31 mayo 2006

A la fuga (4)

-Soy Sandra, tu ligue de hace unas semanas. ¿Me abres?

Desde que escuchó a su madre por el telefonillo aquel domingo de palabras descarnadas no había vuelto a utilizarlo. El perverso aparato siempre parecía estar dispuesto a cogerlo por sorpresa. Acababa de darse una ducha tras su habitual carrera vespertina. Se había vestido con el pijama rojo bordado de personajes de dibujos para animarse a acostarse temprano. Pero el descenso impulsivo de su dedo sobre el abridor eliminó la posibilidad de cambiarse de ropa.

-Hola -disparó Sandra con precisión-, ¿aún me recuerdas?

Alberto se topó con unos ojos hinchados y la rigidez que la mandíbula imprimía a los ángulos de su mentón. Ella ni siquiera se había fijado en el pijama. No era la expresión que él esperaba encontrar, pero Sandra había aparecido en su vida de nuevo.

-Hola -ensayó tratando de esbozar una sonrisa afable-. Por supuesto que te recuerdo -añadió cauteloso-, de hecho te he recordado cada uno de estos días.
-¿Y por qué demonios no me has llamado? -masculló a quemarropa mientras mantenía los brazos cruzados sobre el pecho, con ambas piernas clavadas en el mármol del rellano.
-¡No tenía tu teléfono! -exhaló desesperado Alberto- Lo he estado buscando como un loco por toda la casa...
-He de reconocer que ese ha sido un buen intento -vocalizó con crueldad Sandra-, aunque los he visto mejores -remató con mecánico desdén.
-En serio, si no te he llamado es porque no tenía tu teléfono -replicó firme Alberto-. Ten por seguro que te hubiese llamado. ¡Sin dudarlo!
-Vamos, no creas que soy imbécil. Lo anoté en el margen del libro en tu mesilla de noche. ¡Justo en la página que estabas leyendo! -explicó Sandra con un ladrido histriónico.
-Que tenga un libro sobre la mesilla de noche, no quiere decir que lo lea -razonó Alberto con lenta tristeza-. Anda, pasa y hablemos con más calma.

Sandra lo miró con dureza un instante, aunque después decidió aceptar la invitación. Alberto la acompañó al salón y se sentó con los pies sobre los almohadones del sofá, abrazando con fuerza su rodilla derecha. Ella se sentó frente a él, en la esquina más alejada, imponiendo una distancia que dejaba muy a las claras que aquel encuentro no iba a seguir las mismas pautas que el primero.



-¡Eres un cabrón! ¿Crees que todas las chicas somos de usar y tirar? ¿Qué nos puedes echar un polvo y después desaparecer tan ricamente? ¿Por quién me has tomado, maldito cretino?
-Sandra, escúchame, por favor -suplicó Alberto compungido-. Te lo repito. No encontré tu teléfono -subrayó desesperado-. Quería volver a verte. Necesitaba volver a verte. Todas estas semanas no he hecho otra cosa más que pensar en ti...
-Aún en el supuesto de que no hubieses encontrado mi número de teléfono, cosa que no acabo de creerme -teorizó reticente Sandra-, te vi el fin de semana pasado -argumentó con la frialdad de un fiscal.
-¿Y por qué no me saludaste? -preguntó Alberto tratando de ganar tiempo.
-Porque parecías muy a gusto bailando sobre la barra del Corto, con aquella chica haciéndote carantoñas sin parar -respondió ella con una estocada que pretendía ser mortal.
-Pero si era una amiga. Tan solo eso. Estábamos un poco bebidos. Bailábamos para divertirnos. Nada más -protestó Alberto con el resquemor provocado por unas explicaciones que no estaba acostumbrado a ofrecer.
-Pues no es la impresión que me dio. Más bien, me confirmaste mi idea de que eres un ligón de fin de semana, un profesional de las aventuras de una noche -insistió ella con desprecio.
-Eso no es cierto, Sandra. Quizá te lo parezca, pero eres la primera mujer con la que he estado en dos años, te lo aseguro. Y para mí aquella fue una noche perfecta, inigualable -intentó Alberto con un susurro camino de la dulzura.
-Me cuesta mucho creerte. Lo que dices y lo que haces es muy contradictorio -pensó Sandra en voz alta mientras negaba con la cabeza-. No sé ni por qué he venido -exclamó mientras se levantaba del sofá.
-Espera, Sandra. No te marches -pidió Alberto-. Escucha. No es necesario que me creas. Tan solo dame el beneficio de la duda. Conóceme antes de juzgarme. Por favor... -imploró con el dolor contrayendo cada pliegue de su cara.

Sandra se quedó en silencio, meditando su próximo movimiento. El pulso de Alberto, excitado por una adrenalina que el miedo envalentonaba sin medida, golpeaba sus sienes con violencia. El tiempo goteaba ralentizado a través del frágil enlace que unía aquellas dos miradas recluidas en un aislamiento infranqueable.

-Está bien, me quedaré. Pero tendrás que explicarme unas cuantas cosas -amenazó Sandra volviéndose a sentar.

El reguero de horas y palabras que siguió a esa última frase restableció parte de la confianza que ella había olvidado. El musical sonido de alguna risa espontánea recortó el infinito espacio que los separaba al comienzo de la conversación. Se fueron acercando sin darse cuenta, sin querer. Hasta enlazarse las manos bajo un devenir de pensamientos y sueños que fluía sorteando obstáculos indefensos. A pesar de no contar con la soltura que el alcohol les había proporcionado en su primera cita, la ilusión de aquella cómoda sensación que aquella vez los acercó renacía tímida a través de la cada vez más escasa suspicacia.

-Había venido con la única intención de verte la cara, de convencerme de que eras un gilipollas. Pero ahora me doy cuenta de que tal vez estuviese equivocada -comenzó ella con un deje de tristeza.
-Bueno, no me juzgues todavía. Concédeme el tiempo necesario y te demostraré lo que soy en realidad -interrumpió Alberto con ternura-. ¡Aunque quizá descubras que lo que imaginabas tampoco era tan malo a mi lado! -terminó con una sonrisa socarrona.
-Y tampoco pensaba contarte esto, pero ahora quiero hacerlo -siguió Sandra mientras ignoraba esas palabras-. Alberto, estoy embarazada. De ti.


1 2 3 4 5 6 7

18 comentarios:

Anónimo dijo...

Y doy fe que ese día bailando encima de la barra, bailabas con una amiga....aunque también es verdad que ciego como piojo ibas a por la camareraaaaaaa ;)

Pero eso, que si necesitas un testigo de la defensa con Sandra avisa, que últimamente le estoy cogiendo el gustillo a lo de testificar buenas fes ;)

Buttercup dijo...

Juaaaa, iba a decir que no me gustaban los finales feliz y pastelosos, pero lo retiro después de la última frase. O no, quizás si tanto le gusta Sandra sea un buen final. Al menos eso justifica la extraña aparición de Sandra.

Sortilegio dijo...

Me estaba poniendo nerviosa al leerlo, ¿de una noche y le monta ese pollo? :oO, menos mal que estaba embarazada!! sino no entendía nada!! Seguro que Alberto se ha quedado contentísimo con la noticia jajajajaj ¿no la echaba tanto de menos? Pues toma ya!

Anónimo dijo...

¿Embarazada? Dios, como se te va...

Anónimo dijo...

Gracias a bloglines no había visto lo último...
bueno, piensa que con eso desaparecerían muchas de las dudas existenciales, pasarías a las bondades del día a día.

isterica dijo...

¿Qué tía actúa así? No conozco a ninguna que hubiese hecho nada de lo que has puesto. Sí que lo hubiese pensado pero, no que lo hubiese hecho.

Anónimo dijo...

Estaba yo pensando en el mismo sentido que istérica. Qué tía actúa así.
Claro que si está embarazada es diferente... volver, al menos, para ver la cara que tendrá la criatura...
No me ha gustado mucho el desenlace...

Deckard dijo...

Lo de Alberto es punteria y lo demas son tonterias!! Ya tengo ganas de ver la reaccion de Alberto...

Shh... dijo...

Me uno al comentario de aniku y isterica... El comportamiento de Sandra es, improbable? No sé, no me hago a la idea...
Besos!

Esther dijo...

Sólo diré que, a pesar de que no le importe a nadie, a mi esa chica no me gusta, lo siento, pero no me gusta.

ORACLE dijo...

hay que ver como funciona su mente sr. dorian!!! no podía acabar la escena con un rebolcon sobre la mesita de noche!???

Raist dijo...

Eso sí que sería puntería...

Nadia dijo...

¿Dos años y un polvo y la deja embarazada? Joer debieron salir al sprint...

P.S. Con esas fotos de Orlando me cuesta mucho leer :o)

Isthar dijo...

¡¡¡Pedazo de culebrón te has montado!!! Madre miaaaaaaa

Alguien que te viene con un embarazo a cuestas alegando tu paternidad, y que ya en la segunda vez que os veis te pide tantas explicaciones por tu conducta... malo, malo.

Esto acaba en desastre con mayúsculas...

Pow dijo...

Creo que a esta historia le quedan tres o cuatro capítulos. Al final quizá se encajen todas las piezas que voy colocando. Pero eso tendrá que ser a la vuelta, en unos días.

Porque esta tarde toca partir de viaje ;-)

Raist dijo...

Y a ver como se lo cuentas ahora a mamá...

Para, creo que voy a vomitar dijo...

Uyyyyyyyyyyyy!!! Y a mí que Alberto no me termina de convencer... Oculta algo!

Buttercup dijo...

Juaaaa, me lo has quitado de la boca, Raist, el bofetón del otro día va a ser poco.