18 enero 2008

Ay mi pescadito, ya no llores más...

Hoy he recibido un correo de uno de los amigos que dejé atrás en Barcelona. En ocasiones los compañeros de trabajo no trascienden el intervalo temporal de la relación laboral. Otras veces, las menos, coincides con personas a las que lamentas perder la pista.

En su carta, él no acostumbra a escribir correos, transmitía una zozobra que me ha recordado al propio Spencer Tracy en Capitanes Intrépidos. Sus letras, nacidas de un apretón de nostalgia inapelable, han desencadenado la secuencia de pensamientos que siguen a estas líneas.

Tras siete años de fidelidad laboral, he cambiado tres veces de trabajo en los últimos tres. Por lo que no he tenido tiempo de volver a encajarme en una de esas micro sociedades que las personas crean para disfrazar la servidumbre que supone el inevitable nine to five.

Reconozco que algunas veces el recuerdo de aquella primera experiencia, tanto por la familiaridad con la que era tratado como por las historias off the record que compartíamos, me hace añorar un pasado irreproducible. Lo cierto es que la mayoría de las personas desean sentirse más como miembros de un grupo de opinión que como trabajadores a sueldo.

En cualquier caso, todo esto me ha hecho volver al conciso Ortega y Gasset: "Yo soy yo y mis circunstancias". Lo que me parece una perfecta manera de expresar que los cambios no solo afectan al entorno, sino también a uno mismo. No soy el mismo que fui y, aún a sabiendas de que quizá nunca pudiera volver a serlo, tampoco lo deseo.

7 comentarios:

susej dijo...

Es la añoranza, pero por suerte corres más que ella.
Pero las cosas han cambiado, y a mejor, seguro.


Ah, por cierto, Tegucigalpa

Wanda◦○ dijo...

Y como no vas a cambiar con todas las vueltas que has ido dando ??? Pues natural que hayas cambiado, algunos lo llaman "proceso de selección", pero no es más que desprenderse de lo que más nos vaya pesando y abandonarlo en el camino. Quizás en tu proceso no tengas porque olvidarte de los viejos amigos.

Bito dijo...

Estás aquí, Pow, canalla!.

(luego vengo a leerte con calma, pero primero quise asegurarme que eras tú).

Y mira que me acabas de alegrar la mañana.

humo dijo...

Te entiendo. Te entiendo. Te entiendo.
Después de veintitantos años, he cambiado de curro hace dos; de esos dos, he pasado un montón de meses de baja. Ya no pertenezco a ningún sitio, los compis son estupendos pero me importan un pimiento, y me voy a comer o a cenar de vez en cuando con los anteriores. Me siento desarraigada: cuando me llegue la jubilación sera aún peor.
(Y cambias. Naturalmente que cambias).

humo dijo...

Por cierto, que no hace falta que me visites para que yo continúe leyéndote... Eso del "do ut des" blogosférico me resbala.
Un beso.

Bito dijo...

Me he pasado la existencia cambiando de un curro a otro, pasando de unas conversaciones de cafetería a otras y cierto es que ahora que el nuevo trabajo me hace estar más tiempo sólo lo hecho de menos. Inclusive aquellos piques por los que no hacían sino desordenar mi cajón o alterar mi perfecto equilibrio del material o las fichas (no por nada siempre me gano el título de ogro).

Al fin y al cabo en cierta medida los compañeros de curro son una versión más madura de los de instituto, por supuesto que los lazos no son tan espontáneos, rápidos y fraternales como en aquel entonces, pero ese día a día une, luego por supuesto se añora.

Un saludo, Pow.

¿te he dicho ya que me alegro de tu vuelta?

begusa dijo...

yo soy yo y mis circunstancias y si no las salvo a ellas, no me salvo yo.