02 agosto 2006

El lunes negro

Era un lunes de mayo de finales de los noventa. A mediodía nos habíamos quedado a "estudiar" en la universidad. Comimos, como casi siempre, pizza con jamón y piña. A pesar de que a ninguno nos gustaba la piña. Lástima que ese dato no lo obtuviésemos hasta años después, cuando ya ni las pizzas ni los estudios importaban.

Después de comer nos acercamos al supermercado a por unas cuantas botellas de bebidas espiritosas variadas, entre ellas la idolatrada del momento: el inefable Jack Daniels. Tras apretujarnos en mi 600 rojo y en el coche de otro compañero los aventureros nos adentramos en los desolados montes que delimitaban la zona norte de la facultad.

En una ribera del camino, postrados sobre un sofá abandonado al lado de una acequia, comenzamos a dar cuenta de tan preciado botín líquido*. A la hora ya estaba borracho como un piojo, expulsando trozos de jamón intactos directos desde mi estómago hasta el sofá. Como si hubiese hecho aquello toda la vida. Mientras tanto, otros dos incautos se dedicaban a derramar lágrimas de cocodrilo y el Jack Daniels sobrante en la acequia. Stephen decidió perderse.

Un herido y un desaparecido. A las cinco de la tarde. Los menos perjudicados decidieron que había llegado el momento de pedir ayuda. Cuando Salsa llegó a lugar de los hechos, organizó una misión de rescate para Stephen y ordenó que me llevasen a la Cruz Roja que estaba en el otro lado de la ciudad. Por suerte, sólo se cumplió la primera parte de sus desvaríos.

Stephen no apareció, a pesar de las valientes y balbuceantes preguntas formuladas por los aguerridos exploradores a varios pastores y la invencible voluntad que los guiaba. Al volver al campamento me encontraron suplicando que me llevasen a clase de Ecuaciones Diferenciales, aunque mi motivación no estaba centrada en una exótica transformada de Laplace o en alguna serie de Fourier caprichosa. Lo que quería era ver a la profesora.

Tumi condujo el 600, a pesar de que aún no tenía carnet, de vuelta a la escuela. Me convencieron de que me tumbase "unos minutitos" en la hierba. Tiempo que aprovecharon para descubrir que Stephen había asistido a clase, en primera fila, como los grandes. La leyenda cuenta que su aliento a bourbon podía ser percibido con claridad desde la décima fila y que en su camino de vuelta de los galachos ideó una teoría para cuadrar el círculo que más tarde olvidó por culpa de una mala resaca.

Yo me desperté en el césped y pregunté si ya era hora de entrar a Ecuaciones Diferenciales. Pero la jornada escolar ya había terminado. Información que produjo gran alivio en los emisores y cierto resquemor en el receptor.

Cada día, al salir de clase, iba con Tumi a buscar a su hermano pequeño para acercarnos al entrenamiento de natación. Aquel día yo era incapaz de conducir, así que le pedí a Tumi que lo hiciese él. Treinta metros antes de llegar a la esquina en la que nos esperaba ese hermano pequeño con su madre en la chepa, cambiamos de asiento. Treinta metros después de recogerlo, invertimos el cambio para volver a la posición inicial.

Al tirarme a la piscina noté que la borrachera estaba en su máximo esplendor cuando braceé sin eficacia para esquivar un ahogamiento por inutilidad. Observé el resto del entrenamiento desde la grada, deseando que remitiese aquel creciente dolor de cabeza.

Días después, mi madre, mientras hacía la colada, me recordó que ese lunes negro no había sido un delirio imaginado.
-Pow, ¿me puedes explicar qué demonios es este tiquet que he sacado de tus pantalones?

* Hasta aquí es donde llega mi memoria. El resto de la historia la he ido reconstruyendo con los años, gracias a las numerosas veces que la he escuchado en boca de mis amigos.

14 comentarios:

Miada dijo...

Deberías agradecer a tus amigos que te hayan ido contando trocitos de la historia, yo te agradezco que la hayas contado, me he reído un rato...

Un beso.

Bito dijo...

XXXXXDDD

Lo que hubiera dado yo por saber qué demonios hubiera pasado si hubieses asistido a clase de ecuaciones con semejante borrachera.

Por cierto ¿por qué el apodo de tu colega es Salsa? me intriga terriblemente. Así como saber si alguna vez consiguió algo con esa profesora.

Sofía B. dijo...

Menos mal que los amigos siempre están menos borrachos que uno

Anónimo dijo...

no coment.

HELEN -Mamá In Design- dijo...

Muy gráfica tu parte de "estaba borracho como un piojo, expulsando trozos de jamón intactos directos desde mi estómago hasta el sofá"...

Aaaaaaaaaaaaagggggggg

Powwww por favor!!!! son las 8 de la mañana!!!!!!

isterica dijo...

Pues anda que tuvisteis webos de acudir al entrenamiento después de la borrachera. Yo directamente me hubiese quedado durmiendo en el cesped.

elmasmalo dijo...

No nos dejes asi!!! ¿Que es ese tiquet?

elmasmalo dijo...

Ya lo he pillao, es que estoy tonto esta mañana XD

Chan ta ta chan dijo...

Te parecerá bonito, no? así predicando con el ejemplo para que te lea cualquiera y se aventure a tirarse a la piscina borracho de la ostia. Si es que asi no se puede...

Anónimo dijo...

Eso me demuestra que siempre estuviste un poco loco Pow.
Un beso.
Mamen

Pow dijo...

Bito, es uno de esos apodos que a uno ya le llegan sin historia. Así que no tengo explicación para eso. En cuanto a lo de la profesora... ¡Ni de coña!

Darkblue7 dijo...

¿Tan buena estaba la profesora o también era efecto del alcohol?
Así que tu tambien eres de ciencias... que estudiaste? si se puede preguntar... claro

Alnitak dijo...

¡Y cuánto se enorgullece uno años después de haber hecho esas cosas! Y los amigos te miran y dicen: fueron unos años buenos, ¿verdad?

Angus Scrimm dijo...

Me gusta la idea de como una historia se va completando por la interacción de diversas personas que la vivieron desde distintos puntos de vista.
Luego, lo de la borrachera hasta perder el sentido, las lagunas en la memoria por ella, no me parece gran cosa, todo lo contrario, me parece una solución vital algo triste, pero bueno.

Me gusta como has escrito tu experiencia, enhorabuena.

Un saludo