06 enero 2008

La ignorancia del devenir

Imagino que hace unos cientos de años un hombre no era capaz de percibir cambios culturales a lo largo de su vida. Los hijos perpetuaban la existencia de los padres incorporando ligeras variaciones que no suponían una ruptura brusca en la línea temporal. Las generaciones discurrían tranquilas hacia un horizonte difuso y lejano, como si la importancia de lo que vendrá fuese velada por la urgencia de lo que existe.

Hoy se vive menos en el presente, las proyecciones de futuro ocupan un espacio tan real como los propios sucesos diarios. Los hijos tienen una vida muy diferente a la que tuvieron sus padres. Incluso una misma persona evoluciona su manera de vivir a lo largo de una única vida. La realidad aparece perecedera.

Tomemos el ejemplo del cine. La tradicional forma de difusión de este invento reciente agoniza. Tal vez, los que rondamos la treintena, seamos la última generación capaz de valorar la experiencia de ir al cine. En los próximos años, si es que no se ha hecho ya, alguien reinventará el medio para secuestrar a los jóvenes de los archivos digitales proyectados en monitores de ordenador. En dos o tres décadas el cine será algo tan distinto a lo que aprendimos que deberemos volver a aprenderlo.

¿Qué ha provocado esta vorágine de cambios vitales incesantes? ¿Quién dirige la evolución de nuestro pensamiento? Nuestra cultura, la de los ciudadanos del Primer Mundo, se forma a través de impulsos de creatividad surgidos en cualquier parte del planeta y difundidos de manera instantánea. Aunque todavía puedan detectarse las diferencias existentes entre un ciudadano londinense y un habitante de Parla, dudo que en un futuro no demasiado lejano -quizá tan solo tengamos que esperar a la vuelta del siglo- la personalidad de las culturas se perciba de un modo evidente.

Quizá esta sensación de convergencia hacia la unicidad de pensamiento sea únicamente un pálpito incoherente, pero he sentido que cada vez nacen menos líderes y más seguidores. Y es que un mal sueño, lo puede tener cualquiera.

3 comentarios:

humo dijo...

No entiendo como, pero te he encontrado después de meses visitando a la bruja sin éxito.
No entiendo nada, pero no me importa: qué contenta estoy, joder.
Yo también tuve un blog que abandoné sin más, pero hasta el momento no me he atrevido a regresar a él.
Feliz 2008, Pow.

humo dijo...

Por cierto, éstos son tiempos de grandes avances tecnológicos, y nos traerán necesariamente cambios en las ideas: creo que se está avanzando a la misma velocidad en el terreno de la Ética y de los Derechos Humanos, y ciertos cambios son irreversibles.
Aunque se llegara a una dictadura mundial, o algo semejante, se acabaron mitos que han durado milenios, axiomas que sustentaban un orden social mucho más injusto que la más débil de las democracias actuales... ¿qué líder actual puede negar la igualdad de todas las personas si quiere ser tomado en serio?...
No creo hoy que sea posible, en el mundo desarrollado, un Hitler, por ejemplo.
Quizá soy una ingenua optimista.

Pow dijo...

La peor de las dictaduras es la autoimpuesta, la que no necesita de la figura del dictador para perpetuarse.