22 octubre 2005

Raro

Os contaré la tarde de ayer. De hecho, sólo os contaré unas cuantas horas de la tarde de ayer. Todo comenzó cuando llegué a casa hacia las dos y media...

Me he quitado el casco. El sol me ha calentado la cara. He mirado al cielo. Azul. Me he puesto el casco.

Abrir el puño. Derecha. Caer con la moto. Límite de adherencia. Extenderse el mar bajo mis pies. Cerrar el puño. Suave empujón en la cintura. Enderezarse.
Abrir el puño. Izquierda. Volver a caer. Límite inverso. Crecer la montaña sobre mi cabeza. Sentir el tirón. Recto de nuevo.
Despacio, no hay prisa cuando no hay destino. Desear que nunca acabe el vaivén. Derecha, izquierda, derecha... Mecido por una anticipada añoranza. Sensaciones de ida y vuelta.

Después he ido al cajero. He encontrado una tarjeta olvidada. También había un papel con una lista de teléfonos. Los apellidos de la tarjeta coincidían con uno de los nombres de la lista. Así que he llamado. El propietario de la tarjeta acababa de ser papá y, claro, con las prisas. Hemos quedado en mi casa, así que me he puesto a embalar cualquier objeto que pareciese embalable.

Ha sonado el teléfono. Una persona se interesaba por mi moto. También hemos quedado en mi casa. Cuando el interesado estaba viendo la moto ha llegado el padre de la criatura. Le he devuelto la tarjeta y le he dado la enhorabuena. He vuelto a hablar con el comprador. Apretón de manos. Moto vendida.

Hay días en que todo encaja con naturalidad. Los hechos se conjuran sin proponérselo en una cascada de propósito general. Y uno se siente raro.

4 comentarios:

Raist dijo...

A veces es lo mejor, dejar que las cosas se hagan por sí mismas...

Nadia dijo...

Si cuando las cosas salen mal nos sentimos mal y cuando salen bien nos sentimos raros ¿para cuándo nos sentiremos bien?

P.D. En realidad eso que te pasa es efecto de no dormir...

Bito dijo...

Qué quieres, a veces el mundo parece marchar por si solo, como si no nos necesitara, y uno se para a pensar y no entiende porque ahora todo encaja a la perfección, con la de horas que han sido malgastadas tratando de entender, simplemente, el mecanismo.

En fin, será que a veces los que rompemos el equilibrio somos nosotros.

M.Ángeles dijo...

Jaja, me voy a apuntar al comentario de nadia otra vez, dorian, y no es por meter cizaña, lo juro.