08 julio 2005

Añoranza

Recordaba a menudo la estampa de mi abuelo. Un hombre alto, apuesto, con ojos verdes y bigote soñador. Siempre que el concepto de galán abordaba mi mente, el recuerdo de aquel hombre bohemio me recorría por completo. Lo había llegado a adorar en vida y ahora, una vez muerto, lo idealizaba.
Era mi mito particular: un hombre lleno de sensibilidad, centrado en sí mismo y seguro de sus recursos. Había sido un conquistador certero, uno de esos hombres que sabe mirar a una mujer y capturar su corazón. Sin embargo, yo estaba seguro de que su corazón, como el mío, sólo estaba relleno de un gran vacío. Una búsqueda jamás completada de algo que no existía. La necesidad de metas imaginarias, irreales, de esas que uno nunca llega a alcanzar, a veces que ni si quiera se vislumbran.
Él había sido un fumador empedernido, cogía el cigarrillo con naturalidad y lo llevaba a sus labios mientras un gesto ausente, de satisfacción, cruzaba su cara. Era lo máximo que podía pedir a la vida: unos instantes de soledad, perdido en su mundo interior, olvidando la vida. Si algo aprendí, y admiré, de mi abuelo fue precisamente esto. Su capacidad para desligarse de todo, para dedicarse unos minutos de tranquilidad, un precioso momento de paz.
Sin embargo, yo nunca tuve su arte, su embaucadora creatividad. Ese don innato que lo hacía diferente. Él siempre se supo especial, único. Manifestaba a través de sus pinturas una percepción delirante del exterior. Definía claramente la barrera que lo separaba del mundo. Tenía ese toque de genialidad que le permite a uno reconocerse hombre por sí mismo. Yo nunca lo tuve. Siempre fui alma errante. A pesar de todo, sabía que mi abuelo tampoco era capaz de sentir y eso me reconfortaba en cierta manera.

Mayo 1997 - Parece escrito ayer

4 comentarios:

HELEN -Mamá In Design- dijo...

Supongo que los hombres de aquella época eran especiales por lo que tuvieron que vivir, me has recordado muy mucho a mi abuelo con esta historia,que parece cortada con el mismo patron... De mi abuelo recuerdo su seriedad, su inteligencia y su elegancia. Un hombre muy alto, superguapo, siempre vestido con traje y corbata... un ser encantador con un carisma que dejó huella.

Anónimo dijo...

Mi abuelo también era mi héroe y en cierta manera lo sigue siendo.
Para su hija fue un 'verdugo'.
Esta dualidad siempre me ha quemado bastante.

El mío se parecía más a De Vito que Vincent Price.

Anónimo dijo...

es esencial tener una imagen tan clara de los familiares que queremos. de las personas.

en algún momento, quizá más adelante, si es que ya no ha sucedido... conectarás con alguna otra parte de él... y verás que eres como el. aprenderás a fumar y desconectarte del mundo. aprenderás a no sentir.

es tu abuelo, irremediablemente.

*

PD: es impresionante el ritmo al que posteas... me pregunto si a mi me ha pasado lo mismo, y no me he dado cuenta.

Pow dijo...

Carlos, sabes que no puedo seguir tu ritmo... ;-)
Ahora pienso en cerezas.