12 octubre 2006

Desfile de pasarela con los brazos en cruz

Se acrecienta a cada momento la sensación de aislamiento. Lo que fue en un tiempo independencia es feroz mutismo en este instante. Exudo soledad y cada cual me hace llegar su preocupación de un modo distinto.

Aparezco orgulloso de mis rarezas, desorientado en las actitudes, olvidadizo en los quehaceres cotidianos, desilusionado por una testarudez incomprensible... Irrecuperable en suma.

Quizá la vida que voy modelando no devenga en un futuro que pueda parecer de provecho. Pero es lo que tengo. Es lo que soy. Y tal vez no exista un equipo de salvamento capaz de llegar hasta el abismo en el que vagabundeo. Pero no estoy perdido.

Sigo paseando por el filo de un acantilado de doble caída. Pensando un momento en dejarme caer hacia el indivisable fondo de la inexplorada negrura y levitando al siguiente con un par de saltitos hacia el implacable brillo solar. Y en esta indecisión, ahora frío, ahora calor, es donde encuentro un equilibrio.

¿Por qué tantas sugerencias? ¿Quién necesita tantos consejos? ¿Qué produce tanta charla ociosa a mis espaldas?

¿Es que no véis que continúo caminando?

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