio. Después seguimos la jornada caminando callados, muchas veces nos separan treinta o cuarentra metros. Dos peregrinos juntos pero singulares.
Al final de la jornada volvemos a caminar en paralelo, para llegar al destino con ánimo solidario. Tú estás cansado, más lo estoy yo. Sigamos tan solo un kilómetro más. El hogar ya se divisa. Y al llegar al albergue: ducharse, lavar la ropa, cenar temprano y dormir en seguida para poder madrugar. Todo resulta perfecto. Querría quedarme para siempre en el Camino, es mi descubierto mundo de paz y tranquilidad. Todo es tan sencillo que te atrapa. Me he perdido todos los días y espero no dejar de perderme nunca.
He visto lugares maravillosos. El escondido monasterio de San Juan de la Peña, el aislado refugio de Arrés, el imponente abandono de Ruesta, la familiaridad de la hospitalera de Artieda... Pocos días e incontables recuerdos.
Pero hay una enseñanza que no olvidaré: encontrar un compañero en el Camino es el mejor regalo que se puede soñar. Me volví a equivocar pensando que sería una experiencia solitaria...

Y el hecho de que mi compañero ideal sea una noruega rubia que ha vivido en mil sitios no cambia ninguna de las palabras que habéis leido... Podría haber sido cualquiera. Y ella existe firmemente, por si os lo preguntábais, carece de la inexistencia necesaria ;-)

01 octubre 2005

Primera Pérdida

Os explicaré una sofisticada técnica montañera sólo al alcance de alpinistas capaces de superar pasos de nivel cuatro con crampones mellados sobre hielo petrificado. Técnicamente se la denomina embarque o enriscamiento por necedad.

Ahí tenéis al Reinhold Messner aragonés. Con sus botas de gore-tex TCL, su pantalón para trepar himalayas, su camiseta transpirable nova-dry y el imprescindible bastón telescópico en su sitio adecuado (esto es, colgado todo el camino de la mochila).

Este vencedor de tresmiles, doblegador de deportistas bien entrenados, el coloso ataca cimas del barrio camino por autopistas de monte de cabras con una gracia envidiable. Miradlo, henchido de gozo, triscando cuesta abajo por el camino de baldosas amarillas en construcción. Devorando fechitas amarillas sin compasión. Una locomotora de esquivar torceduras, zizgueando sin dudar los senderos. Se diría que no hay nada que lo pueda frenar. ¡Qué estampa!

¡Qué divertido! Ahora hay que seguir las vías del tren. Haré equilibrios por los raíles, jugaré a saltar traviesas, probaré un rail-traviesa traviesa-rail. ¿Y a la pata coja entre los huecos? Espera. ¿Dónde están las flechitas amarillas? ¡Bah! seguro que en la vía del tren no las ponen porque se supone que es lo que hay que seguir. No precisa indicación, está claro.

Oye, estas traviesas cada vez están mejor conservadas. ¡Joer! Vaya pedazo de puente. 1992. Esto... ¿No dejó de funcionar el tren en el 70? Ya estamos en plan aguafiestas, esta es la buena dirección, hay que seguir el río y al final de la vía está el pueblo que buscas. No tiene pérdida.

¿Eso de abajo no es una de las señales del camino? ¿Aquello que se divisa a 50 metros de desnivel? ¡Ah! Pues sí. Me voy a haber equivocado. Menos mal que no vino el tren, que me entra un arrebato y lo hago apartarse... En todo caso no hace falta desandar el camino. La pendiente no parece tan pendiente. Y los árboles no son en absoluto totalmente impenetrables. El atajo es la solución ideal.

En este punto ruego a los ecologistas que disculpen la rotura de siete ramas con diversas partes de mi cuerpo, el desmembramiento de catorce pinchos de matojo con mis pantorrillas y el decorado de piel humana que he pincelado por el bosque. Prometo que la próxima vez que penetre un bosque impenetrable en pendiente imposible tendré mucho más cuidado. Ya sabéis, siempre hay una primera vez...

El caso es que he llegado (de nuevo) al camino con el espíritu un poquito mermado. Vamos, que he pasado de Reinhold Messner a 'Desastre' Juanito Oyarzábal en cosa de minutos. Y me he decidido dar un premio. Un alto urbanístico de relax. Así que me he tomado un café mientras me fumaba un cigarrilo, con la mochila puesta.

-Fumar y hacer deporte no es sano -me ha dicho un parroquiano con una sonrisa bonachona.
-Por eso sólo paseo, sin forzar... -he respondido con sorna.

Y me he terminado el café y el cigarrito. Y me he ido a triscar. Que era lo que tocaba.

Nota. ¿Cuántos creiáis (en serio) que iba a aguantar más de un día sin publicar? :-D