Cuando nos examinamos desde fuera clasificamos nuestra naturaleza de acuerdo a una escala de deseabilidad. Colocamos arriba lo que nos enorgullece y descendemos peldaño a peldaño hasta lo detestable. Aunque el rechazo nos haga caer en la tentación de enajenar algunos de los escalones más bajos.
Observarse a uno mismo comporta sus riesgos. Nietzsche nos enseñó que cuando uno contempla durante mucho tiempo el interior de un abismo ha de ser consciente de que el abismo también está contemplando su propio interior. Tenemos la obligación de aceptar ese monstruo objetivo, de reconocernos. Nuestra naturaleza es perdurable e inmutable.
Dos extraños amenazan el equilibrio de esta observancia aprobadora. La autocomplacencia y el otro.
La aceptación no debe nublar nuestro discernimiento entre naturaleza y hábito. Podemos variar nuestros hábitos y debemos hacerlo cuando nos generen repulsa. Nuestra naturaleza no la podremos variar jamás.
La mirada del otro nos invita a escamotear lo rechazado. Nos mostramos como queremos mostrarnos y eso implica una huida de lo detestado. El disimulo está en nuestra naturaleza, pero no debemos olvidar aquello que ocultamos porque existe. Aunque el otro no lo vea.
En esta esfera lo bueno y lo malo se mezcla en nuestras palabras en ausencia de la alienación física del otro. Es lo que nos suministra un reconocimiento más nítido de nosotros mismos.
Tanto aquello de lo que huyes como aquello por lo que suspiras está dentro de ti.
A. de Mello
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2 comentarios:
Y así es como uno no puede huir de sí mismo....porque siempre te encuentras tarde o temprano.
Y a veces cuando te contemplas ves el abismo, ya que en el proceso de la observación la subjetividad tiene un gran peso, y nuestro estado de ánimo deforma cómo nos vemos, no lo olvides...
Mirarnos, ser capaz de reconocernos y aceptarnos, asumir todo lo que somos, lo que nos parece bueno y malo (porque puede no serlo a ojos de otros, no dejan de ser cualidades a las que damos un valor completamente subjetivo)... y salir al mundo sin máscaras, sin artificios, sin disimulos, sin buscar una imagen ni pretender un falso reconocimiento... sólo siendo nosotros mismos, con todas sus consecuencias.
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