28 marzo 2006

De cara al público

La frustración exalta la inquietud que siento rondar las ventanas de mi mirada. Si comprenderse es un proceso tan extenuante como impreciso, el mecanismo de expresión introduce aún más incertidumbre en el mensaje.

Ocurre que en ocasiones pierdo la paciencia y estallo en una pataleta infantil descontrolada. Pero conservo el sentido del humor necesario para observarme con una sonrisa pícara. Quizá resulte imperceptible, pero mi innata perspetiva socarrona se escapa entre cada una de mis construcciones.

No hay tristeza en mi corazón. El espíritu crítico con el que embadurno mis reflexiones se origina en la juguetona rebeldía de mi inconformismo. Ella, la estereotipada como la mujer de mi vida, nunca ha existido en mi pensamiento. Pudo ser cualquiera la que desencadenase esta sucesión geométrica de devaneos morales. Tan sólo se trata de mí.


Busco el sentido de lo que me mantiene con vida. Me niego a pensar que seamos meras máquinas en oxidación. Vivir ha de ser algo más que extinguirse.

Disfrutar de la vida, la felicidad y la sonrisa no son objetivos que puedan justificar una conciencia. La evolución personal ha de producir y crear. Construir vida, no consumirla. La ilusión del conocimiento, la experimentación y la percepción es lo que impulsa cada uno de mis días.

Momentos de sentido. Es lo que todos buscamos. Cohesionar pedazos que formen algo nuevo. Algo diferente. Algo que nos complete y nos haga sentir una parte de otro algo. Encajar.

De eso es de lo que trataba toda la paranoia del fin de semana. De no desperdiciar momentos. De vivir y no deambular quemando naves.

Aunque sea cierto que observar la lucha de un niño por desenvolver un caramelo haga que estar aquí merezca la pena, hay personas que necesitamos algo más para justificar el mundo.

7 comentarios:

terminus dijo...

A otros nos es esquivo encontrar ese sentido. Otros sólo encontramos la vida como una sucesión monótona de dias... iguales...

isterica dijo...

¿Sabes lo que necesitas? Tener un hijo. Entonces focalizarías todas tus energías y tus observaciones sobre él y dejarías de ser el centro de tu universo. Pasaría a ser tu hijo el centro de todo y así dejarías de preocuparte por vanalidades.
Si me como un plato maravilloso en un restaurante, me dedico a disfrutarlo, no lo voy analizando, ni siquiera busco las palabras con las que describirlo.

Ashavari dijo...

coincidencia de pensamientos...

Isthar dijo...

No siempre hay justificación como casi nunca hay un sentido real.

Todo depende de puntos de vista y perspectivas...

Unknown dijo...

....más que nada te diría que un mal momento lo atraviesa cualquiera, pero si la soledad es lo que te preocupa o inquieta, la búsqueda de conqué llenarla no suele ser muy placentera.... a menudo cuando se quiere compañía, y se busca, se suele encontrar la que no se quiere, y precisamente la que se busca se encuentra cuando menos la necesitas.... es entonces cuando ese ojo crítico debe abrirse concienzudamente y decidir dar un paso más allá, hacia adelante, y tomar la ruta alternativa....

ORACLE dijo...

que dificil discernir en lo que es un momento trascendente y uno que no lo és. por si acaso no desprecie ninguno y de una simple siesta sepa sacarle toda su necesidad. andamos a veces demasiado condicionados por la sociedad del consumo y parece que todo sea consumir, hacer...
puede que tengamos que parar un momento y saber darle la importancia que merece una simple puesta de sol, una tarde lluviosa de contemplación tras la ventana...

Para, creo que voy a vomitar dijo...

Está bien eso de no conformarse. Vivirás las victorias más plenamente, y los fracasos (todos los tenemos) más estruendosamente.

Yo sé que en los pequeños detalles está lo grande. Pero también busco el "más dificil todavía", la magia. Afortunadamente la encontré, por eso ahora me dedico a disfrutar de las cosas pequeñas (no malpienses, eh :P jajaja)