12 febrero 2006

Planeando

Max salió de casa el domingo por la mañana con decisión. Pasaría por casa de su hermana para devolver los veinticuatro kilos de congelados que le había custodiado durante una semana. Después conduciría hasta la gasolinera para lavar el coche, comprobar la presión de los neumáticos y repostar. Para terminar, se acercaría a comer con sus padres a las dos en punto. Una hora y treinta y siete minutos de momentos bien estructurados. Un plan perfecto.

Colocó las dos bolsas de comida rígida envueltas en una manta en el maletero, tratando de no tiznarse con la espesa capa de polvo que recubría la parte posterior del coche. Tras accionar el contacto con la llave, comprobó que no tenía gasolina suficiente para llegar a casa de su hermana. Aquello le obligaba a variar el orden de sus planes. Pensó que los congelados aguantarían en el maletero. Hacía frío en la calle.

Cuando llegó a la gasolinera, la larga cola de coches en el autolavado lo desanimó. Decidió echar primero gasolina, esperando a que esa fila mermase durante aquellos minutos. Aunque aquello implicase otra pequeña variación en los planes.

Apuró las últimas gotas del surtidor moviendo el culo del coche con rítmicos empujones de su cadera. 49,00 euros. Perfecto. Una cantidad redonda. Se acercó silbando al mostrador preparando su tarjeta de crédito y su carnet.

***

Luis había sido ascendido a inspector. Por fin iba a olvidarse del aburrido papeleo de burócrata gris de los últimos años. A partir de ahora se centraría en las investigaciones policiales de casos reales. Había estudiado muchos años. Merecía aquella oportunidad. Su primer caso era un maltratador crónico. La desaparición de su ex mujer había disparado las alarmas de la familia. Lo habían visto llegar a la casa de la supuesta víctima la noche anterior en su coche. Por la mañana ella había desaparecido. Todo apuntaba a que ese cabrón la había secuestrado.

Lo encontraría. Y le haría pagar por ello. Le iba a poner en su sitio a ese desalmado. Estaba condenado. No tenía escapatoria. Por algo Luis había sido el alumno más aventajado de su promoción y uno de los inspectores más jóvenes del país. Para ser el mejor instrumento de la justicia. Para aleccionar al malvado. Para limpiar las calles de sucias comadrejas.

***

-No pasa -le informó la dependienta con un chasquido-. Lo intentaré en el otro lector... No, no pasa. Dice operación no admitida -aclaró interrogando a Max con la mirada.

Max buscó en su cartera vacía, recién saqueada en la noche del sábado.

-Pues no llevo efectivo -comenzó con tranquilidad-, ¿cómo lo podemos solucionar? ¿Hay algún cajero por aquí cerca?
-No, tendrás que bajar hasta el campo de fútbol, pero... ¿no puedes pagar de otra manera? ¿No tienes otra tarjeta? -insistió la cajera algo nerviosa.
-Lo siento, pero no. Es mi única tarjeta. ¿Te dejo aquí el coche y voy a buscar dinero? -se ofreció afable Max.
-Está bien. Déjame el DNI -respondió seca la cajera-, anotaré tus datos...

Max aparcó el coche frente a la ventana del mostrador y se fue andando hacia el cajero. ¿Por qué se le habría ocurrido ir a repostar a la gasolinera más alejada de un cajero de toda la ciudad? ¿Aguantarían bien los congelados?

En la puerta del cajero se cruzó con una señora que salía negando con la cabeza.

-Siempre pasa lo mismo -se quejaba-, los sábados por la noche todo el mundo a sacar dinero y el domingo no hay manera de encontrar un cajero disponible -remató con una sonrisa resignada.
-Disculpe, ¿sabe dónde hay otro cajero aquí cerca? -respondió Max a la observación.
-¡Uy!, hijo, el siguiente está ya bajando hacia el centro. Por aquella calle.

***

Max caminó diez minutos más hasta el segundo cajero. Esta vez tuvo suerte. Había dinero y su tarjeta funcionó sin rechistar. Sacó cien euros, cincuenta para la gasolinera y otros cincuenta como provisión ante nuevos renuncios del plástico.

Mientras caminaba de vuelta a la gasolinera pensaba en que debía haberse cambiado de ropa por la mañana. Todavía olía a humo, bar y cerveza. El hecho de no haberse duchado tampoco ayudaba a que su imagen resultase respetable. Quizá fuese eso lo que había asustado a la cajera.

Los planes ya se habían deshecho en su totalidad, pero estaba creando un nuevo argumento en el que dejaba a toda velocidad los alimentos en casa de su hermana y encajaba una ducha antes de la comida con sus padres. Si no había más contratiempos era un futuro factible. Treinta y siete minutos. Un plan perfecto.

Llegó a la gasolinera una hora después de haberse marchado. Al lado de su coche había un par de policías. La cajera les estaba dando explicaciones y uno de ellos anotaba en su libreta. Max levantó la mano para hacerse ver. La cajera tomó por el brazo al agente y lo señaló con el dedo.

***

El coche había sido visto aparcado en una gasolinera. Estaba de suerte. Luis llamó a su compañero Pedro y salieron pitando hacia allí. La luz de la sirena y su sonido los acompañaron durante todo el trayecto.

Allí estaba. La matrícula y el modelo coincidían con los datos suministrados por la familia. Solo se trataba de esperar a que apareciese el conductor. Interrogaron a la dependienta. Les explicó que el coche pertenecía a un joven desaliñado que no había podido pagar. Les dijo que seguramente no tenía dinero y que había abandonado el coche allí. Les contó que olía mal y que tenía unos ojos extraños y rojos, que no creía que fuese un tipo de fiar.

Las piezas encajaban sin rebabas. Su primer caso. Y lo iba a resolver en tan solo unas horas. Luis estaba exultante. Deseando que llegase aquel indeseable para poder cerrar el caso. Todo estaba saliendo a pedir de boca.

***

-Buenos días -saludó Luis el policía-, ¿podría enseñarme su documentación?
-Buenos días -devolvió Max un poco perplejo-, sí, claro. Espere un segundo...

Max sacó sus carnets y se los entregó al policía. Luis fue hasta el coche con la documentación mientras Pedro el compañero no quitaba ojo a Max. La cajera aprovechó para fortificarse detrás del mostrador. Las miradas asustadas que lanzaba de vez en cuando resultaban inquietantes. Max comenzó a pensar que sus planes estaban cambiando en ese momento.

-Va a tener que acompañarnos a la comisaría -le dijo Luis con firmeza-, no podemos comprobar en este momento sus datos, pero tenemos razones para sospechar de usted. Abra el maletero, por favor -ordenó con sequedad.
-¿Disculpe? -soltó Max extrañado-, me podría decir por qué. Traigo el dinero para abonar a gasolina...
-No se trata de eso, por favor, abra el maletero -insistió el agente.

Durante la conversación Pedro había rodeado el coche y se llevaba la mano a la cintura con disimulo. Max pensó que aquellos tipos estaban locos. ¿Para qué querría ver el maletero aquel policía? Se resignó a hacer lo que le decían y accionó el mando que abría el portón. Cuando se iba a acercar a levantarlo, Luis lo retuvo y le hizo un gesto a su compañero.

El segundo policía se acercó con cautela y empujó la tapa del maletero con cuidado. Al abrir el proceso de deshidratación de los congelados emanó un fuerte olor a carne. El policía se cubrió la nariz con la mano.

-¡Es él! -gritó a su compañero- ¡Inmovilízale!

***

En un santiamén Max se vio esposado, con su torso apoyado contra el capó del coche y el lado derecho de su cara aplastada sobre cuatro centímetros de porquería formada por barro y conglomerado de insecto triturado. Pedro pedía refuerzos por teléfono móvil. Luis lo apuntaba con el revólver sin pestañear. La gente de la gasolinera comenzó a observar el espectáculo interesada.

-¿Me pueden explicar qué pasa? -exigió Max en estado de estupefacción- ¿Qué he hecho? Por el amor de dios...

Los policías ignoraron su petición y siguieron haciendo llamadas. Max no se atrevía a moverse. No entendía nada de lo que decían. Había gente rodeando la escena, cuchicheando chismes y juzgando a uno de esos tipos que eran merecedores de ser detenidos por la policía.

-Coge la documentación de la guantera, Pedro -dijo el policía-. Vamos a ir comprobando el número de bastidor...

Pedro sacó los papeles de la guantera y se fue hacia el coche. A mitad de camino se paró. Estuvo unos segundos en el sitio y volvió hacia el primer policía.

-Creo que nos hemos equivocado, Luis -susurró sin convicción-. Ésta no es la matrícula...
-Que sí, hombre, mírala bien. 6998 BNX.
-No, aquí dice 8998 BNX.

Los policías se acercaron a la trasera del coche. El polvo de dos centímetros de espesor cubría toda la culera. Pedro sacó un pañuelo y limpió la placa de la matrícula.

-¡Joder! Este no es el tío que buscamos... ¡Me cago en la leche!

***

Max seguía sin entender la situación. Un par de coches de policía habían llegado a la gasolinera. Seis agentes discutían a cierta distancia, sin que él fuese capaz de oírlos. Tras la conversación, Pedro se acercó, le quitó las esposas y lo incorporó.

-Disculpe, señor -entonó cortés-, le habíamos confundido con otra persona. Su matrícula es bastante parecida y su descripción también. Además, la cajera de la gasolinera nos ha dicho que olía usted a muerte -se justificó el agente-. Luis está bastante cabreado por todo el numerito que hemos montado, así que vamos a multarle por no llevar la matrícula en condiciones -terminó con un gesto de disculpa.
-¿Me van a multar porque se han confundido? -exclamó Max incrédulo- ¡Eso no es justo!
-No lo será, pero aquí tiene usted. Son 100 euros, si los abona ahora le aplicaremos un descuento del 40%. Tenga un buen día.
-¡Coño! Esto es una mierda... Tome su cochino dinero. Ya presentaré una denuncia en la comisaría. Esto ha sido un atropello -bramó Max fuera de sí-. Vaya mierda de cuerpos de seguridad...

Cuando la policía se fue, Max se acercó a la cajera. Tenía medio rostro cubierto del polvo del capó. Su cazadora estaba llena de porquería. Y en sus ojos había una determinación implacable.

-49 euros, señor, disculpe el malentendido -murmuró avergonzada la cajera.
-Sí, claro. Tome... ¡Mierda! ¡Joder! Sólo me quedan 40. Es que soy idiota -explotó Max-. ¡Ale!, quédese mi coche otro rato que voy a darme otro paseíto... ¡La ostia puta en vinagre!

***

-¿Mamen?... Sí... Que bajes a buscar tus congelados a la gasolinera de Casablanca.... Ya te contaré. Y trae 9 euros... Sí, pueden venir los niños. Se reirán de su tío bitonal... No preguntes... Ahora te lo explico.

***

-¿Mamá?... Que no iré hoy a comer.... Ya sé que debería haber estado allí hace un rato... No, no voy a ir... Pues a veces los planes se trastocan, ¡qué le vamos a hacer!... Y no, no me pasa nada. Adiós.

23 comentarios:

Isthar dijo...

Dime que esto te ha pasado hoy y prometo dedicarme a partir de ahora a tomar nota de cuantos acontecimientos te rodean para escribir tus memorias :)

Si es que el problema es que no se puede ser tan cuadriculado y hacer tantos planes, porque la vida ya se encargará de desmontártelos ;)

Nada como la improvisación, porque a mi estas cosas no me pasan y va a sr por eso (lo de que no tenga coche ni tenga pinta de sospechosa también ayuda, por supuesto)

Pow dijo...

Digamos que está basado en hechos reales, pero no tiene cualquier parecido con la realidad...
Y seguiré haciendo planes cuadriculados. Lo llevo en la sangre ;)

Lydia dijo...

La propia vida acaba destrozándote siempre los planes. Está claro.

Te reconocí por los congelados de posts atrás pero, conforme la historia iba retorciéndose, rezaba para que no fueras tú.


Me ha gustado mucho este texto.

Besos :)

Prich dijo...

¿Y la parte donde a golpe de porra le hacen confesar a Max la autoría de un crimen que no ha cometido dónde está? :-)
Ains, aún no sé por qué tienes ese coche, si sólo te da problemas y multas...

susej dijo...

Lo bueno de hacer planes es para modificarlos sobre la marcha

Raist dijo...

Esto solo puede ser producto de una mente enferma y resacosa...

Buttercup dijo...

Juaujaaa, prefiero pensar que ocurrió así, menuda anécdota.

isterica dijo...

Jajajajajajajaja!!!! Yo ya me hubiese desesperado al tenerme que ir al quinto pino a por dinero. Menos mal que no tengo coche. Bueno, y que soy mujer que no es por nada pero, seguro que me hubiesen tratado mejor.

Anónimo dijo...

Un relato impecable y que atrapa hasta el final...
Parece basado en el refrán: El hombre propone y Dios dispone...
Bicos.

Anónimo dijo...

Vaya pasada, la vida de Max es pura adrenalina. Supongo que sus sobrinos no comieron croquetas ese día.
Y espero que realmente ningún policía te pegara la cara contra el coche. Al menos, no si está tan sucio como lo está el mío... Me lo imagino y... buah!
Un relato fantástico.
1beso!

Azena dijo...

¿basado en hechos reales? carne de memorias, como dice isthar, o una imaginación como la copa de un pino...

un relato perfecto.

Anónimo dijo...

Yo lo de los planes perfectos como el tabaco,
lo estoy dejando.

muy bueno el relato

Esther dijo...

Dorian, está muy bien.... otro post así y caigo a tus pies..

ORACLE dijo...

excelente guion para un corto...

ORACLE dijo...

excelente guion para un corto...

Unknown dijo...

....demasiado bueno para ser verdad.... XDDDD ....

Ella dijo...

Empiezo a divagar sobre la pequeña sensación que me provoca el saber que cualquier cosa pasada puede explicarse.

Creo que es usted una de las pocas personas capaz de describir lo indescriptible. Aunque no me haga mucho caso, siempre creo cosas.

Anónimo dijo...

Y no veas lo gracioso que es que te pidan la documentación justo cuando tú acabas de perderla... Y rezas para que, cuando les digas tu número de d.n.i. no crean que les estás vacilando. Aprovecho para ponerme reivindicativa: Que prohíban de una vez los números de d.n.i. absurdos!

Anónimo dijo...

Qué historia dorian, la próxima vez que viajes yo de copi ehh¡!, que tu no sabes lo que me gustan a mi las aventuras "ajenas" vistas en primera linea.
Desde luego, contigo no se aburre nadie en carretera. Y ¿te llega el sueldo para multas?
Un buen relato dorian.
Un beso.
Mamen (la que tiene los congelados)

would dijo...

Te ha faltado la introducción de la cajera, una mujer con problemas con las drogas, madre de dos hijos, y a la que su madre nunca enseño a hacer pollo al chilindrón.

Confirmo que estoy fatal de lo mío porque siempre voy a contracorriente.

Iván dijo...

Inquietante situación, por un momento pensé que iban a llegar a las manos (o pistolas) en un momento de indecisión. Lo que son las casualidades (o los errores de vista o las ganas de ver lo que no es).

Sortilegio dijo...

Me he puesto muy nerviosa pensando en los congelados, de los nervios cuando no había cajeros, me he cagado en el policía por hacerte pagar la multa y me imagino el olor de Max con la resaca Ajj! Menuda manera más estresante de empezar la mañana ostia!

Anónimo dijo...

Denuncia de la cajera, multa del policía, disgusto de mamá y bronca segura de la hermana que se pasará tres días cocinando los ¡24 kilos de descongelados!
Y es que a veces nos las dan todas en el mismo carrillo.
Me ha gustado mucho.