
Ayer tuve una de esas sensaciones que uno es incapaz de compartir bien por la limitación del medio bien por la inoperancia del que escribe.
Soy ese tipo de gilipollas que siempre sueña que las situaciones se repitan en el mismo lugar y a la misma hora. Esta madrugada me encontraba entregado a un ausente déjà vu en el garito en el que conocí a Valle aquel jueves de hace unos meses. Una persona, a la que acababa de conocer, me dijo "Me diste un poco de pena cuando leí lo que te había pasado aquí".
Parálisis mental. No se me ocurren más palabras para describir lo que me sucedió. Es sabido que somos leídos por más gente de la que parece, pero el hecho de comprobar que esas personas pueden aparecer a tu lado, por arte de birlibirloque, y dispararte tus propias palabras con tanta cercanía desborda cualquier previsión.
Por otro lado, la ansiedad que arrastraba los últimos meses ha desaparecido. Estoy tranquilo, confiado, sereno y relajado. Supongo que, en el fondo, soy un tipo con suerte: me gusta trabajar. Y cuanto menos tiempo libre, menos paranoias.
Puede que esto sea a la vida lo que el fast food a la cocina, pero reconozco que es una manera muy cómoda de oxidar la vida.