Roca estaba aburrida. Iba a cambiar de trabajo en una semana y no tenía mucho que hacer. Me pidió que le enviase algún relato para evadirse. Después de leer el cuento de El Taller del Señor Otto mantuvimos esta conversación.
R. ¿De quién era la ilusión que hizo sonar el cajajac? ¿De Anna o de Otto?
P. Da igual, ¿qué has entendido tú?
R. No sé, es que tengo miedo de equivocarme. Aún no lo he asimilado bien.
P. No te puedes equivocar, se trata de un cuento.
R. Es que no lo tengo claro, déjame pensar. Lo volveré a leer y ya te diré.
P. ¡Eso es lo bueno! No hay que pensarlo. No es una adivinanza. No hay que volver sobre él. Lo que te haya sugerido la primera lectura es lo que cuenta.
[...]
R. Vale, ya lo tengo claro. La ilusión era de Anna.
P. Me parece bien.
R. Pero, ¿es la respuesta correcta? ¿Es lo que tú pensaste?
P. No, yo pensé otra cosa, pero eso me parece una buena interpretación.
R. Dime de quién era la ilusión, si no siento que no lo he entendido.
P. Está bien, pero no es el objetivo de ningún cuento dar explicaciones. Cuando lo escribí pensé que tanto Anna como Otto compartían la ilusión, así que el cajajac sólo funcionó cuando ambos se juntaron.
R. Pues yo no creo que esa sea una explicación válida... Me parece mucho más creíble la mía.
P. ¡Exacto! Tú lo has dicho mejor que yo.
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7 comentarios:
Yo pensé que alguien se había colado por la noche en el taller, que quizás nos lo contarías en otro cuento.
Según decías en el anterior post, el cuento no es tuyo, así que tienes razón en que no eres quién para sentar cátedra :-{P}
Anda, que si os cuento mi conclusión acerca del cuento...
Yo no suelo buscarle explacaciones a los cuentos. Los siento, los dejo crecer dentro y que me llenen. Los saboreo, los dejo navegar por mi imaginación el rato que quieran y después quedan flotando en mi memoria... y si quieren se quedan a vivir allí con los demás.
Una vez me pasó algo similar. Conté a alguien un cuento que tenía en mente escribir, y el cuento, que es de miedo, tiene un final abierto. Pues bien, cuando lo terminé de narrar la persona esperaba a que siguiera, yo dije que ahí terminaba y la tia me agarro de la pechera y me dijo que cómo demonios continuaba. A mi me dio la risa y le dije que ni siquiera me lo había imaginado. En fin, después de reírse ella me dijo que no era justo.
A veces pasan esas cosas, que uno busca en los cuentos algo que ni el propio escritor puso, y eso es lo bonito, que la literatura sea de dos, del que escribe y del que interpreta. Hay un muy buen cuento de Cortázar que te deja así, cagandote en el escritor.
En fin, al fin y al cabo Misery fue un hecho real.
Para mi los cuento son maravillosos, una puerta de escape a la triste o alegre realidad, depende como la veas, sim embargo, tristemente, nunca dejaran de ser eso, cuentos.
Empiezo a pensar que conseguí mi objetivo con aquel cuento... Hay tantas interpretaciones como personas.
Txetxu, hay muchos cuentos cotidianos que pasan desapercibidos. Basta con observar. ;-)
Algo parecido me dijo Fernando Lalana cuando le pregunté por el final de "Morirás en Chafarinas" ¿Por qué va a ser más importante lo que piense el escritor cuando lo escribe que lo que piense el lector cuando lo lea? Que un relato, cuento, novela, etc. se pueda interpretar de mil formas lo convierte en maravilloso. Si no, fíjate en El Quijote. Seguro que Cervantes no le dio tantas vueltas como sus estudiosos. Lo mismo ocurre con la mayoría de libros que luego pasan a ser clásicos.
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