Fernando pinchó una lámina de patata con el tenedor. Tras untarla en la mayonesa levantó la vista y la vio a través del hueco del pasillo. Ella estaba cenando con una amiga. Sus ojos sonreían al compás de sus labios. Estaba tan guapa como él la recordaba.
La había conocido en la madrugada del sábado anterior. Conservaba, entre brumas etílicas, la etérea imagen de aquella mujer de largo pelo negro. Todo lo demás se había perdido en la destrucción neuronal de la borrachera.
Ellas estaban terminando su cena. Fernando pensó en enviarle un postre con intermediario. Aunque sabía que aquella táctica solo funcionaba en las películas americanas. A pesar de ello, se decidió a mandarle el postre. Y una nota.
Hay sabores que necesitan ser degustados varias veces para retenerlos en la memoria. La combinación de la vainilla con la naranja es tan exótica que la primera vez se percibe como un delirio de sábado noche. Pero después uno tiene que volver a experimentar la mezcla irremediablemente.
La improvisación le resultó tosca. Tanto que requirió un súbito empujón de inconsciencia impulsiva para orquestar la maniobra. Esperó impaciente el onírico momento, observando de reojo la sonrisa gemela que subsistía en la protagonista de aquel guión desquiciado.
El camarero se acercó con el postre que acompañaba la misiva. El corazón de Fernando latió con creciente fuerza y agitación. Sus ojos no podían apartarse de la escena. Ella recibió el regalo con un gesto divertido. Tras leer la nota se tapó los labios con las manos y su sorpresa sonrió encantada. Oteó con un giro semicircular que disparaba decididos dardos al aire hasta que uno de ellos se clavó certero en la pupila de Fernando.
-El sábado estabas muy borracho, aunque parece que en ti es lo habitual... -lanzó ella al acercarse.
-Mis delirios de sobriedad son más acuciantes que los de embriaguez -respondió Fernando.
-En realidad yo te conocía hace un tiempo. Te he visto varias veces por el barrio -concedió ella relajada.
-Bueno, yo llevo toda la semana viéndote en mis pesadillas, aunque no sé si eso cuenta -explicó Fernando en tono menguante.
-Lo que no entiendo es cómo te acuerdas de mí -rió ella sin prejuicios-, ya tenías problemas para poder mantenerte en pie.
-No tengo muchos recuerdos de ti, pero te pareces a un conato de novia que tuve hace diez años -respondió Fernando con franqueza.
-Estás hecho todo un conquistador -interpretó ella con un gesto de teatral ofensa.
-Pues deberías irte acostumbrando -sentenció Fernando-, porque a partir de ahora vamos a vernos muy a menudo.
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5 comentarios:
Suena a alternativa peliculera, y siento decirte que sería una de esas que gustan a muchos pero que en el fondo sabemos que no son demasiado creíbles, y no sé si viables.
Los sueños, sueños son.
¿Qué es esto? ¿Te has pasado a la novela rosa?
P.D. Con respecto a tu post de las 75 chicas que has conocido en el último año, por favor dime que fui la nº 69
Era solo una ficción adolescente que se me ocurrió el otro día. Trataba de ser un remedo de una comedia americana de instituto pero a la española...
Uy! Pues a mí me ha encantado, te iba a pedir que contases más!! Se ve que me gustan los libros tipo Bridget Jones, jajajaja!
A mí también me gustó.
¿Serías capaz?
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