17 septiembre 2006

Reencuentro

Hacía tiempo que no coincidíamos. Estuve con él ayer por la noche, en la playa. Se había remangado los pantalones y la camisa desafiando el frescor de la noche. En su boca las risas y las palabras se turnaban sin descanso, despellejando a cualquier incauto que tuviese la poca prudencia de apreciar sus provocaciones.

En un momento de la velada, el perro le rozó con el hocico. Él lo miró divertido, con ojos que traslucían maquinaciones, y comenzó a encorrerlo en círculos mientras lo azuzaba con voces desbocadas. Tras un genuino concurso de ladridos sin vencedores ni vencidos, lo siguió a la carrera por la playa. Y cayó rendido al suelo, boqueando, sonriendo satisfecho de sentirse al fin derrotado.

Más tarde, el pirata lo levantó en vilo abrazándolo por detrás. Él se retorció en la arena emulando a Meg Ryan en un teatrillo de orgasmo mal fingido, pletórico y extasiado por el zarandeo.

En ocasiones se iba a mear lejos del círculo alrededor de la hoguera, solo porque quería sentir la firmeza de la acera bajo sus pies descalzos. O se quedaba muy quieto, en silencio, abstraído en las olas, en las estrellas o en las luces de los barcos anclados en la costa. Como si necesitase reponer fuerzas cada cierto tiempo.

Su empeño en hablarle a la inglesa en inglés era innegociable, supongo que lo hacía porque era lo que le parecía más natural. Aunque ella le insistía una y otra vez en que le hablase en español, él no podía hacerlo. No sabía hacerlo. Para entonces ya tan solo era capaz de seguir su propia lógica difuminada.

Viéndolo allí, rodeado de dragones de todos los colores, disfrutando de cada instante de la noche como si el tiempo estuviese amenazado de extinción, me lo imaginé como un espíritu libre. Me recordó que, a veces, la felicidad solo consiste en asesinar la importancia, en que la libertad no sea vendada.

A la vuelta lo dejamos entrar en casa esquivando su súbita embestida a lo miura. Se quedó en el recibidor mirando sus pies cubiertos de arena con cara horrorizada, mientras gritaba entre carcajadas: ¡Parezco un puto hobbit! Y entonces se apagó, se durmió y descansó. Y nos dejó descansar a los demás.

Me ha encantado volver a ver a ese loco travieso. Estar a su lado me hace sentirme feliz.

11 comentarios:

Wanda◦○ dijo...

Tiene que ser por fuerza una persona especial, a mi tambien me ha hecho feliz solo con leer tus letras dedicadas a él ;0)

ORACLE dijo...

aprender de actitudes tambien puede entrar en el menu del día.

isterica dijo...

Parece una felicidad relajada. Como un respirar hondo con los ojos cerrados.

elmasmalo dijo...

Toma nota, compañero, de esa persona que nombras.

Isthar dijo...

A mi también, es sin duda alguien especial :)

terminus dijo...

Además de travieso, está un poco loco... afortunadamente.

Un Abrazo

Anónimo dijo...

Uff... me ha cansado tanta hiperactividad. ¿Hace un desayuno nutritivo?

Para, creo que voy a vomitar dijo...

Tiene que haber gente así para compensar la parsimonia de otras y limar los barrotes de la cárcel que es la vida para mucha otra gente. Al menos para mirarlo y saber que no todo está perdido...

Azena dijo...

a veces tus letras me transportan y a la vez me hacen lamentar no vivirlas más de cerca... ésta es una de esas veces...

libertad dijo...

La felicidad es tan a pequeños sorbos, que cuando llegan esos momentos hay que estar atentos para percibirlos.

Besos.
Lugar interesante

Darkblue7 dijo...

"Me recordó que, a veces, la felicidad solo consiste en asesinar la importancia"
Por encima de todo el texto (genial, como siempre... pero no te lo tomes en serio que luego te lo crees :P) me quedo con esa frase, me ha parecido genial