31 enero 2008

Improvisando imprevistos

Por las tardes camino durante 45 minutos para llegar desde el trabajo hasta mi casa. Durante el trayecto suena una demagógica terturlia radiofónica en los auriculares de mi teléfono móvil. En el primer tramo hago cuatro paradas mientras espero en los semáforos, pero después suelo terminar el paseo sin interrupciones. La continuidad de la cadencia y el soniquete de los diálogos provocan que mi conducta se transforme en la de un corredor de obstáculos.

Reduce el paso mientras giras a la derecha. Mueve la cintura para esquivar el bolso. Cruza a la acera de enfrente para alcanzar la luz verde del semáforo de la avenida. El viandante se va a parar, vira de emergencia sobre tu pie izquierdo.

Como cualquier lógica resulta ajena a ese estado de abstracción, hace algunos días no pude evitar la trasera de un coche que realizó un frenazo brusco sobre un paso de cebra. Si el conductor hubiese finalizado la maniobra que tenía prevista, hubiese pasado por detrás del coche sin problemas. Sin embargo acabé propinándole un sonoro rodillazo en mitad de la aleta. No hubo desperfectos ni lesiones, por lo que el incidente tampoco deparó más que una mirada sorprendida y una disculpa distraída.

Cuando llegué a casa, sin apenas haber registrado el suceso, me pregunté qué hubiera pasado si la aleta hubiera resultado abollada. Las aseguradoras todavía no han desembarcado en el inexplorado mundo de la seguridad peatonal, por lo que hubiese tenido que abonar la reparación de mi bolsillo.

Esta conclusión generó un telar de divagaciones mentales que ahora he olvidado pero que en aquel momento me parecieron de una trascendencia sin parangón. Y estas líneas me han hecho reflexionar acerca de lo especializado que está mi cerebro en dispersar pensamientos laterales sin conexión. El día en que a los investigadores les dé por estudiar los efectos de la disipación mental de la energía donaré mi cuerpo a la ciencia.

4 comentarios:

susej dijo...

Ciertamente la tertulia debió afectarte.

humo dijo...

...El día en que podamos tirar de los múltiples hilos, entretejerlos conscientemente y luego contemplar el dibujo sin que se nos escape...

Sofía B. dijo...

Con que dones la cabeza va a ser suficiente :o)

Mandarina azul dijo...

Yo también estoy dispuesta a donarlo con ese fin. ¿Me avisarás, entonces?

Y una cosa. Como un día me pidan una indemnización por abollar una aleta mientras voy por la calle pensando en tus disipaciones, te pediré responsabilidades. :)

¡Un beso, Pow!