Después de recoger la vajilla, se acomodó en una silla de plástico blanco que parecía castigada en una esquina de la terraza. Fumó distraído un cigarro y apuró una copa de pacharán con hielo. Los recuerdos fluctuaban inasibles, atravesando su frente en destellos de efímera lucidez. La conversación familiar había sido relegada a un espacio ajeno a la conciencia. La existencia se concentraba entre los límites de una noche esquiva a la memoria.
Recordaba la sonrisa de Sandra, una de esas sonrisas que contagian al resto del rostro con su alegría. Aquellos ojos almendrados de tacañas pestañas lo miraban cómplices desde algún lugar huido de cualquier punto cardinal. Sentía el tibio roce de su cuerpo bailarín acoplándose a su espalda, acompañado por ese abrazo descuidado que lo había rescatado de su inamovible apatía sexual.
Después todo se mezclaba en un éxtasis de caricias a contratiempo, tiernos susurros pronunciados en un lenguaje desprovisto de reglas, labios pacientes caminando por rutas de orografía inexplorada y el prodigioso milagro de saberse solo en compañía.
Se levantó con los ojos tiznados por un hollín compuesto de pesadas partículas de melancolía. La alarma estaba sonando, era hora de llamarla. Necesitaba verla de nuevo.
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Tras revisar sin éxito la lista de contactos de su teléfono móvil, Alberto rebuscó por la casa con ahínco indicios de Sandra vedados a la trayectoria de una mirada casual. Pero la fugitiva no había dejado pistas tras de sí. El ahogo de la asfixiante angustia nacida de aquella frustración lo postró deshilachado en la cocina, con un top blanco de Versace esparcido en su regazo.
El lunes Alberto se creía incapaz de seguir respirando. Caminaba abotargado en el arcén de un mundo que circulaba vertiginoso por autopistas sin límite de velocidad. El martes comenzó a traducir los sonidos en lógica del pensamiento. El miércoles, mientras preparaba la maleta para el viaje a Bruselas, se descubrió leyendo con ironía el lomo del libro que reposaba en su mesilla, Love Trainer.
El sábado, a la vuelta del viaje, acudió al bar en el que había conocido a Sandra. Ella llevaba toda la semana sin dar señales de vida, pero confiaba en volver a verla. Tal vez estuviese todavía a tiempo de restañar la grieta por la que se habían evaporado las reservas de aquella fortuita fuente de pasión irrepetible.
Pero ese sábado no volvió a ver a Sandra. Y tampoco la vio el sábado siguiente*. Poco a poco, sin la piedad implorada a un ente inflexible, el tiempo fue digiriendo la esperanza hasta convertirla en desecho.
* N. del A. De hecho, Alberto no volverá a ver a Sandra hasta el cuarto capítulo. Lo digo porque me parecía que tal vez estuvieseis pensando que esta historia acababa aquí.
13 comentarios:
¿No le ha debajo su teléfono? ¿Ni en el espejo del baño? Uys eso es muy mala señal.
La nota del autor jode todo el suspense, con perdón :)
sandra es ese tipo de mujeres que son un peligro y llevan escrito eso de: mantengase lejos de cualquier ingenuo emocional...
Estooooo.... a mi es que me ha gustado mucho la parte I y la II pero, ya ésta creo que sobra. Con perdón.
me tienes con el alma en vilo... esto es un sin·vivir...
Estoy con Susej, Pow nos has dejado sin intriga :S
Besitos! :)
pero vamos a ver... la despedida, a mi me interesa la despedida que hubo o, debió haber, con Sandra. Yo creo que es importante saber cómo fue la despedida. De lo contrario no podré darlel una colleja a Alberto.
No es por fastidiar la fiesta, pero cada vez es menos creible esta historia paralela (iba a gastar una broma al respecto pero me la guardo XDDDDDDD)
En serio ¿qué fumas ultimamente? ;)
La primavera ha llegado a este blog ... por cierto, ¿te has mirado el culo? Quizás apuntó allí el teléfono con lápiz de ojos.
No me imagino un libro de suspense con tus notas aclaratorias.
El que quiera saber más que espere coño...(con perdón).
Dale caña a la historia dorian, que esta mu bien.
Un beso primaveral.
Mamen
Uh, me gusta este tipo de blogs. Es una secuencia, no?? Ya volveré a mirar que pasa despues.
Ah! que a mi tambien me encantó 'Seda' de Barrico;)
Saludos
Uhmm, me ha gustado pero creo que faltan algunos matices, no sé..., se me escapan cosas del personaje. Espero que no te haya molestado esto que te digo. De verdad que te lo comento desde la modestia, eh.
¿Cómo me va a molestar Para? Es sólo una historia que estoy escribiendo para divagar. Para crear una realidad en la que me sienta más a gusto que en ésta. Sin aspiraciones...
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