19 julio 2005

Oscuridad

Cuando era niño había muchas cosas que me atemorizaban: la oscuridad, los truenos, la soledad... Supongo que todo aquello eran emociones normales para un crío de cinco años.
Sin embargo, había algo que me asustaba más allá de lo controlable, algo que me infundía un terror paralizante, como si el mundo hubiese dejado de funcionar y no fuese a volver a hacerlo jamás. No era un temor concreto, era más bien una sensación de inseguridad, de miedo a lo anormal.
Recuerdo que la primera vez que sentí esta zozobra fue la noche de mi sexto cumpleaños. Me desvelé sin saber cuál era la causa de ese súbito despertar. La noche era cálida y las sábanas me habían hecho sudar. Me levanté de la cama para ir al baño agitado, con la insistente sensación de que alguien me estaba observando. Quise descartar esta idea, hacerme el valiente. Por ello decidí comportarme como si eso no me mirara. Caminé en la oscuridad por el pasillo y eso me seguía, acercándose a mi espalda cada vez más.
Cuando entré al baño y encendí la luz, eso se quedó esperando fuera, agazapado entre las sombras. Me tomé con calma el asunto y, tras lavarme las manos, traté de convencerme de que allí no había nadie, de que la oscuridad no era más que eso: oscuridad.
Emprendí el camino al cuarto algo intranquilo, repitiéndome una y otra vez que no había nadie clavando su mirada en mi nuca. Cada paso que daba sentía más cerca la presencia de eso, podía percibir su aliento apestoso y su sonrisa maliciosa. Se estaba acercando a mí cada vez más rápido, con un sólo movimiento de su garra podría despedazarme... Entonces me volví y lo contemplé cara a cara. Con un grito de terror corrí a través del pasillo con la fuerza que me otorgaba mi instinto de supervivencia. Conseguí llegar al cuarto antes que él y, tras cerrar la puerta y encender la luz, me tumbé exhausto en la cama. El corazón me palpitaba fuertemente en el pecho y en mi cabeza la imagen bestial de eso ocupaba todo el espacio.
Desde entonces siempre que voy al baño por la noche, lanzo frecuentes miradas a mi espalda, para asegurarme de que eso sabe que lo tengo bien vigilado. Nunca se ha atrevido a atacarme mientras yo lo miro pero... ¿quién sabe que decidirá mañana?

5 comentarios:

susej dijo...

Podría ser tu yo oscuro, y si es así, ya sabes lo que hará tarde o temprano...

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo con Susej. Mira en tu interior. Métete la mano en las tripas y a ver qué sacas.

Pow dijo...

Pues yo sigo pensando que es Stephen King, ya ves...

Bito dijo...

Yo también soy uno de esos grandullones cobardicas y niñitas que tienen fobias en la cama; sí, sí con todo mi pelo en el pecho bien crecido (que no es mucho pero haber, hay alguno oiga) y mi vozarrón de tio grande, me pongo histérica de nervios si alguien deja la puerta del armario abierta cuando voy a dormir.

Ya sé que no existen los monstruos, y que de hacerlo no vivirían en un armario petado de cosas, pero por si las moscas.

Isthar dijo...

Yo me pase muchos años mirando debajo de la cama por si acaso las pelusas no eran solo pelusas :P


PD. Pow yo también he pensado que sería Stephen King ;)