01 septiembre 2005

El pavo de Would

Habían llegado al apartamento con la compra para toda la semana. No podían desperdiciar ni un minuto en banalidades el resto de los días. Querían disfrutar cada minuto de su escapada de amigotes en la noche bulliciosa de aquella urbe costera. El piso de alquiler había resultado perfecto, pocos muebles y muchas camas. Guardaron apresuradamente los kilos de pavo, las cervezas y la escasa fruta que le habían permitido comprar a Would.
Se arreglaron a toda prisa y salieron de casa con impaciencia. Su ronda nocturna por las discotecas empezaba con retraso. Después de visitar un par de bares y dar palique a unas cuantas chicas, Would se dio cuenta de que faltaba uno de sus amigos. Seguramente se había perdido con aquel grupo de encantadoras francesas con el que habían estado hace un momento. Menudo bribón estaba hecho. Seguro que no lo veían hasta la mañana siguiente. Terminaron la noche entre risas y juegos, volviendo en eses enlazadas hasta el portal. Ninguno recordaba como subieron hasta el piso, pero a la tarde siguiente cada uno se despertó sobre su cama. Alguien preguntó por el amigo perdido mientras se desperezaban entre monosílabos sobre la noche anterior.
-Seguro que tardamos un par de días en verlo -dijo Would-. Ya sabes que siempre ha sido un cazador nato... -añadió conteniendo la risa.
Se sentaron en la mesa para merendar. Cuando Would abrió la nevera observó los numerosos saquetitos de pavo por todos los lados. Parecía una invasión alienígena de extraterrestres con piel de plástico y corazón de papel. Después de llenar el estómago bajaron un rato a la playa. Se bañaron, jugaron al voley y charlaron con algunas chicas. Esa noche prometía.
Cenaron de nuevo en la mesa y de nuevo se prepararon pavo. Would consiguió comer algo de fruta ante las protestas generalizadas. Tuvo que defenderse argumentando que el pavo había terminado por producirle severas arcadas. Retomaron la ropa del día anterior y se lanzaron a una nueva gymkhana de discotecas. El mismo recorrido que el día anterior. El mismo resultado. Would se encontró a mitad de noche echando a faltar a otro de sus amigos. Era increíble. Allí todo el mundo conseguía ligar. Se consoló pensando que alguna noche llegaría su hora.
La tarde siguiente se levantaron con una brumosa resaca. Would comentó que era extraño que sus dos amigos hubiesen olvidado el móvil en el apartamento.
-No saben nada éstos -comentó uno de los supervivientes-, lo han hecho para que no podamos localizarlos. Se las quieren quedar todas para ellos -terminó entre risas.
Cuando Would abrió la nevera aquella tarde, el pavo parecía haber proliferado. Se extrañó de que todavía quedasen tal cantidad de extraterrestres. Sin embargo, la imagen de dos pavos copulando entre gorgoritos en el interior del frigorífico disipó su inquietud. Se les había hecho tarde, así que la playa estaba descartada, cena rápida y a devorar la noche.
Esa noche Would fue el elegido. Cuando aquel grupo de extranjeras de tez pálida lo abdujo de sus amigos supo que había llegado su hora. Charló con ellas durante más de media hora, mientras sus amigos se perdían en otras desventuras. Una de ellas lo miraba con más interés que las demás, así que Would cargó con toda la artillería. Pasearon por la playa desierta, con una media luna iluminando las olas. Ella lo miraba con ojos codiciosos. Would se sentía fatalmente atraído por aquella mujer espectral. Llegaron al final del paseo en los riscos que encerraban la playa. Entonces ella le cogió de la mano. Conforme las afiladas garras penetraban con facilidad la piel de su pecho, un momento antes de que despedazasen su atónito corazón, Would lo comprendió todo.

3 comentarios:

elmasmalo dijo...

Buen relato, primero pensaba que era en gran parte autobiográfico, aunque luego he visto por donde iban los tiros, jeje.

Prich dijo...

Es lo que tiene veranear en "La Costa de la Muerte", je, je.

would dijo...

Joder, qué mal rollo me ha entrado. Prometo no volver a ligar con francesas.

...ni comer pavo.

(Gracias)