24 octubre 2005

Magia


La atención queda atrapada en el templo muchos metros antes de llegar hasta allí. Se observa su estructura octogonal con fascinación conforme el paso se ralentiza en el acercamiento.

El interior está sólo iluminado por los tragaluces hexagonales de la cúpula. Una tenue música invita a quedarse en silencio, tumbado en el centro de la nave, observando el peculiar techo. La magia con la que fue levantado el lugar te inunda sin barreras. La tentación de quedarse allí, tendido para siempre, resulta irresistible.

Dicen que una vuelta completa por sus arcos recarga tus niveles de energía al máximo. Debe ser verdad, porque el camino hasta Puente la Reina pareció inexistente. Alcanzamos el pueblo sumidos en el silencio, incapaces de expresar la intensidad de la experiencia. Solo más tarde, en la cena, nos atrevimos a compartir pinceladas de lo que habíamos experimentado.

Este lugar desprende hechizantes vibraciones y se queda adherido a la memoria sin posibilidad de olvidarlo. La magía existe. Allí es donde la magia existe.

1 comentario:

Javier Burbano dijo...

¡Qué bonito es Eunate! Aún falta mucho camino para llegar a Frómista, otra pequeña iglesia que luce como ella